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jueves, 8 de mayo de 2014
confunsion y conflicto Cap 6
26 de septiembre
Querido diario:
Lamento que haya pasado tanto tiempo; en realidad no puedo explicar por qué no he escrito: sólo que hay muchísimas cosas de las que me da miedo hablar, incluso a ti.
Primero sucedió algo realmente espantoso. El día que Paola, Kimy y yo estuvimos en el cementerio, atacaron a un anciano allí, y casi lo matan. La policía todavía no ha encontrado a la persona que lo hizo, y la gente cree que el anciano estaba loco, porque cuando despertó empezó a delirar sobre «ojos en la oscuridad» y robles y cosas. Pero recuerdo lo que nos sucedió a nosotras esa noche y me hago preguntas. Y me asusta.
Todo el mundo estuvo aterrizado durante un tiempo, y todos los niños tuvieron que permanecer dentro de sus casas después de que oscurecía o salir en grupos. Pero ya pasaron casi tres semanas sin que hayan ocurrido más ataques, de modo que toda la conmoción va calmándose poco a poco. Mi madre no puede entender ese ataque, El padre de Patrick Mendieta sugirió que el anciano podría haberse herido a sí mismo; aunque me gustaría ver cómo alguien se muerde a sí mismo en la garganta.
Por con lo que he estado ocupada sobre todo es con el plan B. Por el momento las cosas van bien. Recibí varias cartas y un ramo de rosas rojas de «Luis Duarte» (el tío de Kimy vende flores), y todo el mundo parece haber olvidado que me sentí interesada en algún momento por Junsu, Así que mi posición social está segura. Ni siquiera Sheilalin me ha causado problemas.
De hecho, no sé que anda haciendo Sheilalin esto días, y tampoco me importa. Ya nunca la veo a la hora de la comida no después de clases; parece haberse distanciado por completo de su antiguo grupo.
Sólo ha una cosa que me importa en estos momentos: Junsu. Ni siquiera Paola y Kimy se dan cuenta de lo vital que es para mí, y me da miedo decírselo; temo que pensarían que estoy loca. En la escuela muestro una máscara de calma y autocontrol, pero interiormente..., bueno, sencillamente, cada día empeora el asunto.
Mi madre ha empezado a preocuparse por mí. Dice que no como suficiente estos días, y tiene razón. Parezco incapaz de concertarme en mis clases, ni en nada divertido, como lo de la Casa Encantada para recaudar fondos. No puedo concentrarme en nada que no sea él. Y ni siquiera comprendo el motivo.
No me ha dirigido la palabra desde aquella tarde horrible. Pero te contare algo extraño. La semana pasada, durante la clase de historia levante los ojos un momento y lo sorprendí mirándome. Estábamos sentados a unos cuantos asientos de distancia, y él estaba totalmente volteado de lado en su pupitre, mirando hacia mí. Por un momento me sentí casi asustada y mi corazón empezó a latir con fuerza, y simplemente nos quedamos mirándonos fijamente una a otro..., y después él desvió la mirada. Pero desde entonces ha sucedido lo mismo otras dos veces, y en cada ocasión noté sus ojos puestos en mí, literalmente, antes de verlos. Es cierto. Sé que no es imaginación.
No se parece a ningún chico que haya conocido.
Parece tan aislado, tan solo... Aunque sea por elección propia. Ha causado un gran impacto en el equipo de fútbol, pero no sale por ahí a dar la vuelta con ninguno de los chicos, excepto tal vez con Yuchun. Yuchun es el único con el que habla. Tampoco sale con ninguna chica, que yo sepa, de modo que quizá el rumor de que es un agente antipiréticos está funcionando. Pero es más probable que esté evitando a otras personas y no que ellas lo eviten a él. Desaparece entre clases y después de los entrenamientos, y ni una sola vez lo he visto en la cafetería. Jamás ha invitado a nadie a su habitación en la casa de huéspedes. Nunca visita la cafetería después de clases.
Así, pues, ¿cómo voy a encontrármelo en algún lugar donde pueda huir de mí? Este es el autentico problema que tiene el plan B. Paola dice «¿Por qué no te quedas atrapada con él en medio de una tormenta eléctrica, de modo que tengan que acurrucarse juntos para mantener el calor corporal?». Y Kimy sugirió que mi carro se estropeara frente a la casa de huéspedes. Pero ninguna de esas ideas es práctica, y me estoy volviendo loca intentando pensar en algo mejor.
Cada día es peor para mí. Me siento como si fuera un reloj o algo parecido, con la cuerda a punto de romperse de tanto darle vueltas. Si no encuentro algo que pueda hacer pronto, voy a...
Iba a decir «morir».
La solución se le ocurrió de un modo más bien repentino y sencillo.
Sentía lastima por Yuchun; sabía que se había sentido dolido por el rumor sobre Luis Duarte, pues apenas había hablado con ella desde que se supo la historia. Por lo general se limitaba a saludarla con un veloz movimiento de cabeza cuando se cruzaba en su camino. Y cuando tropezó con él un día en un pasillo vacío frente al aula de Escritura Creativa, el muchacho desvió la mirada.
------Yuchun... ------empezó.
Quiso decirle que no era cierto, que nunca habría empezado a salir con otro chico sin decírselo a él primero. Quiso decirle que nunca había sido su intención herirlo, y que se sentía muy mal en aquellos momentos. Pero no sabía cómo empezar, así que finalmente se limito a decir «¡Lo siento!», y dio media vuelta para entrar en el aula.
------Mariana ------dijo él, y ella volteó a mirarlo.
Ahora sí miraban con los ojos entreteniéndose en sus labios, sus cabellos. Luego negó con la cabeza como para indicar que le había jugado chueco.
------¿Existe de verdad ese tipo, Luis Duarte? ------inquirió finalmente.
------No ------respondió ella al momento y sin vacilación------. Lo inventé ------añadió con sencillez------ para demostrarle a todo el mundo que no estaba disgustada por... ------Se interrumpió.
------Por lo de Junsu. Lo entiendo. ------Yuchun asintió, mostrándose a la vez más sombrío y también comprensivo------. Pero no creo que te evite porque tenga algo personal contra ti. Es así con todo el mundo...
------Excepto contigo.
------No, Me habla a veces, pero no sobre cosas personales. Nunca dice nada sobre su familia o lo que hace fuera de escuela. Es como..., como si hubiera un muro a su alrededor que no puedo atravesar. No creo que jamás deje que nadie atraviese ese muro. Lo que es una soberana estupidez, porque creo que en realidad se siente desdichado.
Mariana reflexionó sobre ello, fascinada por una visión de Junsu que no había considerado antes. Él siempre parecía tan controlado, tan calmado e imperturbable... Pero, por otra parte, sabía que ella también les causaba esa impresión a otras personas. ¿Sería posible que, en el fondo, él se sintiera tan confuso e infeliz como ella?
Fue entonces cuando tuvo la idea, y era ridículamente simple. Nada de trucos complicados, nada de tormentas eléctricas o carros que se descomponen.
------Yuchun ------dijo desprecio------, ¿no crees que sería bueno que alguien consiguiera franquear ese muro? Quesería bueno para Junsu, quiero decir. ¿No crees que sería lo mejor que podría sucederle?
Levantó los ojos para mirarlo intensamente, deseando que comprendiera.
Él la miró fijamente durante un instante, luego cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza con incredulidad.
------Mariana ------dijo------, eres increíble. Haces bailar a la gente a tu son y no creo que te des cuenta siquiera de lo que haces. Y ahora me vas a pedir que haga algo para ayudarte a tenderle una trampa a Junsu, y yo soy tan imbécil que incluso podría aceptar hacerlo.
------No eres un imbécil, eres un caballero. Y sí, quiero pedirte un favor, pero sólo si consideras que es correcto. No quiero hacerle daño a Junsu, y no quiero hacerte daño a ti.
------¿No quieres?
------Claro que no. Ya sé cómo debe de sonar eso, pero es cierto. Sólo quiero... ------Volvió a interrumpirse; ¿cómo podía explicar lo que quería cuando ni siquiera lo comprendía ella misma?
------Sólo quieres que todo el mundo y todo giren alrededor de Mariana Ferreti ------repuso él con amargura------. Únicamente quieres todo lo que no tienes.
Horrorizada, retrocedió y lo miró. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes.
------No, no hagas eso ------dijo él------. Mariana, no pongas esa expresión. Lo siento, ------Suspiró------. De acuerdo, ¿qué es lo que se supone que tengo que hacer, ah? ¿Amarrarlo de pies y manos y arrojarlo frente a tu puerta?
------No ------respondió ella, intentando aún obligar a las lágrimas a regresar a su lugar de origen------. Sólo quería que consiguieras que acudiera al baile de inicio de curso de la semana próxima.
Yuchun mostró una expresión curiosa.
------Sólo quieres que esté en el baile.
Mariana asintió.
------De acuerdo. Estoy seguro de que estará allí. Y, mira Mariana..., a mí no se me antoja llevar a nadie más que a ti.
------Sale, pues ------respondió ella, unos instantes después------. Y, bueno, gracias.
La expresión de Yuchun seguía siendo peculiar.
------No me des las gracias, Mariana. No hay nada que agradecer..., en realidad.
La muchacha seguía intentando comprender aquella expresión cuando él dio media vuelta y se alejó por el pasillo.
------Quédate quieta ------dijo Kimberley, dándole al cabello de Mariana un jalón reprobatorio.
------Sigo pensando ------comentó Paola desde el banco situado debajo de la ventana------ que los dos fueron maravillosos.
------¿Quienes? ------Murmuró Mariana distraídamente.
------Como si no lo supieras ------dijo Paola------. Esos dos chavos tuyos que consiguieron un milagro de última hora en el partido de ayer. Cuando Junsu atrapó ese último pase, pensé que me iba a desmayar. O a vomitar.
------Ay, ya, por favor ------intervino Kimberley.
------Y Yuchun... Ese chico es simplemente poesía en movimiento...
------Y ninguno de ellos es mío ------declaró Mariana, categórica.
Bajo los dedos expertos de Kimberley, sus cabellos se estaban convirtiendo en una obra de arte, una suave masa de cobre ensortijado. Y el vestido era perfecto: el tono blanco con negro resaltaba el color de sus ojos. Pero incluso para sus adentros se veía con un aspecto pálido y férreo, no suavemente sonrojado por la emoción, sino blanco y decidido, como un soldado jovencísimo al que envían a primera línea del frente de batalla.
De pie en el campo de fútbol, el día anterior, cuando anunciaron su nombre como reina de la fiesta de inicio de cursos, sólo había tenido una idea en la cabeza: él no podría negarse a bailar con ella. Si es que aparecía en el baile, no podría rechazar a la reina del baile. Y de pie frente al espejo en aquellos momentos, volvió a repetírselo a sí misma.
------Esta noche tendrás a todo aquel que desees ------decía Paola en tono tranquilizador------. Y, oye, cuando te deshagas de Yuchun, ¿puedo llevármelo y consolarlo?
------¿Qué pensará Daniel? ------inquirió Kimberley, con un suspiro.
------Bueno, tú puedes consolarlo a él. Pero, realmente, Mariana, me gusta Yuchun. Y una vez que te centres en Junsu, tu grupito de tres va a resultar un poco numeroso. Así que...
------Como quieras. Yuchun merece un poco de consideración. «Desde luego, no lo está obteniendo de mí», pensó Mariana, que todavía no podía creer lo que le estaba haciendo. Pero precisamente en aquellos momentos no podía permitirse cuestionarse a sí misma; necesitaba toda su energía y concentración.
------Ya está. ------Kimberley colocó el último pesador en el cabello de Mariana------. Ahora, mírennos: la reina del baile de inicio de cursos y su corte..., o parte de ella al menos. Quedamos guapísimas.
------¿Ese «quedamos» es real? ------preguntó Mariana en tono burlón, pero era cierto.
Estaban guapísimas. El vestido de Kimberley era de un majestuoso raso color vino, muy ajustado a la cintura y que caía en forma de pliegues desde la cadera. Llevaba la oscura melena suelta sobre su espalada. Y Paola, cuando se levantó y fue a reunirse con sus amigas frente al espejo, era como una resplandeciente muñequita en seda rosa y lentejuelas negras.
Respecto a ella misma..., Mariana examinó su imagen con ojo experto y volvió a pensar: «El vestido está padre». La única otra frase que vino a su mente fue violetas escarchadas. Su abuela había tenido un frasco de esas, flores sumergidas en azúcar cristalizado y congeladas.
Bajaron la escalera juntas, como lo habían hecho para cada baile desde séptimo curso; sólo que Sheilalin siempre las había acompañado. Mariana reparó con vaga sorpresa en que ni siquiera sabía con quién iba a ir Sheilalin esa noche.
La madre de Mariana y su padre estaban en la sala con Cynthia, que tenía puesto su pijama.
------Chicas, se ven preciosas ------dijo su madre, agitada y nerviosa como si ella misma fuera a asistir al baile.
Besó a Mariana, y Cynthia levantó los brazos para abrazarla.
------Estás muy bonita ------dijo con la sencillez de sus 10 años.
De pronto sonó el timbre de la puerta. Yuchun estaba en la entrada, con su acostumbrada chamarra deportiva azul. Con él iban Juan Sánchez, el acompañante de Kimberley, y Ricardo Hernández, el acompañante de Paola. Mariana buscó a Junsu.
------Probablemente ya esté allí ------dijo Yuchun, interpretando su veloz mirada------. Escucha, Mariana...
Pero lo que estaba a punto de decir quedó interrumpido en medio de la charla de las otras parejas. Paola y Ricardo fueron con ellos en el carro de Yuchun, y no dejaron de intercambiar comentarios durante todo el trayecto hasta la escuela.
La música salía por las puertas abiertas del auditorio. Tan pronto bajó del vehículo, una curiosa certeza embargo a Mariana. Algo ibas a suceder, comprendió, contemplando la masa cuadrada del edificio escolar. La tranquila velocidad inicial de las últimas semanas estaba a punto de pesar a la marcha rápida.
Estoy lista, dé dijo. Y esperó que fuera cierto.
Adentro, todo era un caleidoscopio de color y actividad. Yuchun y ella se vieron asediados nada más entrar, y a ambos les cayó una lluvia de cumplidos. El vestido de Mariana..., su cabello..., sus flores. Yuchun era una leyenda de potencia: otro Joe Montana, una apuesta segura para una beca deportiva.
En medio de aquel vertiginoso remolino que debería haberlo sido todo para ella, Mariana no dejaba de buscar una cabellera negra.
Patrick Mendieta respiraba pesadamente sobre ella, oliendo a licor y a chicle de menta, mientras su acompañante lucía una expresión asesina. Mariana hizo caso omiso de él, con la esperanza de que la dejara en paz.
El señor Rodolfo pasó frente a ellos con un empapado vaso de papel y aspecto de estar ciento estrangulado por el cuello de su camisa. Nicol Arriaga la otra princesa de último curso de la fiesta, se acercó veloz y empezó a alabar su vestido. Paola estaba ya en la pista de baile, brillando bajo las luces. Pero Mariana no vio a Junsu por ninguna parte.
Otra bocanada más de chicle de menta y vomitaría. Le dio un codazo a Yuchun y huyeron a la mesa de los refrescos, don el entrenador Roberto se animó a hacer un estudio crítico del partido.
Parejas y grupos se acercaban a ellos, se quedaban unos cuantos minutos y después se retiraban para dejarles sitio a los que esperaban su bebida. «Como si deberás fuéramos de la realiza», pensó Mariana entusiasmada. Miró de soslayo para ver si Yuchun compartía su regocijo, pero él tenía la mirada fija a su izquierda.
Ella siguió su mirada. Y allí, medio oculta detrás de un grupo de jugadores de fútbol, estaba la cabeza oscura que había estado buscando. Inconfundible, incluso bajo aquella tenue luz. Un estremecimiento la recorrió, más de dolor que otra cosa.
------¿Ahora qué? ------preguntó Yuchun con expresión dura------. ¿Lo amarro de pies y manos?
------No, voy a pedirle que baile conmigo, eso es todo. Aguardaré hasta que nosotros hayamos bailado primero, si quieres.
Él negó con la cabeza, y ella caminó en dirección a Junsu entre la multitud.
Pieza por pieza, Mariana fue registrando información sobre él mientras se aproximaba. Su saco negro tenía un corte sutilmente distinto de los que llevaban los otros muchachos, más elegante, y usaba un suéter blanco de lana debajo de esté. Se mantenía muy quieto, un poco apartado de los grupos que lo rodeaban. Y, aunque sólo podía verlo de perfil, reparó en que no llevaba puestos los lentes de sol.
Se los quitaba para jugar fútbol, desde luego, pero ella nunca lo había visto de cerca sin ellos. Aquello la hizo sentir mareada y emocionada, como si aquél fuera un baile de disfraces y hubiera llegado el momento de quitarse las máscaras. Se concentró en su hombro, en la línea de la mandíbula, y entonces él empezó a voltear hacia ella.
En ese instante, Mariana se dio cuenta de que era hermosa. No era sólo el vestido o el modo en que llevaba peinado el cabello. Era hermosa en sí misma: Esbelta, regia, un objeto hecho de seda y fuego interior. Vio que los labios de él se abrían ligeramente, de forma refleja, y entonces levantó la vista para mirarla a los ojos.
-----Hola.
¿Era ésa su propia voz, tan sosegada y segura de sí misma?
Él tenía los ojos cafés oscuros.
-----¿La estás pasando bien? ------preguntó.
«En este momento, sí». Él no lo dijo, pero ella supo que era lo que pensaba; lo veía en el modo en que la miraba fijamente. Jamás había estado tan seguro de su poder. Sólo que, en realidad, no tenía aspecto de estarla pasando bien; parecía acongojado, lleno de dolor, como si no pudiera soportar ni un minuto más aquello.
La banda empezaba a tocar un baile lento. Él seguía contemplándola fijamente, empapándose de ella. Aquellos ojos cafés castaños oscureciéndose, volviéndose negros de deseo... Tuvo la repentina sensación de que podría acercarla a él bruscamente y besarla con fuerza, sin decir ni una palabra en ningún momento.
-----¿Te gustaría bailar? -----preguntó en voz baja.
«Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo», pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos castaños le hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara «peligro». Algún instinto más antiguo que la civilización de le decía que corriera, que huyera.
No se movió. La misma fuerza que la aterraba, la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era normal no sensato. Pero ya no se podía detener, e incluso aterrorizada lo disfrutaba. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemplarla, como hipnotizado, y ella como un rayo de calor. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.
Y entonces todo se hizo pedazos.
-----Caray, Mariana, qué encantadora estás -----dijo una voz, y la visión de Mariana quedó deslumbrada por reflejos dorados.
Era Sheilalin, los cabellos de un castaño-rojizo intenso y lustroso, y la piel luciendo un bronceado perfecto. Llevaba un vestido confeccionado totalmente en tela dorada que mostraba una increíble atrevida extensión de aquella piel perfecta.
Deslizó un brazo desnudo alrededor del de Junsu y le sonrió con indolencia. Resultaban deslumbrantes juntos, como una pareja de modelos internacionales que va a divertirse a un baile de la escuela preparatoria, mucho más glamorosos y sofisticados que cualquier otra persona en la sala.
-----Y ese vestido es taaan lindo... -----prosiguió Sheilalin con antipatía, mientras la mente de Mariana seguía funcionando en automático.
Aquel brazo informalmente posesivo unido al de Junsu se lo decía todo: dónde había estado Sheilalin a la hora de la comida aquellas últimas semanas, qué había estado tramando durante todo aquel tiempo.
-----Le dije a Junsu que teníamos que pasar por aquí un ratito, pero no vamos a quedarnos mucho tiempo. Así que no te importará que me lo quede para los bailes, ¿verdad?
Mariana estaba extrañamente tranquila ahora, su mente era un vació zúmbate. Respondió que no, que no le importaba en lo absoluto, y contempló cómo Sheilalin se alejaba, una sinfonía en castaño-rojizo y oro. Junsu se marchó con ella.
Había un círculo de rostros alrededor de Mariana; les dio la espalda y se topó con Yuchun.
-----Sabías que venía con ella.
-----Sabía que ella quería que lo hiciera. Lo ha estado siguiendo por todas partes a la hora de la comida y después de clases, e imponiéndole más o menos su presencia. Pero...
-----Ya veo.
Sumida aún en aquella curiosa calma artificial, escudriñó la multitud y vio a Paola que iba hacia ella, y a Kimberley abandonado su mesa. Lo habían visto, entonces. Probablemente todo el mundo lo había visto. Sin decirle una palabra a Yuchun, fue hacia ellas, encaminándose instintivamente hacia el baño de las mujeres.
Estaba lleno de cuerpos femeninos, y Kimberley y Paola se mantuvieron haciendo comentarios alegres y superficiales mientras la miraban con preocupación.
-----¿Viste ese vestido? -----dijo Paola, oprimiendo los dedos de Mariana a escondidas-----. La parte delantera debe estar sujeta con adhesivo de contacto. Y ¿qué se pondrá para el siguiente baile? ¿Papel de aluminio?
-----Película auto adherente para envolver -----repuso Kimberley, y añadió en voz baja-----: ¿Estás bien?
-----Sí.
Mariana pudo ver en el espejo que sus ojos estaban demasiado brillantes y que tenía una mancha colorada ardiendo en cada mejilla. Se arregló los cabellos y se apartó.
La habitación se vació, dejándolas solas. Paola jugueteaba nerviosamente con el listón de lentejuelas que llevaba en la cintura.
-----Quizá no sea tan mal asunto después de todo -----dijo con calma-----. Me refiero a que nos has pensando en otra cosa que no fuera él durante semanas. Casi un mes. Y así, tal vez esto sea conveniente para que puedas dedicarte a otras cosas ahora, en lugar de..., bueno, perseguirlo.
«¿También tú, Bruto?», pensó Mariana.
-----Muchas gracias por tu apoyo -----dijo en voz alta.
-----Ya bájale, Mariana, no seas así -----intervino Kimberley-----. No intenta herirte, sólo piensa que...
-----Y supongo que tú también lo piensas. Bueno, eso es estupendo. Sencillamente saldré y buscaré otras cosas a las que dedicarme. Como otras mejores amigas.
Las dejó a ambas contemplándola atónitas mientras se alejaba.
Afuera, se arrojó al remolino de color y música. Se mostró más radiante de lo que había estado nunca en ningún baile. Bailó con todo el mundo, riendo en voz demasiado alta, coqueteando con todos los chicos que se cruzaban en su camino.
La llamaron para que subiera y la coronaran, y permaneció de pie sobre el escenario, contemplando las figuras multicolores del piso. Alguien le entregó unas flores; alguien colocó una tiara sobre su cabeza. Sonaron los aplausos. Todo transcurrió como en un sueño.
Coqueteó con Patrick porque era quien estaba más cerca cuando descendió del escenario. Luego recordó lo que él y Richard le habían hecho a Junsu y extrajo una de las rosas del ramo y se la dio. Yuchun observaba desde la barrera, con los labios apretados. La olvidada acompañante de Patrick estaba hecha un mar de lágrimas.
Mariana olió alcohol mezclado con menta en el aliento de Patrick, y vio que el muchacho tenía el rostro colorado. Sus amigos la rodeaban, una pandilla que gritaba y reía a carcajadas, y vio que Richard vertía algo de una bolsa de papel marrón en su vaso de ponche.
Nunca antes había estado con aquel grupo, y éste la recibió con una calurosa acogida, admirándola, los muchachos disputándose se atención. Los chistes volaban de una lado a otro, y Mariana reía incluso cuando no tenían sentido. El brazo de Patrick le rodeó la cintura, y ella se limitó a reírse aún más. Con el rabillo del ojo vio que Yuchun meneaba la cabeza y se alejaba. Las chicas empezaban a mostrarse estridentes, los muchachos, alborotadores. Patrick le besuqueaba el cuello.
-----Tengo una idea -----anunció éste al grupo, abrazando a Mariana con más fuerza contra él-----. Vayamos a algún lugar más divertido.
Alguien gritó:
-----¿Adónde, Patrick? ¿A casa de tu padre?
Patrick sonreía de oreja a oreja, una sonrisa borracha y temeraria.
-----No, me refiero a alguna parte donde podamos dejar nuestra marca. Como el cementerio.
Las chicas lanzaron grititos, los chicos se dieron codazos entre sí y fingidos puñetazos.
La acompañante de Patrick seguía allí de pie, fuera del círculo.
-----Patrick, eso es una locura -----dijo con voz aguda y débil-----. Ya sabes lo que le sucedió a aquel viejo. No iré allí.
-----Estupendo, entonces quédate aquí. -----Patrick sacó unas llaves del bolsillo y las agitó frente al resto de las pandilla-----. ¿Quién no tiene miedo? -----preguntó.
-----Eh, yo estoy dispuesto a ir -----dijo Richard, y se escuchó un coro de aprobación.
-----Yo, también -----dijo Mariana con voz clara y desafiante.
Le dedicó una sonrisa a Patrick, y éste prácticamente alzó a Mariana del piso.
Y acto seguido, ella y Patrick conducían a un ruidoso y alborotador grupo hacia la zona de estacionamiento, donde todos se amontonaron en los vehículos. Y después Patrick bajó la capota de su carro deportivo y ella se introdujo, con Richard y una chica llamada Raíza Mendieta, hermana de Patrick, apretujándose en el asiento trasero.
-----¡Mariana! -----gritó alguien, muy lejos, desde la entrada iluminada de la escuela.
-----Vámonos -----le dijo a Patrick, quitándose la tiara, y el motor se puso en marcha.
Arrancaron dejando las marcas de las llantas en el piso del estacionamiento, y el frío viento nocturno azotó el rostro de Mariana
autora : a.r. mendez
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viernes, 31 de enero de 2014
CONFUCION Y CONFLICTO CAP 2
Cap. 2
Tan pronto puso un pie en el estacionamiento de la escuela, Mariana se vio rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, mas cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno, acepto los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Sheilalin Ascona había crecido al menos unos tres centímetros y resultaba más sensual y más parecida a una modelo de televisión que nunca. Recibió a Mariana con frialdad y retrocedió con los ojos verdes entrecerrados como los de un gato.
Paola no había crecido en absoluto, y su rizada cabeza café apenas le llegaba a Mariana a media cara cuando le arrojo los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?», pensó Mariana. Apartó a la delgada muchacha.
-----¡Paola! ¿Que le hiciste a tu cabello?
-----¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Paola se esponjo el ya de por sí esponjado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
Mariana continuo.
-----Kimy. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por amabas partes. Había echado de menos a Kimberly más que a nadie, se dijo Mariana, mirando a la alta muchacha. Kimberly jamás llevaba maquillaje; pero por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba. En aquel momento tenía una elegante ceja alzada mientras examinaba a Mariana.
-----Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
-----Ya sabes que nunca me bronceo.
Mariana le enseñó sus manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, como la porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Sheilalin.
-----Espera un momento; esto me recuerda algo -----terció Paola, agarrando una de las manos de Mariana-----. ¡Adivinen que aprendí de mi prima en este verano! -----Antes de que nadie pudiera hablar, ella mismo comunicó triunfal-----. Mi prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de Mariana.
-----Date prisa o vamos a llegar tarde -----dijo Mariana, un tanto impaciente.
-----De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del corazón? -----En el grupo, alguien lanzó una risita-----. Silencio; estoy penetrando en el vacío. Veo... Veo...
De improviso, el rostro de Paola pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de para en par, pero ya no parecía contemplar la mano de Mariana. Era como si mirara a través de ella... algo aterrador.
-----Conocerás a un desconocido alto y moreno -----murmuró Kimberly detrás de ella, y se escuchó un aluvión de risitas.
-----Alto sí, y desconocido..., pero no moreno, es pálido----- La voz de Paola sonaba lejana y baja.
-----Aunque -----prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo-----. Fue bajo en alguna ocasión.----- Los enormes ojos castaños se alzaron hacia Mariana, desconcertados-----. Pero eso es imposible..., ¿verdad? -----Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos-----. No quiero ver más.
-----Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos -----les dijo Mariana a las demás, vagamente irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso, trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo por qué aquella mañana casi le había dado un ataque...? Las jóvenes empezaron a caminar hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un motor puesto en marcha con precisión las detuvo en seco.
-----Ah, caray -----dijo Sheilalin, mirando fijamente-----. Vaya carrito, ¿eh?
-----Tremendo Porsche -----la corrigió Kimberly con sequedad. El elegante turbo 911 negro ronroneó por el estacionamiento, buscando un lugar mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió, y tuvieron una breve visión del conductor.
-----¡Oh, dios mío! -----Murmuró Sheilalin.
-----Ya puedes repetirlo -----musitó Paola.
Desde donde se encontraba, Mariana vio que tenía un cuerpo delgado, de atractiva musculatura. Llevaba unos pantalones de vestir negros, una camisa ajustada, igual negra y una gabardina oscura que llegaba hasta sus tobillos. El cabello era lacio... y negro.
No era moreno, sin embargo. Tenía la piel aún más blanca que la de ella.
Mariana soltó el aliento que había contenido.
-----¿Quién es ese hombre enmascarado? -----Preguntó Kimberly.
El comentario era acertado: unos oscuros lentes de sol cubrían completamente los ojos del joven, ocultando el rostro como una máscara.
-----Ese desconocido enmascarado -----dijo alguien más, y se elevó un murmulló de voces.
-----¿Vieron esa gabardina? Es coreana, seguro.
-----¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Nueva York!
-----¡Uh, ah! Mariana vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
-----Alto-blanco-y-apuesto, será mejor que tengas cuidado.
-----¡No es alto; es perfecto!
En medio de parloteo, la voz de Sheilalin se dejó escuchar de repente.
-----No la amueles, Mariana. Tú ya tienes a Yuchun. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con dos que no puedas hacer con uno?
-----Lo mismo..., sólo que durante más tiempo -----dijo Kimberly arrastrando las palabras, y el grupo prorrumpió en carcajadas.
El muchacho había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia, Mariana empezó a seguirlo, con las otras chicas detrás de ella, en un grupo compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Kimberly atrajo su mirada, y la muchacha sonrió, a pesar suyo.
-----Noblesse oblige -----dijo Kimberly en voz baja.
-----¿Que?
-----Si vas hacer la reina de la preparatoria, tienes que aguantar las consecuencias.
Mariana hizo una mueca mientras entraban al edificio. Un largo pasillo se extendía ante ellas, y una figura con pantalón de vestir y gabardina de piel oscura se desaparecía en aquel momento por la entrada de la oficina administrativa situada más allá.
Mariana aminoró el paso al acercarse al cubículo, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y se reían tontamente.
-----Hermosa vista posterior.
-----¿Creen que viene fuera del país?
Mariana aguzaba el oído para captar el nombre del muchacho. Parecía existir alguna especie de problema: La señora Judith, la secretaría de admisiones, miraba una lista y negaba con la cabeza. Él muchacho dijo algo, la señora Judith levantó las manos en un gesto que daba entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizo un dedo por la lista y volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. Él muchacho pareció dispuesto a marcharse pero luego se dio media vuelta. Y cuando la señora Judith alzó los ojos hacia él, su expresión cambio.
El desconocido tenía ahora los lentes de sol en la mano. La señora Judith parecía sobresaltada por algo; Mariana vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
Mariana deseó poder ver algo más que la nuca del mucilago. La señora Judith buscaba algo entre hileras de papeles en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin encontró una especie de formulario y escribió en él, luego lo volteó y lo empujó hacia el muchacho.
Éste escribió brevemente en el impreso -----firmandolo, probablemente----- y lo devolvió. La señora Judith lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en un montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento del joven mientras éste lo tomaba, inclinaba su cabeza en señal de agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
Mariana estaba loco de curiosidad a aquellas alturas. ¿Que acababa de suceder allí? ¿Y que aspecto tenía el rostro de aquel desconocido? Pero mientras salía de la oficina, él se colocaba ya otra vez los lentes de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el rostro de la cara cuando él se detuvo en al entrada. El cabello oscuro y lacio enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta y respingada... y una boca capaz de mantenerte despierto por toda la noche, de dijo Mariana. El labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran cantidad de sensualidad. El chismorreo de las chicas en el pasillo había cesado. Como si alguien haya apretado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada del muchacho ahora, mirando hacia cualquier sitio excepto a él. Mariana mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza ligeramente, quitándose el listón del pelo, de modo que éste cayó suelto alrededor de sus hombros.
Sin mirar ni aun lado ni a otro, el muchacho avanzó por el pasillo. Un coro de suspiros y susurros estalló en cuanto él ya no pudo escucharlos.
Mariana no oyó nada de todo ello.
Había pasado a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. A su lado, sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y Kimberly la jalaba del brazo.
------¿Qué?
------Dije que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso, ahora mismo. ¡Vamos!
Mariana permitió que Kimberly la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un tramo de escalera y al introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un asiento vació y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en realidad. La impresión a un no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada, sin una sonrisa. No recordaba cuánto un muchacho había echo eso. Todos la miraban, como mínimo. Algunos le chiflaban. Algunos se detenían para hablarle. Otros se limitaban a mirarla fijamente.
Y aquello siempre había complicado a Mariana.
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador de lo popular que eras. Y podían ser útiles para toda clase de cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba demasiado. Aveces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó Mariana, eran como cachorros. Adorables en su ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse en auténticos amigos. Como Yuchun.
Ah, Yuchun. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el chico que podía hacerla sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante otras chicas. Y realmente había llegado a sentir una afecto autentico por Yuchun. Pero en el transcurso de verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría por una prima o una hermana.
La señorita Mendoza estaba distribuyendo los libros de texto. Mariana tomó el suyo mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Yuchun más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a decirle que todo había terminado.
No había sabido como decírselo por carta. Tampoco sabia como decírselo ahora. No era que temiera que él fuera armarle un escándalo; sencillamente, no lo comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo había conseguido, no estaba allí. No con Yuchun, no con ninguno de los chicos con lo que había salido. Y entonces tenía que volver a empezar, desde el principio. Por suerte, siempre había material nuevo. Ningún chavo se la había resistido, y ningún chico la había desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordó aquel instante en el vestíbulo, Mariana descubrió que tenia los dedos crispados sobre la pluma que sostenía. Seguía sin poder creer que él la hubiera ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salio en tropel del aula, pero Mariana se detuvo en la entrada. Se mordió el labio, escrutando el rio de las estudiantes que cruzaban el pasillo. Entonces distingo a una de las chicas que habían estando pululando a su alrededor en el estacionamiento.
------¡Lidia! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
------Escucha, Lidia, ¿recuerdas a ese chico de esta mañana?
------¿El del Porsche y los... ejem... atractivos personales? ¿Cómo podría olvidarlo?
------Bueno, quiero su horario de clases. Consíguelo en la oficina administrativa si puedes, o cópialo de él si es necesario. ¡Pero hazlo!
Lidia se mostró sorprendida durante un instante, luego sonrió de oreja a oreja y asintió.
------De acuerdo, Mariana, lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora de la comida si puedo conseguirlo.
------Gracias.
Mariana contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
------¿Sabes?, estas realmente loca ------dijo Kimberly en su oído.
------¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu autoridad a veces? ------replicó ella con tranquilidad------. ¿Adónde voy ahora?
------Tecnologías. Toma, quédatelo ------Kimberly le tendió bruscamente un horario------. Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
La clase de tecnológicas y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. Mariana había esperado vislumbrar otra vez al nuevo alumno, pero no estaba en ninguna de sus clases. Yuchun sí estaba en una, y sintió una punzada cuando los ojos cafés oscuros de él se encontraron con los suyos, con una sonrisa.
Al sonar la campana que anunciaba la hora de la comida, saludó con la cabeza a derecha e izquierda mientras iba hacia la cafetería. Sheilalin estaba afuera, apoyada con el aire indiferente contra una pared, con la barbilla levantada, los hombros echados hacia atrás y las caderas hacia adelante. Los dos muchachos con los que hablaba se callaron y dieron codazos al acercase Mariana.
------Hola ------saludó lacónica Mariana a los chicos, y luego le dijo a Sheilalin------: ¿Lista para entrar a comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a Mariana, y apartó unos brillantes cabellos castaños rojizos del rostro.
------¿En la mesa real? ------Preguntó.
Mariana se sintió desconcertada. Sheilalin y ella habían sido amigas desde el kinder, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente algo había sucedido a Sheilalin, que había empezado a tomarse la rivalidad cada vez más en serio. Y en aquel momento, a Mariana le sorprendió la amargura en la voz de la otra muchacha.
-------Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la “plebe” ------respondió en tono desenfadado.
------Ah, en eso tienes mucha razón ------respondió Sheilalin, girando para colocarse totalmente de cara a Mariana.
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a Mariana le impresionó la hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco a poco.
Sheilalin no preció advertirlo.
------Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, Mariana ------prosiguió------. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
Mariana había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
------Es posible ------respondió------. Pero yo no me compraría aún un centro si fuera tú, Sheilalin. ------Dio media vuelta y entro al comedor.
Fue un alivio ver a Kimberly y a Paola, y a Lidia junto a ellas. Sintió como sus mejillas se enfriaban mientras elegía su comida e iba a reunirse con ellas. No dejaría que Sheilalin la trastornara: no pensaría en absoluto en ella.
------Lo tengo ------anunció Lidia, agitando un trozo de papel cuando Mariana se sentó.
------Y yo tengo cosas interesantes que contar ------presumió Paola------. Mariana, escucha esto. Está en mi clase de biología, y mi pupitre está cerca del suyo. Su nombre es Junsu, Kim Junsu, viene de Corea del Sur y se hospeda en la casa de la anciana señora Gutiérrez, en las afueras de la cuidad.------ Suspiró------. Es tan romántico... A Sheilalin se le cayeron los libros, y él se los recogió.
------Qué torpe es Sheilalin ------comentó Mariana, haciendo un gesto------. ¿Qué más sucedió?
------Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misterioso, ¿sabes? La señora Ángela, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara los lentes, pero no quiso hacerlo. Padece de una infección.
------¿Qué clase de infección?
------No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería romántico?
------Oh, sí, mucho ------dijo Kimberly.
Mariana revisaba la hoja de papel de Lidia, mordiéndose el labio.
------Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
------Yo ------respondió Paola------. Y creó que Sheilalin también. Ah, y a lo mejor Yuchun; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener como maestro al señor Tanner. ¿Se dan cuenta?
------¿De qué?
------De que Yuchun y Junsu son del mismo País ------prosiguió------. De Corea del Sur... Seguro se harán muy buenos amigos.
------Cierto ------dijo Lidia.
Maravilloso, se dijo Mariana, tomando el tenedor y acuchillando su puré de papas. Parecía que la séptima hora de clases iba ser sumamente interesante.
Junsu se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellos recintos y pasillos atesados, aunque solo fuera durante unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces mentales rodeándolo, lo mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una multitud de gente como aquella.
Una mente en particular destacaba de la demás. Ella había estado entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio de la preparatoria. No sabía que aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era impresionante. Estaba seguro de que podía reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la farsa. Había usado los poderes sólo dos veces, y además con moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pensar, hambriento. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía por eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y la vez vital, resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada frente a él. En el mismo instante en lo que pensaba, ella volteó la cabeza y él miró su rostro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Naony! Pero, por supuesto, no podía ser. Naony estaba muerta, nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un castaño dorado pálido, tan brillante que parecía alumbrar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre lo había echo pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre lo pómulos. Y los ojos... Los ajos de Naony habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos pensaba era pensar en Naony. No quería mirar aquella chica que se la recordaba, y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volteó la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió No le importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con las voz monótona del profesor desparramándose sobre él sin que la escuchara. Pero podía oler el sutil rastro de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayéndole a ambos lados.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció que la seductora sensación de sus dientes..., era mas un hormigueo o un cosquilleo que un dolo persistente. Era hambre, un hambre especifica y no un hambre que pensara satisfacer.
El profesor pasaba por el aula como un hurón, haciendo preguntas, y Junsu fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ese era el propósito del profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha delgada con abundantes rizos rojos y cara en forma de corazón. Junsu contemplo con disgusto cómo el profesor la importunaba con sus preguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
------¡Ven a lo qué me refiero? Ustedes piensas que son la gran cosa; estudiantes de último curso ya, listo para graduarse. Bien, permitanme que les diga esto: algunos do estas preparados ni para graduarse del kinder. ¡Cómo está! ------Señaló en dirección a la chica pelirroja------. No tiene idea sobre la revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Junsu empezaron a moverse incómodos. Pudo percibir el rencor en sus mentes, y la humillación. Y el miedo. Todos le temían aquel hombrecito delgado con ojos parecidos a los de un tlacuache, incluso los chavos mas grandotes que eran más altos que él.
------A ver, probemos con otra época. ------El profesor se volteó de nuevo hacia la misma chica a la que había estando interrogando------. Durante el renacimiento... ------Se interrumpió así mismo------. Sabes al menos qué es el renacimiento, ¿verdad? El periodo entre los siglos XIII y XVII, durante en el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El periodo que alumbró a tantos de los artistas y pensadores mas importantes de Europa. ------Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió------. Durante el renacimiento, ¿qué hacían los alumnos de la edad de ustedes en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo? La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
------¿Jugar fútbol?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
------¡Más bien no! ------vociferó, y la clase enmudeció------. ¿Crees que esto es un chiste? Pues fíjense, en estos días, los estudiantes de su edad dominaban ya varios idiomas. También habían llegado hacer expertos en lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada curso se ensañaba latín. El fútbol sería rotundamente la última cosa en la que...
------Disculpe.
La sosegada voz detuvo al profesor en la mitad del sermón.
Todo el mundo se volteó para mirar a Junsu.
------¿Qué? ¿Qué dijiste?
------Le dije: disculpe.------ repitió Junsu, quitándose los lentes y poniéndose de pie------. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a practicar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo, como el críquet, el tenis... e incluso el fútbol. ------Se volteó a mirar a la chica pelirroja y sonrío, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al profesor, añadió------: Pero las cosas más importantes que aprendían eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de rabia, y el hombre tartamudeaba. Pero Junsu siguió sosteniendo la mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quién desvió los ojos.
Sonó la campana.
Junsu se puso rápidamente los lentes y recogió sus libros. Ya había atraído más la atención sobre sí de la que debería, y no quería mirar a la chica castaña otra vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
------¡Eh! ¿Realmente jugaban fútbol en aquellos tiempo?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
------Claro que sí. Aveces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
Mariana lo observo mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La había desairado a propósito, y delante de Sheilalin, que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero aquel momento sólo una idea bullía en su cabeza.
Lo tendría, incluso aunque le costara la vida. Aunque les costará la vida a los dos, lo tendría.
Autora: Ana R. Mendez
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Por favor, no se te olvide comentar y darle like... Recuerda que esa es la motivación de todo escritor cybernetico XD
Tan pronto puso un pie en el estacionamiento de la escuela, Mariana se vio rodeada. Todo el mundo estaba allí, la pandilla que no había visto desde finales de junio, mas cuatro o cinco advenedizas que esperaban obtener popularidad por asociación. Uno a uno, acepto los abrazos de bienvenida de su propio grupo.
Sheilalin Ascona había crecido al menos unos tres centímetros y resultaba más sensual y más parecida a una modelo de televisión que nunca. Recibió a Mariana con frialdad y retrocedió con los ojos verdes entrecerrados como los de un gato.
Paola no había crecido en absoluto, y su rizada cabeza café apenas le llegaba a Mariana a media cara cuando le arrojo los brazos al cuello. «Un momento... ¿rizos?», pensó Mariana. Apartó a la delgada muchacha.
-----¡Paola! ¿Que le hiciste a tu cabello?
-----¿Te gusta? Creo que me hace parecer más alta.
Paola se esponjo el ya de por sí esponjado flequillo y sonrió, los ojos castaños centelleando emocionados y el menudo rostro ovalado encendido.
Mariana continuo.
-----Kimy. No has cambiado nada.
Aquel abrazo fue igualmente afectuoso por amabas partes. Había echado de menos a Kimberly más que a nadie, se dijo Mariana, mirando a la alta muchacha. Kimberly jamás llevaba maquillaje; pero por otra parte, con su perfecta tez aceitunada y sus espesas pestañas negras, no lo necesitaba. En aquel momento tenía una elegante ceja alzada mientras examinaba a Mariana.
-----Bueno, tus cabellos son dos tonos más claros debido al sol... Pero ¿dónde está tu bronceado? Creía que te estabas dando la gran vida en la Costa Azul.
-----Ya sabes que nunca me bronceo.
Mariana le enseñó sus manos para que las inspeccionara. La piel estaba impecable, como la porcelana, pero casi tan blanca y traslúcida como la de Sheilalin.
-----Espera un momento; esto me recuerda algo -----terció Paola, agarrando una de las manos de Mariana-----. ¡Adivinen que aprendí de mi prima en este verano! -----Antes de que nadie pudiera hablar, ella mismo comunicó triunfal-----. Mi prima me dijo que soy médium. Ahora, veamos...
Escrutó la palma de Mariana.
-----Date prisa o vamos a llegar tarde -----dijo Mariana, un tanto impaciente.
-----De acuerdo, de acuerdo. Bien, ésta es tu línea de la vida... ¿o es la línea del corazón? -----En el grupo, alguien lanzó una risita-----. Silencio; estoy penetrando en el vacío. Veo... Veo...
De improviso, el rostro de Paola pareció desconcertado, como si se hubiera sobresaltado. Los ojos castaños se abrieron de para en par, pero ya no parecía contemplar la mano de Mariana. Era como si mirara a través de ella... algo aterrador.
-----Conocerás a un desconocido alto y moreno -----murmuró Kimberly detrás de ella, y se escuchó un aluvión de risitas.
-----Alto sí, y desconocido..., pero no moreno, es pálido----- La voz de Paola sonaba lejana y baja.
-----Aunque -----prosiguió tras un instante, con aspecto perplejo-----. Fue bajo en alguna ocasión.----- Los enormes ojos castaños se alzaron hacia Mariana, desconcertados-----. Pero eso es imposible..., ¿verdad? -----Soltó la mano de su amiga, casi arrojándola lejos-----. No quiero ver más.
-----Muy bien, se acabó el espectáculo. Vamos -----les dijo Mariana a las demás, vagamente irritada.
Siempre le había parecido que los trucos de las médiums no eran más que eso, trucos. Entonces, ¿por qué se sentía molesta? ¿Sólo por qué aquella mañana casi le había dado un ataque...? Las jóvenes empezaron a caminar hacia el edificio de la escuela, pero el rugido de un motor puesto en marcha con precisión las detuvo en seco.
-----Ah, caray -----dijo Sheilalin, mirando fijamente-----. Vaya carrito, ¿eh?
-----Tremendo Porsche -----la corrigió Kimberly con sequedad. El elegante turbo 911 negro ronroneó por el estacionamiento, buscando un lugar mientras se movía perezosamente como una pantera acechando a su presa.
Cuando el automóvil se detuvo, la puerta se abrió, y tuvieron una breve visión del conductor.
-----¡Oh, dios mío! -----Murmuró Sheilalin.
-----Ya puedes repetirlo -----musitó Paola.
Desde donde se encontraba, Mariana vio que tenía un cuerpo delgado, de atractiva musculatura. Llevaba unos pantalones de vestir negros, una camisa ajustada, igual negra y una gabardina oscura que llegaba hasta sus tobillos. El cabello era lacio... y negro.
No era moreno, sin embargo. Tenía la piel aún más blanca que la de ella.
Mariana soltó el aliento que había contenido.
-----¿Quién es ese hombre enmascarado? -----Preguntó Kimberly.
El comentario era acertado: unos oscuros lentes de sol cubrían completamente los ojos del joven, ocultando el rostro como una máscara.
-----Ese desconocido enmascarado -----dijo alguien más, y se elevó un murmulló de voces.
-----¿Vieron esa gabardina? Es coreana, seguro.
-----¿Cómo puedes saberlo? ¡Nunca has ido más allá de Nueva York!
-----¡Uh, ah! Mariana vuelve a tener esa mirada. Esa expresión cazadora.
-----Alto-blanco-y-apuesto, será mejor que tengas cuidado.
-----¡No es alto; es perfecto!
En medio de parloteo, la voz de Sheilalin se dejó escuchar de repente.
-----No la amueles, Mariana. Tú ya tienes a Yuchun. ¿Qué más quieres? ¿Qué puedes hacer con dos que no puedas hacer con uno?
-----Lo mismo..., sólo que durante más tiempo -----dijo Kimberly arrastrando las palabras, y el grupo prorrumpió en carcajadas.
El muchacho había cerrado el coche y caminaba hacia la escuela. Con indiferencia, Mariana empezó a seguirlo, con las otras chicas detrás de ella, en un grupo compacto. Por un instante, la irritación burbujeó en su interior. ¿Es que no podía ir a ninguna parte sin toda una procesión pisándole los talones? Pero Kimberly atrajo su mirada, y la muchacha sonrió, a pesar suyo.
-----Noblesse oblige -----dijo Kimberly en voz baja.
-----¿Que?
-----Si vas hacer la reina de la preparatoria, tienes que aguantar las consecuencias.
Mariana hizo una mueca mientras entraban al edificio. Un largo pasillo se extendía ante ellas, y una figura con pantalón de vestir y gabardina de piel oscura se desaparecía en aquel momento por la entrada de la oficina administrativa situada más allá.
Mariana aminoró el paso al acercarse al cubículo, deteniéndose por fin para contemplar pensativa los mensajes del tablero de anuncios de corcho situado junto a la puerta. En aquel punto había una gran ventana desde la que resultaba visible toda la habitación.
Las otras chicas miraban descaradamente por la ventana y se reían tontamente.
-----Hermosa vista posterior.
-----¿Creen que viene fuera del país?
Mariana aguzaba el oído para captar el nombre del muchacho. Parecía existir alguna especie de problema: La señora Judith, la secretaría de admisiones, miraba una lista y negaba con la cabeza. Él muchacho dijo algo, la señora Judith levantó las manos en un gesto que daba entender: «¿Qué puedo hacer?». Deslizo un dedo por la lista y volvió a negar con la cabeza, de manera concluyente. Él muchacho pareció dispuesto a marcharse pero luego se dio media vuelta. Y cuando la señora Judith alzó los ojos hacia él, su expresión cambio.
El desconocido tenía ahora los lentes de sol en la mano. La señora Judith parecía sobresaltada por algo; Mariana vio cómo pestañeaba varias veces. Los labios de la mujer se abrieron y cerraron como si intentara hablar.
Mariana deseó poder ver algo más que la nuca del mucilago. La señora Judith buscaba algo entre hileras de papeles en aquellos momentos, con expresión aturdida. Por fin encontró una especie de formulario y escribió en él, luego lo volteó y lo empujó hacia el muchacho.
Éste escribió brevemente en el impreso -----firmandolo, probablemente----- y lo devolvió. La señora Judith lo miró fijamente durante un segundo, luego rebuscó en un montón de papeles, para finalmente entregarle lo que parecía un horario de clases. Sus ojos no se apartaron ni un momento del joven mientras éste lo tomaba, inclinaba su cabeza en señal de agradecimiento y se dirigía hacia la puerta.
Mariana estaba loco de curiosidad a aquellas alturas. ¿Que acababa de suceder allí? ¿Y que aspecto tenía el rostro de aquel desconocido? Pero mientras salía de la oficina, él se colocaba ya otra vez los lentes de sol. La embargó la desilusión.
Con todo, pudo ver el rostro de la cara cuando él se detuvo en al entrada. El cabello oscuro y lacio enmarcaba facciones tan delicadas que podían haber sido sacadas de una antigua moneda o un medallón romanos. Pómulos prominentes, una clásica nariz recta y respingada... y una boca capaz de mantenerte despierto por toda la noche, de dijo Mariana. El labio superior estaba maravillosamente esculpido, con cierta sensibilidad y una gran cantidad de sensualidad. El chismorreo de las chicas en el pasillo había cesado. Como si alguien haya apretado un interruptor.
La mayoría desviaba la mirada del muchacho ahora, mirando hacia cualquier sitio excepto a él. Mariana mantuvo su puesto junto a la ventana y sacudió la cabeza ligeramente, quitándose el listón del pelo, de modo que éste cayó suelto alrededor de sus hombros.
Sin mirar ni aun lado ni a otro, el muchacho avanzó por el pasillo. Un coro de suspiros y susurros estalló en cuanto él ya no pudo escucharlos.
Mariana no oyó nada de todo ello.
Había pasado a su lado sin prestarle atención, se dijo, aturdida. A su lado, sin dirigirle ni una mirada.
Vagamente, advirtió que sonaba la campana y Kimberly la jalaba del brazo.
------¿Qué?
------Dije que aquí tienes tu horario. Tenemos matemáticas en el segundo piso, ahora mismo. ¡Vamos!
Mariana permitió que Kimberly la empujara pasillo adelante, la hiciera subir un tramo de escalera y al introdujera en un aula. Se instaló automáticamente en un asiento vació y clavó los ojos en la profesora, que estaba delante, sin verla en realidad. La impresión a un no se había desvanecido.
Había pasado por su lado sin prestarle atención. Sin una mirada, sin una sonrisa. No recordaba cuánto un muchacho había echo eso. Todos la miraban, como mínimo. Algunos le chiflaban. Algunos se detenían para hablarle. Otros se limitaban a mirarla fijamente.
Y aquello siempre había complicado a Mariana.
Al fin y al cabo, ¿había algo más importante que los chicos? Ellos eran el indicador de lo popular que eras. Y podían ser útiles para toda clase de cosas. En ocasiones resultaban excitantes, pero por lo general eso no duraba demasiado. Aveces eran desagradables desde el principio.
La mayoría de los chicos, reflexionó Mariana, eran como cachorros. Adorables en su ambiente, pero prescindibles. Unos pocos podían ser más que eso, podían convertirse en auténticos amigos. Como Yuchun.
Ah, Yuchun. El año anterior había esperado que fuera la persona que buscaba, el chico que podía hacerla sentir..., bueno, algo más. Más que el arrebato triunfal de hacer una conquista, el orgullo de exhibir la nueva adquisición ante otras chicas. Y realmente había llegado a sentir una afecto autentico por Yuchun. Pero en el transcurso de verano, cuando tuvo tiempo de pensar, comprendió que era el afecto que sentiría por una prima o una hermana.
La señorita Mendoza estaba distribuyendo los libros de texto. Mariana tomó el suyo mecánicamente y escribió su nombre en el interior, sumida aún en sus reflexiones.
Le gustaba Yuchun más que cualquier otro chico que había conocido. Y por eso iba a decirle que todo había terminado.
No había sabido como decírselo por carta. Tampoco sabia como decírselo ahora. No era que temiera que él fuera armarle un escándalo; sencillamente, no lo comprendería. Ella tampoco lo comprendía en realidad.
Era como si siempre intentara alcanzar... algo. Sólo que cuando pensaba que lo había conseguido, no estaba allí. No con Yuchun, no con ninguno de los chicos con lo que había salido. Y entonces tenía que volver a empezar, desde el principio. Por suerte, siempre había material nuevo. Ningún chavo se la había resistido, y ningún chico la había desairado jamás. Hasta aquel momento.
Hasta aquel momento. Recordó aquel instante en el vestíbulo, Mariana descubrió que tenia los dedos crispados sobre la pluma que sostenía. Seguía sin poder creer que él la hubiera ignorado de aquel modo.
Sonó la campana y todo el mundo salio en tropel del aula, pero Mariana se detuvo en la entrada. Se mordió el labio, escrutando el rio de las estudiantes que cruzaban el pasillo. Entonces distingo a una de las chicas que habían estando pululando a su alrededor en el estacionamiento.
------¡Lidia! Ven aquí.
La aludida se acercó entusiasmada, con el poco agraciado rostro iluminándose.
------Escucha, Lidia, ¿recuerdas a ese chico de esta mañana?
------¿El del Porsche y los... ejem... atractivos personales? ¿Cómo podría olvidarlo?
------Bueno, quiero su horario de clases. Consíguelo en la oficina administrativa si puedes, o cópialo de él si es necesario. ¡Pero hazlo!
Lidia se mostró sorprendida durante un instante, luego sonrió de oreja a oreja y asintió.
------De acuerdo, Mariana, lo intentaré. Me reuniré contigo a la hora de la comida si puedo conseguirlo.
------Gracias.
Mariana contempló a la muchacha mientras ésta se alejaba.
------¿Sabes?, estas realmente loca ------dijo Kimberly en su oído.
------¿De qué sirve ser la reina de la escuela si no puedes abusar un poco de tu autoridad a veces? ------replicó ella con tranquilidad------. ¿Adónde voy ahora?
------Tecnologías. Toma, quédatelo ------Kimberly le tendió bruscamente un horario------. Tengo que ir corriendo a química. ¡Nos vemos luego!
La clase de tecnológicas y el resto de la mañana pasaron de un modo vago. Mariana había esperado vislumbrar otra vez al nuevo alumno, pero no estaba en ninguna de sus clases. Yuchun sí estaba en una, y sintió una punzada cuando los ojos cafés oscuros de él se encontraron con los suyos, con una sonrisa.
Al sonar la campana que anunciaba la hora de la comida, saludó con la cabeza a derecha e izquierda mientras iba hacia la cafetería. Sheilalin estaba afuera, apoyada con el aire indiferente contra una pared, con la barbilla levantada, los hombros echados hacia atrás y las caderas hacia adelante. Los dos muchachos con los que hablaba se callaron y dieron codazos al acercase Mariana.
------Hola ------saludó lacónica Mariana a los chicos, y luego le dijo a Sheilalin------: ¿Lista para entrar a comer?
Los ojos verdes de la muchacha apenas oscilaron en dirección a Mariana, y apartó unos brillantes cabellos castaños rojizos del rostro.
------¿En la mesa real? ------Preguntó.
Mariana se sintió desconcertada. Sheilalin y ella habían sido amigas desde el kinder, y siempre habían competido entre sí con buen humor. Pero últimamente algo había sucedido a Sheilalin, que había empezado a tomarse la rivalidad cada vez más en serio. Y en aquel momento, a Mariana le sorprendió la amargura en la voz de la otra muchacha.
-------Bueno, no se puede decir precisamente que tú pertenezcas a la “plebe” ------respondió en tono desenfadado.
------Ah, en eso tienes mucha razón ------respondió Sheilalin, girando para colocarse totalmente de cara a Mariana.
Sus ojos verdes estaban entrecerrados y velados, y a Mariana le impresionó la hostilidad que vio en ellos. Los dos muchachos sonrieron inquietos y se alejaron poco a poco.
Sheilalin no preció advertirlo.
------Muchas cosas han cambiado mientras estabas fuera este verano, Mariana ------prosiguió------. Y simplemente es posible que tu tiempo en el trono se esté acabando.
Mariana había enrojecido; lo notaba. Se esforzó por mantener la voz tranquila.
------Es posible ------respondió------. Pero yo no me compraría aún un centro si fuera tú, Sheilalin. ------Dio media vuelta y entro al comedor.
Fue un alivio ver a Kimberly y a Paola, y a Lidia junto a ellas. Sintió como sus mejillas se enfriaban mientras elegía su comida e iba a reunirse con ellas. No dejaría que Sheilalin la trastornara: no pensaría en absoluto en ella.
------Lo tengo ------anunció Lidia, agitando un trozo de papel cuando Mariana se sentó.
------Y yo tengo cosas interesantes que contar ------presumió Paola------. Mariana, escucha esto. Está en mi clase de biología, y mi pupitre está cerca del suyo. Su nombre es Junsu, Kim Junsu, viene de Corea del Sur y se hospeda en la casa de la anciana señora Gutiérrez, en las afueras de la cuidad.------ Suspiró------. Es tan romántico... A Sheilalin se le cayeron los libros, y él se los recogió.
------Qué torpe es Sheilalin ------comentó Mariana, haciendo un gesto------. ¿Qué más sucedió?
------Bueno, eso es todo. En realidad no habló con ella. Es muuuy misterioso, ¿sabes? La señora Ángela, mi profesora de biología, intentó conseguir que se quitara los lentes, pero no quiso hacerlo. Padece de una infección.
------¿Qué clase de infección?
------No lo sé. A lo mejor es terminal y sus días están contados. ¿No sería romántico?
------Oh, sí, mucho ------dijo Kimberly.
Mariana revisaba la hoja de papel de Lidia, mordiéndose el labio.
------Está en mi séptima hora, Historia Europea. ¿Alguien más tiene esa clase?
------Yo ------respondió Paola------. Y creó que Sheilalin también. Ah, y a lo mejor Yuchun; dijo algo ayer sobre lo mala que era su suerte al tener como maestro al señor Tanner. ¿Se dan cuenta?
------¿De qué?
------De que Yuchun y Junsu son del mismo País ------prosiguió------. De Corea del Sur... Seguro se harán muy buenos amigos.
------Cierto ------dijo Lidia.
Maravilloso, se dijo Mariana, tomando el tenedor y acuchillando su puré de papas. Parecía que la séptima hora de clases iba ser sumamente interesante.
Junsu se alegró de que el día escolar finalizara ya. Deseaba abandonar aquellos recintos y pasillos atesados, aunque solo fuera durante unos minutos.
Tantas mentes. La presión de tantas pautas de pensamiento, de tantas voces mentales rodeándolo, lo mareaba. Hacía años que no había estado en medio de una multitud de gente como aquella.
Una mente en particular destacaba de la demás. Ella había estado entre los que lo observaban en el pasillo principal del edificio de la preparatoria. No sabía que aspecto tenía la muchacha, pero su personalidad era impresionante. Estaba seguro de que podía reconocerla.
Hasta el momento, al menos, había sobrevivido al primer día de la farsa. Había usado los poderes sólo dos veces, y además con moderación. Pero estaba cansado, y, admitió con pensar, hambriento. El conejo no había sido suficiente.
Ya se preocuparía por eso más tarde. Localizó su última aula y se sentó. E inmediatamente sintió la presencia de aquella mente otra vez.
En el límite de su conciencia, una luz dorada, suave y la vez vital, resplandecía. Y, por primera vez, consiguió localizar a la chica de la que procedía. Estaba sentada frente a él. En el mismo instante en lo que pensaba, ella volteó la cabeza y él miró su rostro. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no lanzar una exclamación de sorpresa.
¡Naony! Pero, por supuesto, no podía ser. Naony estaba muerta, nadie lo sabía mejor que él.
Con todo, el parecido era asombroso. Aquel cabello de un castaño dorado pálido, tan brillante que parecía alumbrar tenuemente. Aquella piel cremosa, que siempre lo había echo pensar en cisnes o en alabastro, sonrojándose con un leve tono rosa sobre lo pómulos. Y los ojos... Los ajos de Naony habían sido de un color que no había visto nunca antes; más oscuros que el azul celeste, tan intensos como el lapislázuli de su enjoyada diadema. Esa chica tenía los mismos ojos.
Y estaban puestos directamente en él mientras le sonreía.
Rápidamente, bajó los ojos, apartándolos de la sonrisa. Lo que menos pensaba era pensar en Naony. No quería mirar aquella chica que se la recordaba, y no quería seguir sintiendo su presencia. Mantuvo los ojos puestos en el pupitre, bloqueando su mente con toda la energía de que fue capaz. Y por fin, lentamente, ella volteó la cabeza otra vez.
Se sentía herida. Incluso a través de los bloqueos, lo percibió No le importó. De hecho, le satisfacía, y esperó que eso la mantuviera lejos de él. Aparte de eso, no sentía ninguna otra cosa por ella.
No dejó de decirse eso mientras permanecía allí sentado, con las voz monótona del profesor desparramándose sobre él sin que la escuchara. Pero podía oler el sutil rastro de algún perfume..., violetas, se dijo. Y el delgado cuello de la chica estaba inclinado sobre su libro, con el cabello cayéndole a ambos lados.
Lleno de ira y contrariedad, reconoció que la seductora sensación de sus dientes..., era mas un hormigueo o un cosquilleo que un dolo persistente. Era hambre, un hambre especifica y no un hambre que pensara satisfacer.
El profesor pasaba por el aula como un hurón, haciendo preguntas, y Junsu fijó deliberadamente su atención en el hombre. En un principio se sintió perplejo, pues a pesar de que ninguno de los alumnos sabía las respuestas, las preguntas seguían llegando. Entonces comprendió que ese era el propósito del profesor. Avergonzar a los alumnos con lo que no sabían.
En aquel mismo instante había encontrado a otra víctima, una muchacha delgada con abundantes rizos rojos y cara en forma de corazón. Junsu contemplo con disgusto cómo el profesor la importunaba con sus preguntas. La muchacha parecía muy desgraciada cuando él se apartó de ella para dirigirse a toda la clase.
------¡Ven a lo qué me refiero? Ustedes piensas que son la gran cosa; estudiantes de último curso ya, listo para graduarse. Bien, permitanme que les diga esto: algunos do estas preparados ni para graduarse del kinder. ¡Cómo está! ------Señaló en dirección a la chica pelirroja------. No tiene idea sobre la revolución francesa. Cree que María Antonieta era una estrella del cine mudo.
Los alumnos que rodeaban a Junsu empezaron a moverse incómodos. Pudo percibir el rencor en sus mentes, y la humillación. Y el miedo. Todos le temían aquel hombrecito delgado con ojos parecidos a los de un tlacuache, incluso los chavos mas grandotes que eran más altos que él.
------A ver, probemos con otra época. ------El profesor se volteó de nuevo hacia la misma chica a la que había estando interrogando------. Durante el renacimiento... ------Se interrumpió así mismo------. Sabes al menos qué es el renacimiento, ¿verdad? El periodo entre los siglos XIII y XVII, durante en el que Europa redescubrió las grandes ideas de la antigua Grecia y Roma. El periodo que alumbró a tantos de los artistas y pensadores mas importantes de Europa. ------Cuando la chica asintió atropelladamente, él prosiguió------. Durante el renacimiento, ¿qué hacían los alumnos de la edad de ustedes en la escuela? ¿Alguna idea? ¿Se te ocurre algo? La muchacha tragó con fuerza y, con una débil sonrisa, dijo:
------¿Jugar fútbol?
Ante las carcajadas que siguieron, el rostro del profesor se ensombreció.
------¡Más bien no! ------vociferó, y la clase enmudeció------. ¿Crees que esto es un chiste? Pues fíjense, en estos días, los estudiantes de su edad dominaban ya varios idiomas. También habían llegado hacer expertos en lógica, matemáticas, astronomía, filosofía y gramática. Estaban listos para pasar a una universidad en la que cada curso se ensañaba latín. El fútbol sería rotundamente la última cosa en la que...
------Disculpe.
La sosegada voz detuvo al profesor en la mitad del sermón.
Todo el mundo se volteó para mirar a Junsu.
------¿Qué? ¿Qué dijiste?
------Le dije: disculpe.------ repitió Junsu, quitándose los lentes y poniéndose de pie------. Pero está equivocado. A los estudiantes del Renacimiento se les animaba a practicar en juegos. Se les enseñaba que un cuerpo sano conlleva una mente sana. Y, desde luego, tenían deportes de equipo, como el críquet, el tenis... e incluso el fútbol. ------Se volteó a mirar a la chica pelirroja y sonrío, y ella le devolvió la sonrisa con gratitud; dirigiéndose al profesor, añadió------: Pero las cosas más importantes que aprendían eran buenos modales y urbanidad. Estoy seguro que su libro se lo dirá.
Algunos alumnos sonreían abiertamente. El rostro del profesor estaba rojo de rabia, y el hombre tartamudeaba. Pero Junsu siguió sosteniendo la mirada, y al cabo de un minuto fue el otro quién desvió los ojos.
Sonó la campana.
Junsu se puso rápidamente los lentes y recogió sus libros. Ya había atraído más la atención sobre sí de la que debería, y no quería mirar a la chica castaña otra vez. Además, necesitaba salir de allí rápidamente; notaba una familiar sensación abrasadora en sus venas.
Cuando llegaba a la puerta, alguien gritó:
------¡Eh! ¿Realmente jugaban fútbol en aquellos tiempo?
No pudo evitar lanzar una sonrisa burlona por encima del hombro.
------Claro que sí. Aveces con las cabezas cortadas de los prisioneros de guerra.
Mariana lo observo mientras se alejaba. La había rechazado deliberadamente. La había desairado a propósito, y delante de Sheilalin, que no le había quitado los ojos de encima. Las lágrimas ardían en sus ojos, pero aquel momento sólo una idea bullía en su cabeza.
Lo tendría, incluso aunque le costara la vida. Aunque les costará la vida a los dos, lo tendría.
Autora: Ana R. Mendez
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