jueves, 8 de mayo de 2014

confunsion y conflicto Cap 6






26 de septiembre

Querido diario:

Lamento que haya pasado tanto tiempo; en realidad no puedo explicar por qué no he escrito: sólo que hay muchísimas cosas de las que me da miedo hablar, incluso a ti.

Primero sucedió algo realmente espantoso. El día que Paola, Kimy y yo estuvimos en el cementerio, atacaron a un anciano allí, y casi lo matan. La policía todavía no ha encontrado a la persona que lo hizo, y la gente cree que el anciano estaba loco, porque cuando despertó empezó a delirar sobre «ojos en la oscuridad» y robles y cosas. Pero recuerdo lo que nos sucedió a nosotras esa noche y me hago preguntas. Y me asusta.

Todo el mundo estuvo aterrizado durante un tiempo, y todos los niños tuvieron que permanecer dentro de sus casas después de que oscurecía o salir en grupos. Pero ya pasaron casi tres semanas sin que hayan ocurrido más ataques, de modo que toda la conmoción va calmándose poco a poco. Mi madre no puede entender ese ataque, El padre de Patrick Mendieta sugirió que el anciano podría haberse herido a sí mismo; aunque me gustaría ver cómo alguien se muerde a sí mismo en la garganta.

Por con lo que he estado ocupada sobre todo es con el plan B. Por el momento las cosas van bien. Recibí varias cartas y un ramo de rosas rojas de «Luis Duarte» (el tío de Kimy vende flores), y todo el mundo parece haber olvidado que me sentí interesada en algún momento por Junsu, Así que mi posición social está segura. Ni siquiera Sheilalin me ha causado problemas.

De hecho, no sé que anda haciendo Sheilalin esto días, y tampoco me importa. Ya nunca la veo a la hora de la comida no después de clases; parece haberse distanciado por completo de su antiguo grupo.

Sólo ha una cosa que me importa en estos momentos: Junsu. Ni siquiera Paola y Kimy se dan cuenta de lo vital que es para mí, y me da miedo decírselo; temo que pensarían que estoy loca. En la escuela muestro una máscara de calma y autocontrol, pero interiormente..., bueno, sencillamente, cada día empeora el asunto.

Mi madre ha empezado a preocuparse por mí. Dice que no como suficiente estos días, y tiene razón. Parezco incapaz de concertarme en mis clases, ni en nada divertido, como lo de la Casa Encantada para recaudar fondos. No puedo concentrarme en nada que no sea él. Y ni siquiera comprendo el motivo.

No me ha dirigido la palabra desde aquella tarde horrible. Pero te contare algo extraño. La semana pasada, durante la clase de historia levante los ojos un momento y lo sorprendí mirándome. Estábamos sentados a unos cuantos asientos de distancia, y él estaba totalmente volteado de lado en su pupitre, mirando hacia mí. Por un momento me sentí casi asustada y mi corazón empezó a latir con fuerza, y simplemente nos quedamos mirándonos fijamente una a otro..., y después él desvió la mirada. Pero desde entonces ha sucedido lo mismo otras dos veces, y en cada ocasión noté sus ojos puestos en mí, literalmente, antes de verlos. Es cierto. Sé que no es imaginación.

No se parece a ningún chico que haya conocido.

Parece tan aislado, tan solo... Aunque sea por elección propia. Ha causado un gran impacto en el equipo de fútbol, pero no sale por ahí a dar la vuelta con ninguno de los chicos, excepto tal vez con Yuchun. Yuchun es el único con el que habla. Tampoco sale con ninguna chica, que yo sepa, de modo que quizá el rumor de que es un agente antipiréticos está funcionando. Pero es más probable que esté evitando a otras personas y no que ellas lo eviten a él. Desaparece entre clases y después de los entrenamientos, y ni una sola vez lo he visto en la cafetería. Jamás ha invitado a nadie a su habitación en la casa de huéspedes. Nunca visita la cafetería después de clases.

Así, pues, ¿cómo voy a encontrármelo en algún lugar donde pueda huir de mí? Este es el autentico problema que tiene el plan B. Paola dice «¿Por qué no te quedas atrapada con él en medio de una tormenta eléctrica, de modo que tengan que acurrucarse juntos para mantener el calor corporal?». Y Kimy sugirió que mi carro se estropeara frente a la casa de huéspedes. Pero ninguna de esas ideas es práctica, y me estoy volviendo loca intentando pensar en algo mejor.

Cada día es peor para mí. Me siento como si fuera un reloj o algo parecido, con la cuerda a punto de romperse de tanto darle vueltas. Si no encuentro algo que pueda hacer pronto, voy a...

Iba a decir «morir».

La solución se le ocurrió de un modo más bien repentino y sencillo.

Sentía lastima por Yuchun; sabía que se había sentido dolido por el rumor sobre Luis Duarte, pues apenas había hablado con ella desde que se supo la historia. Por lo general se limitaba a saludarla con un veloz movimiento de cabeza cuando se cruzaba en su camino. Y cuando tropezó con él un día en un pasillo vacío frente al aula de Escritura Creativa, el muchacho desvió la mirada.

------Yuchun... ------empezó.

Quiso decirle que no era cierto, que nunca habría empezado a salir con otro chico sin decírselo a él primero. Quiso decirle que nunca había sido su intención herirlo, y que se sentía muy mal en aquellos momentos. Pero no sabía cómo empezar, así que finalmente se limito a decir «¡Lo siento!», y dio media vuelta para entrar en el aula.

------Mariana ------dijo él, y ella volteó a mirarlo.

Ahora sí miraban con los ojos entreteniéndose en sus labios, sus cabellos. Luego negó con la cabeza como para indicar que le había jugado chueco.

------¿Existe de verdad ese tipo, Luis Duarte? ------inquirió finalmente.

------No ------respondió ella al momento y sin vacilación------. Lo inventé ------añadió con sencillez------ para demostrarle a todo el mundo que no estaba disgustada por... ------Se interrumpió.

------Por lo de Junsu. Lo entiendo. ------Yuchun asintió, mostrándose a la vez más sombrío y también comprensivo------. Pero no creo que te evite porque tenga algo personal contra ti. Es así con todo el mundo...

------Excepto contigo.

------No, Me habla a veces, pero no sobre cosas personales. Nunca dice nada sobre su familia o lo que hace fuera de escuela. Es como..., como si hubiera un muro a su alrededor que no puedo atravesar. No creo que jamás deje que nadie atraviese ese muro. Lo que es una soberana estupidez, porque creo que en realidad se siente desdichado.

Mariana reflexionó sobre ello, fascinada por una visión de Junsu que no había considerado antes. Él siempre parecía tan controlado, tan calmado e imperturbable... Pero, por otra parte, sabía que ella también les causaba esa impresión a otras personas. ¿Sería posible que, en el fondo, él se sintiera tan confuso e infeliz como ella?

Fue entonces cuando tuvo la idea, y era ridículamente simple. Nada de trucos complicados, nada de tormentas eléctricas o carros que se descomponen.

------Yuchun ------dijo desprecio------, ¿no crees que sería bueno que alguien consiguiera franquear ese muro? Quesería bueno para Junsu, quiero decir. ¿No crees que sería lo mejor que podría sucederle?

Levantó los ojos para mirarlo intensamente, deseando que comprendiera.

Él la miró fijamente durante un instante, luego cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza con incredulidad.

------Mariana ------dijo------, eres increíble. Haces bailar a la gente a tu son y no creo que te des cuenta siquiera de lo que haces. Y ahora me vas a pedir que haga algo para ayudarte a tenderle una trampa a Junsu, y yo soy tan imbécil que incluso podría aceptar hacerlo.

------No eres un imbécil, eres un caballero. Y sí, quiero pedirte un favor, pero sólo si consideras que es correcto. No quiero hacerle daño a Junsu, y no quiero hacerte daño a ti.

------¿No quieres?

------Claro que no. Ya sé cómo debe de sonar eso, pero es cierto. Sólo quiero... ------Volvió a interrumpirse; ¿cómo podía explicar lo que quería cuando ni siquiera lo comprendía ella misma?

------Sólo quieres que todo el mundo y todo giren alrededor de Mariana Ferreti ------repuso él con amargura------. Únicamente quieres todo lo que no tienes.

Horrorizada, retrocedió y lo miró. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes.

------No, no hagas eso ------dijo él------. Mariana, no pongas esa expresión. Lo siento, ------Suspiró------. De acuerdo, ¿qué es lo que se supone que tengo que hacer, ah? ¿Amarrarlo de pies y manos y arrojarlo frente a tu puerta?

------No ------respondió ella, intentando aún obligar a las lágrimas a regresar a su lugar de origen------. Sólo quería que consiguieras que acudiera al baile de inicio de curso de la semana próxima.

Yuchun mostró una expresión curiosa.

------Sólo quieres que esté en el baile.

Mariana asintió.

------De acuerdo. Estoy seguro de que estará allí. Y, mira Mariana..., a mí no se me antoja llevar a nadie más que a ti.

------Sale, pues ------respondió ella, unos instantes después------. Y, bueno, gracias.

La expresión de Yuchun seguía siendo peculiar.

------No me des las gracias, Mariana. No hay nada que agradecer..., en realidad.

La muchacha seguía intentando comprender aquella expresión cuando él dio media vuelta y se alejó por el pasillo.

------Quédate quieta ------dijo Kimberley, dándole al cabello de Mariana un jalón reprobatorio.

------Sigo pensando ------comentó Paola desde el banco situado debajo de la ventana------ que los dos fueron maravillosos.

------¿Quienes? ------Murmuró Mariana distraídamente.

------Como si no lo supieras ------dijo Paola------. Esos dos chavos tuyos que consiguieron un milagro de última hora en el partido de ayer. Cuando Junsu atrapó ese último pase, pensé que me iba a desmayar. O a vomitar.

------Ay, ya, por favor ------intervino Kimberley.

------Y Yuchun... Ese chico es simplemente poesía en movimiento...

------Y ninguno de ellos es mío ------declaró Mariana, categórica.

Bajo los dedos expertos de Kimberley, sus cabellos se estaban convirtiendo en una obra de arte, una suave masa de cobre ensortijado. Y el vestido era perfecto: el tono blanco con negro resaltaba el color de sus ojos. Pero incluso para sus adentros se veía con un aspecto pálido y férreo, no suavemente sonrojado por la emoción, sino blanco y decidido, como un soldado jovencísimo al que envían a primera línea del frente de batalla.

De pie en el campo de fútbol, el día anterior, cuando anunciaron su nombre como reina de la fiesta de inicio de cursos, sólo había tenido una idea en la cabeza: él no podría negarse a bailar con ella. Si es que aparecía en el baile, no podría rechazar a la reina del baile. Y de pie frente al espejo en aquellos momentos, volvió a repetírselo a sí misma.

------Esta noche tendrás a todo aquel que desees ------decía Paola en tono tranquilizador------. Y, oye, cuando te deshagas de Yuchun, ¿puedo llevármelo y consolarlo?

------¿Qué pensará Daniel? ------inquirió Kimberley, con un suspiro.

------Bueno, tú puedes consolarlo a él. Pero, realmente, Mariana, me gusta Yuchun. Y una vez que te centres en Junsu, tu grupito de tres va a resultar un poco numeroso. Así que...

------Como quieras. Yuchun merece un poco de consideración. «Desde luego, no lo está obteniendo de mí», pensó Mariana, que todavía no podía creer lo que le estaba haciendo. Pero precisamente en aquellos momentos no podía permitirse cuestionarse a sí misma; necesitaba toda su energía y concentración.

------Ya está. ------Kimberley colocó el último pesador en el cabello de Mariana------. Ahora, mírennos: la reina del baile de inicio de cursos y su corte..., o parte de ella al menos. Quedamos guapísimas.

------¿Ese «quedamos» es real? ------preguntó Mariana en tono burlón, pero era cierto.

Estaban guapísimas. El vestido de Kimberley era de un majestuoso raso color vino, muy ajustado a la cintura y que caía en forma de pliegues desde la cadera. Llevaba la oscura melena suelta sobre su espalada. Y Paola, cuando se levantó y fue a reunirse con sus amigas frente al espejo, era como una resplandeciente muñequita en seda rosa y lentejuelas negras.

Respecto a ella misma..., Mariana examinó su imagen con ojo experto y volvió a pensar: «El vestido está padre». La única otra frase que vino a su mente fue violetas escarchadas. Su abuela había tenido un frasco de esas, flores sumergidas en azúcar cristalizado y congeladas.

Bajaron la escalera juntas, como lo habían hecho para cada baile desde séptimo curso; sólo que Sheilalin siempre las había acompañado. Mariana reparó con vaga sorpresa en que ni siquiera sabía con quién iba a ir Sheilalin esa noche.

La madre de Mariana y su padre estaban en la sala con Cynthia, que tenía puesto su pijama.

------Chicas, se ven preciosas ------dijo su madre, agitada y nerviosa como si ella misma fuera a asistir al baile.

Besó a Mariana, y Cynthia levantó los brazos para abrazarla.

------Estás muy bonita ------dijo con la sencillez de sus 10 años.

De pronto sonó el timbre de la puerta. Yuchun estaba en la entrada, con su acostumbrada chamarra deportiva azul. Con él iban Juan Sánchez, el acompañante de Kimberley, y Ricardo Hernández, el acompañante de Paola. Mariana buscó a Junsu.

------Probablemente ya esté allí ------dijo Yuchun, interpretando su veloz mirada------. Escucha, Mariana...

Pero lo que estaba a punto de decir quedó interrumpido en medio de la charla de las otras parejas. Paola y Ricardo fueron con ellos en el carro de Yuchun, y no dejaron de intercambiar comentarios durante todo el trayecto hasta la escuela.

La música salía por las puertas abiertas del auditorio. Tan pronto bajó del vehículo, una curiosa certeza embargo a Mariana. Algo ibas a suceder, comprendió, contemplando la masa cuadrada del edificio escolar. La tranquila velocidad inicial de las últimas semanas estaba a punto de pesar a la marcha rápida.

Estoy lista, dé dijo. Y esperó que fuera cierto.

Adentro, todo era un caleidoscopio de color y actividad. Yuchun y ella se vieron asediados nada más entrar, y a ambos les cayó una lluvia de cumplidos. El vestido de Mariana..., su cabello..., sus flores. Yuchun era una leyenda de potencia: otro Joe Montana, una apuesta segura para una beca deportiva.

En medio de aquel vertiginoso remolino que debería haberlo sido todo para ella, Mariana no dejaba de buscar una cabellera negra.

Patrick Mendieta respiraba pesadamente sobre ella, oliendo a licor y a chicle de menta, mientras su acompañante lucía una expresión asesina. Mariana hizo caso omiso de él, con la esperanza de que la dejara en paz.

El señor Rodolfo pasó frente a ellos con un empapado vaso de papel y aspecto de estar ciento estrangulado por el cuello de su camisa. Nicol Arriaga la otra princesa de último curso de la fiesta, se acercó veloz y empezó a alabar su vestido. Paola estaba ya en la pista de baile, brillando bajo las luces. Pero Mariana no vio a Junsu por ninguna parte.

Otra bocanada más de chicle de menta y vomitaría. Le dio un codazo a Yuchun y huyeron a la mesa de los refrescos, don el entrenador Roberto se animó a hacer un estudio crítico del partido.

Parejas y grupos se acercaban a ellos, se quedaban unos cuantos minutos y después se retiraban para dejarles sitio a los que esperaban su bebida. «Como si deberás fuéramos de la realiza», pensó Mariana entusiasmada. Miró de soslayo para ver si Yuchun compartía su regocijo, pero él tenía la mirada fija a su izquierda.

Ella siguió su mirada. Y allí, medio oculta detrás de un grupo de jugadores de fútbol, estaba la cabeza oscura que había estado buscando. Inconfundible, incluso bajo aquella tenue luz. Un estremecimiento la recorrió, más de dolor que otra cosa.

------¿Ahora qué? ------preguntó Yuchun con expresión dura------. ¿Lo amarro de pies y manos?

------No, voy a pedirle que baile conmigo, eso es todo. Aguardaré hasta que nosotros hayamos bailado primero, si quieres.

Él negó con la cabeza, y ella caminó en dirección a Junsu entre la multitud.

Pieza por pieza, Mariana fue registrando información sobre él mientras se aproximaba. Su saco negro tenía un corte sutilmente distinto de los que llevaban los otros muchachos, más elegante, y usaba un suéter blanco de lana debajo de esté. Se mantenía muy quieto, un poco apartado de los grupos que lo rodeaban. Y, aunque sólo podía verlo de perfil, reparó en que no llevaba puestos los lentes de sol.

Se los quitaba para jugar fútbol, desde luego, pero ella nunca lo había visto de cerca sin ellos. Aquello la hizo sentir mareada y emocionada, como si aquél fuera un baile de disfraces y hubiera llegado el momento de quitarse las máscaras. Se concentró en su hombro, en la línea de la mandíbula, y entonces él empezó a voltear hacia ella.

En ese instante, Mariana se dio cuenta de que era hermosa. No era sólo el vestido o el modo en que llevaba peinado el cabello. Era hermosa en sí misma: Esbelta, regia, un objeto hecho de seda y fuego interior. Vio que los labios de él se abrían ligeramente, de forma refleja, y entonces levantó la vista para mirarla a los ojos.

-----Hola.

¿Era ésa su propia voz, tan sosegada y segura de sí misma?

Él tenía los ojos cafés oscuros.

-----¿La estás pasando bien? ------preguntó.

«En este momento, sí». Él no lo dijo, pero ella supo que era lo que pensaba; lo veía en el modo en que la miraba fijamente. Jamás había estado tan seguro de su poder. Sólo que, en realidad, no tenía aspecto de estarla pasando bien; parecía acongojado, lleno de dolor, como si no pudiera soportar ni un minuto más aquello.

La banda empezaba a tocar un baile lento. Él seguía contemplándola fijamente, empapándose de ella. Aquellos ojos cafés castaños oscureciéndose, volviéndose negros de deseo... Tuvo la repentina sensación de que podría acercarla a él bruscamente y besarla con fuerza, sin decir ni una palabra en ningún momento.

-----¿Te gustaría bailar? -----preguntó en voz baja.

«Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo», pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos castaños le hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara «peligro». Algún instinto más antiguo que la civilización de le decía que corriera, que huyera.

No se movió. La misma fuerza que la aterraba, la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era normal no sensato. Pero ya no se podía detener, e incluso aterrorizada lo disfrutaba. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemplarla, como hipnotizado, y ella como un rayo de calor. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.

Y entonces todo se hizo pedazos.

-----Caray, Mariana, qué encantadora estás -----dijo una voz, y la visión de Mariana quedó deslumbrada por reflejos dorados.

Era Sheilalin, los cabellos de un castaño-rojizo intenso y lustroso, y la piel luciendo un bronceado perfecto. Llevaba un vestido confeccionado totalmente en tela dorada que mostraba una increíble atrevida extensión de aquella piel perfecta.

Deslizó un brazo desnudo alrededor del de Junsu y le sonrió con indolencia. Resultaban deslumbrantes juntos, como una pareja de modelos internacionales que va a divertirse a un baile de la escuela preparatoria, mucho más glamorosos y sofisticados que cualquier otra persona en la sala.

-----Y ese vestido es taaan lindo... -----prosiguió Sheilalin con antipatía, mientras la mente de Mariana seguía funcionando en automático.

Aquel brazo informalmente posesivo unido al de Junsu se lo decía todo: dónde había estado Sheilalin a la hora de la comida aquellas últimas semanas, qué había estado tramando durante todo aquel tiempo.

-----Le dije a Junsu que teníamos que pasar por aquí un ratito, pero no vamos a quedarnos mucho tiempo. Así que no te importará que me lo quede para los bailes, ¿verdad?

Mariana estaba extrañamente tranquila ahora, su mente era un vació zúmbate. Respondió que no, que no le importaba en lo absoluto, y contempló cómo Sheilalin se alejaba, una sinfonía en castaño-rojizo y oro. Junsu se marchó con ella.

Había un círculo de rostros alrededor de Mariana; les dio la espalda y se topó con Yuchun.

-----Sabías que venía con ella.

-----Sabía que ella quería que lo hiciera. Lo ha estado siguiendo por todas partes a la hora de la comida y después de clases, e imponiéndole más o menos su presencia. Pero...

-----Ya veo.

Sumida aún en aquella curiosa calma artificial, escudriñó la multitud y vio a Paola que iba hacia ella, y a Kimberley abandonado su mesa. Lo habían visto, entonces. Probablemente todo el mundo lo había visto. Sin decirle una palabra a Yuchun, fue hacia ellas, encaminándose instintivamente hacia el baño de las mujeres.

Estaba lleno de cuerpos femeninos, y Kimberley y Paola se mantuvieron haciendo comentarios alegres y superficiales mientras la miraban con preocupación.

-----¿Viste ese vestido? -----dijo Paola, oprimiendo los dedos de Mariana a escondidas-----. La parte delantera debe estar sujeta con adhesivo de contacto. Y ¿qué se pondrá para el siguiente baile? ¿Papel de aluminio?

-----Película auto adherente para envolver -----repuso Kimberley, y añadió en voz baja-----: ¿Estás bien?

-----Sí.

Mariana pudo ver en el espejo que sus ojos estaban demasiado brillantes y que tenía una mancha colorada ardiendo en cada mejilla. Se arregló los cabellos y se apartó.

La habitación se vació, dejándolas solas. Paola jugueteaba nerviosamente con el listón de lentejuelas que llevaba en la cintura.

-----Quizá no sea tan mal asunto después de todo -----dijo con calma-----. Me refiero a que nos has pensando en otra cosa que no fuera él durante semanas. Casi un mes. Y así, tal vez esto sea conveniente para que puedas dedicarte a otras cosas ahora, en lugar de..., bueno, perseguirlo.

«¿También tú, Bruto?», pensó Mariana.

-----Muchas gracias por tu apoyo -----dijo en voz alta.

-----Ya bájale, Mariana, no seas así -----intervino Kimberley-----. No intenta herirte, sólo piensa que...

-----Y supongo que tú también lo piensas. Bueno, eso es estupendo. Sencillamente saldré y buscaré otras cosas a las que dedicarme. Como otras mejores amigas.

Las dejó a ambas contemplándola atónitas mientras se alejaba.

Afuera, se arrojó al remolino de color y música. Se mostró más radiante de lo que había estado nunca en ningún baile. Bailó con todo el mundo, riendo en voz demasiado alta, coqueteando con todos los chicos que se cruzaban en su camino.

La llamaron para que subiera y la coronaran, y permaneció de pie sobre el escenario, contemplando las figuras multicolores del piso. Alguien le entregó unas flores; alguien colocó una tiara sobre su cabeza. Sonaron los aplausos. Todo transcurrió como en un sueño.

Coqueteó con Patrick porque era quien estaba más cerca cuando descendió del escenario. Luego recordó lo que él y Richard le habían hecho a Junsu y extrajo una de las rosas del ramo y se la dio. Yuchun observaba desde la barrera, con los labios apretados. La olvidada acompañante de Patrick estaba hecha un mar de lágrimas.

Mariana olió alcohol mezclado con menta en el aliento de Patrick, y vio que el muchacho tenía el rostro colorado. Sus amigos la rodeaban, una pandilla que gritaba y reía a carcajadas, y vio que Richard vertía algo de una bolsa de papel marrón en su vaso de ponche.

Nunca antes había estado con aquel grupo, y éste la recibió con una calurosa acogida, admirándola, los muchachos disputándose se atención. Los chistes volaban de una lado a otro, y Mariana reía incluso cuando no tenían sentido. El brazo de Patrick le rodeó la cintura, y ella se limitó a reírse aún más. Con el rabillo del ojo vio que Yuchun meneaba la cabeza y se alejaba. Las chicas empezaban a mostrarse estridentes, los muchachos, alborotadores. Patrick le besuqueaba el cuello.

-----Tengo una idea -----anunció éste al grupo, abrazando a Mariana con más fuerza contra él-----. Vayamos a algún lugar más divertido.

Alguien gritó:

-----¿Adónde, Patrick? ¿A casa de tu padre?

Patrick sonreía de oreja a oreja, una sonrisa borracha y temeraria.

-----No, me refiero a alguna parte donde podamos dejar nuestra marca. Como el cementerio.

Las chicas lanzaron grititos, los chicos se dieron codazos entre sí y fingidos puñetazos.

La acompañante de Patrick seguía allí de pie, fuera del círculo.

-----Patrick, eso es una locura -----dijo con voz aguda y débil-----. Ya sabes lo que le sucedió a aquel viejo. No iré allí.

-----Estupendo, entonces quédate aquí. -----Patrick sacó unas llaves del bolsillo y las agitó frente al resto de las pandilla-----. ¿Quién no tiene miedo? -----preguntó.

-----Eh, yo estoy dispuesto a ir -----dijo Richard, y se escuchó un coro de aprobación.

-----Yo, también -----dijo Mariana con voz clara y desafiante.

Le dedicó una sonrisa a Patrick, y éste prácticamente alzó a Mariana del piso.

Y acto seguido, ella y Patrick conducían a un ruidoso y alborotador grupo hacia la zona de estacionamiento, donde todos se amontonaron en los vehículos. Y después Patrick bajó la capota de su carro deportivo y ella se introdujo, con Richard y una chica llamada Raíza Mendieta, hermana de Patrick, apretujándose en el asiento trasero.

-----¡Mariana! -----gritó alguien, muy lejos, desde la entrada iluminada de la escuela.

-----Vámonos -----le dijo a Patrick, quitándose la tiara, y el motor se puso en marcha.

Arrancaron dejando las marcas de las llantas en el piso del estacionamiento, y el frío viento nocturno azotó el rostro de Mariana


 autora : a.r. mendez

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