jueves, 8 de mayo de 2014

confunsion y conflicto Cap 6






26 de septiembre

Querido diario:

Lamento que haya pasado tanto tiempo; en realidad no puedo explicar por qué no he escrito: sólo que hay muchísimas cosas de las que me da miedo hablar, incluso a ti.

Primero sucedió algo realmente espantoso. El día que Paola, Kimy y yo estuvimos en el cementerio, atacaron a un anciano allí, y casi lo matan. La policía todavía no ha encontrado a la persona que lo hizo, y la gente cree que el anciano estaba loco, porque cuando despertó empezó a delirar sobre «ojos en la oscuridad» y robles y cosas. Pero recuerdo lo que nos sucedió a nosotras esa noche y me hago preguntas. Y me asusta.

Todo el mundo estuvo aterrizado durante un tiempo, y todos los niños tuvieron que permanecer dentro de sus casas después de que oscurecía o salir en grupos. Pero ya pasaron casi tres semanas sin que hayan ocurrido más ataques, de modo que toda la conmoción va calmándose poco a poco. Mi madre no puede entender ese ataque, El padre de Patrick Mendieta sugirió que el anciano podría haberse herido a sí mismo; aunque me gustaría ver cómo alguien se muerde a sí mismo en la garganta.

Por con lo que he estado ocupada sobre todo es con el plan B. Por el momento las cosas van bien. Recibí varias cartas y un ramo de rosas rojas de «Luis Duarte» (el tío de Kimy vende flores), y todo el mundo parece haber olvidado que me sentí interesada en algún momento por Junsu, Así que mi posición social está segura. Ni siquiera Sheilalin me ha causado problemas.

De hecho, no sé que anda haciendo Sheilalin esto días, y tampoco me importa. Ya nunca la veo a la hora de la comida no después de clases; parece haberse distanciado por completo de su antiguo grupo.

Sólo ha una cosa que me importa en estos momentos: Junsu. Ni siquiera Paola y Kimy se dan cuenta de lo vital que es para mí, y me da miedo decírselo; temo que pensarían que estoy loca. En la escuela muestro una máscara de calma y autocontrol, pero interiormente..., bueno, sencillamente, cada día empeora el asunto.

Mi madre ha empezado a preocuparse por mí. Dice que no como suficiente estos días, y tiene razón. Parezco incapaz de concertarme en mis clases, ni en nada divertido, como lo de la Casa Encantada para recaudar fondos. No puedo concentrarme en nada que no sea él. Y ni siquiera comprendo el motivo.

No me ha dirigido la palabra desde aquella tarde horrible. Pero te contare algo extraño. La semana pasada, durante la clase de historia levante los ojos un momento y lo sorprendí mirándome. Estábamos sentados a unos cuantos asientos de distancia, y él estaba totalmente volteado de lado en su pupitre, mirando hacia mí. Por un momento me sentí casi asustada y mi corazón empezó a latir con fuerza, y simplemente nos quedamos mirándonos fijamente una a otro..., y después él desvió la mirada. Pero desde entonces ha sucedido lo mismo otras dos veces, y en cada ocasión noté sus ojos puestos en mí, literalmente, antes de verlos. Es cierto. Sé que no es imaginación.

No se parece a ningún chico que haya conocido.

Parece tan aislado, tan solo... Aunque sea por elección propia. Ha causado un gran impacto en el equipo de fútbol, pero no sale por ahí a dar la vuelta con ninguno de los chicos, excepto tal vez con Yuchun. Yuchun es el único con el que habla. Tampoco sale con ninguna chica, que yo sepa, de modo que quizá el rumor de que es un agente antipiréticos está funcionando. Pero es más probable que esté evitando a otras personas y no que ellas lo eviten a él. Desaparece entre clases y después de los entrenamientos, y ni una sola vez lo he visto en la cafetería. Jamás ha invitado a nadie a su habitación en la casa de huéspedes. Nunca visita la cafetería después de clases.

Así, pues, ¿cómo voy a encontrármelo en algún lugar donde pueda huir de mí? Este es el autentico problema que tiene el plan B. Paola dice «¿Por qué no te quedas atrapada con él en medio de una tormenta eléctrica, de modo que tengan que acurrucarse juntos para mantener el calor corporal?». Y Kimy sugirió que mi carro se estropeara frente a la casa de huéspedes. Pero ninguna de esas ideas es práctica, y me estoy volviendo loca intentando pensar en algo mejor.

Cada día es peor para mí. Me siento como si fuera un reloj o algo parecido, con la cuerda a punto de romperse de tanto darle vueltas. Si no encuentro algo que pueda hacer pronto, voy a...

Iba a decir «morir».

La solución se le ocurrió de un modo más bien repentino y sencillo.

Sentía lastima por Yuchun; sabía que se había sentido dolido por el rumor sobre Luis Duarte, pues apenas había hablado con ella desde que se supo la historia. Por lo general se limitaba a saludarla con un veloz movimiento de cabeza cuando se cruzaba en su camino. Y cuando tropezó con él un día en un pasillo vacío frente al aula de Escritura Creativa, el muchacho desvió la mirada.

------Yuchun... ------empezó.

Quiso decirle que no era cierto, que nunca habría empezado a salir con otro chico sin decírselo a él primero. Quiso decirle que nunca había sido su intención herirlo, y que se sentía muy mal en aquellos momentos. Pero no sabía cómo empezar, así que finalmente se limito a decir «¡Lo siento!», y dio media vuelta para entrar en el aula.

------Mariana ------dijo él, y ella volteó a mirarlo.

Ahora sí miraban con los ojos entreteniéndose en sus labios, sus cabellos. Luego negó con la cabeza como para indicar que le había jugado chueco.

------¿Existe de verdad ese tipo, Luis Duarte? ------inquirió finalmente.

------No ------respondió ella al momento y sin vacilación------. Lo inventé ------añadió con sencillez------ para demostrarle a todo el mundo que no estaba disgustada por... ------Se interrumpió.

------Por lo de Junsu. Lo entiendo. ------Yuchun asintió, mostrándose a la vez más sombrío y también comprensivo------. Pero no creo que te evite porque tenga algo personal contra ti. Es así con todo el mundo...

------Excepto contigo.

------No, Me habla a veces, pero no sobre cosas personales. Nunca dice nada sobre su familia o lo que hace fuera de escuela. Es como..., como si hubiera un muro a su alrededor que no puedo atravesar. No creo que jamás deje que nadie atraviese ese muro. Lo que es una soberana estupidez, porque creo que en realidad se siente desdichado.

Mariana reflexionó sobre ello, fascinada por una visión de Junsu que no había considerado antes. Él siempre parecía tan controlado, tan calmado e imperturbable... Pero, por otra parte, sabía que ella también les causaba esa impresión a otras personas. ¿Sería posible que, en el fondo, él se sintiera tan confuso e infeliz como ella?

Fue entonces cuando tuvo la idea, y era ridículamente simple. Nada de trucos complicados, nada de tormentas eléctricas o carros que se descomponen.

------Yuchun ------dijo desprecio------, ¿no crees que sería bueno que alguien consiguiera franquear ese muro? Quesería bueno para Junsu, quiero decir. ¿No crees que sería lo mejor que podría sucederle?

Levantó los ojos para mirarlo intensamente, deseando que comprendiera.

Él la miró fijamente durante un instante, luego cerró los ojos brevemente y sacudió la cabeza con incredulidad.

------Mariana ------dijo------, eres increíble. Haces bailar a la gente a tu son y no creo que te des cuenta siquiera de lo que haces. Y ahora me vas a pedir que haga algo para ayudarte a tenderle una trampa a Junsu, y yo soy tan imbécil que incluso podría aceptar hacerlo.

------No eres un imbécil, eres un caballero. Y sí, quiero pedirte un favor, pero sólo si consideras que es correcto. No quiero hacerle daño a Junsu, y no quiero hacerte daño a ti.

------¿No quieres?

------Claro que no. Ya sé cómo debe de sonar eso, pero es cierto. Sólo quiero... ------Volvió a interrumpirse; ¿cómo podía explicar lo que quería cuando ni siquiera lo comprendía ella misma?

------Sólo quieres que todo el mundo y todo giren alrededor de Mariana Ferreti ------repuso él con amargura------. Únicamente quieres todo lo que no tienes.

Horrorizada, retrocedió y lo miró. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas ardientes.

------No, no hagas eso ------dijo él------. Mariana, no pongas esa expresión. Lo siento, ------Suspiró------. De acuerdo, ¿qué es lo que se supone que tengo que hacer, ah? ¿Amarrarlo de pies y manos y arrojarlo frente a tu puerta?

------No ------respondió ella, intentando aún obligar a las lágrimas a regresar a su lugar de origen------. Sólo quería que consiguieras que acudiera al baile de inicio de curso de la semana próxima.

Yuchun mostró una expresión curiosa.

------Sólo quieres que esté en el baile.

Mariana asintió.

------De acuerdo. Estoy seguro de que estará allí. Y, mira Mariana..., a mí no se me antoja llevar a nadie más que a ti.

------Sale, pues ------respondió ella, unos instantes después------. Y, bueno, gracias.

La expresión de Yuchun seguía siendo peculiar.

------No me des las gracias, Mariana. No hay nada que agradecer..., en realidad.

La muchacha seguía intentando comprender aquella expresión cuando él dio media vuelta y se alejó por el pasillo.

------Quédate quieta ------dijo Kimberley, dándole al cabello de Mariana un jalón reprobatorio.

------Sigo pensando ------comentó Paola desde el banco situado debajo de la ventana------ que los dos fueron maravillosos.

------¿Quienes? ------Murmuró Mariana distraídamente.

------Como si no lo supieras ------dijo Paola------. Esos dos chavos tuyos que consiguieron un milagro de última hora en el partido de ayer. Cuando Junsu atrapó ese último pase, pensé que me iba a desmayar. O a vomitar.

------Ay, ya, por favor ------intervino Kimberley.

------Y Yuchun... Ese chico es simplemente poesía en movimiento...

------Y ninguno de ellos es mío ------declaró Mariana, categórica.

Bajo los dedos expertos de Kimberley, sus cabellos se estaban convirtiendo en una obra de arte, una suave masa de cobre ensortijado. Y el vestido era perfecto: el tono blanco con negro resaltaba el color de sus ojos. Pero incluso para sus adentros se veía con un aspecto pálido y férreo, no suavemente sonrojado por la emoción, sino blanco y decidido, como un soldado jovencísimo al que envían a primera línea del frente de batalla.

De pie en el campo de fútbol, el día anterior, cuando anunciaron su nombre como reina de la fiesta de inicio de cursos, sólo había tenido una idea en la cabeza: él no podría negarse a bailar con ella. Si es que aparecía en el baile, no podría rechazar a la reina del baile. Y de pie frente al espejo en aquellos momentos, volvió a repetírselo a sí misma.

------Esta noche tendrás a todo aquel que desees ------decía Paola en tono tranquilizador------. Y, oye, cuando te deshagas de Yuchun, ¿puedo llevármelo y consolarlo?

------¿Qué pensará Daniel? ------inquirió Kimberley, con un suspiro.

------Bueno, tú puedes consolarlo a él. Pero, realmente, Mariana, me gusta Yuchun. Y una vez que te centres en Junsu, tu grupito de tres va a resultar un poco numeroso. Así que...

------Como quieras. Yuchun merece un poco de consideración. «Desde luego, no lo está obteniendo de mí», pensó Mariana, que todavía no podía creer lo que le estaba haciendo. Pero precisamente en aquellos momentos no podía permitirse cuestionarse a sí misma; necesitaba toda su energía y concentración.

------Ya está. ------Kimberley colocó el último pesador en el cabello de Mariana------. Ahora, mírennos: la reina del baile de inicio de cursos y su corte..., o parte de ella al menos. Quedamos guapísimas.

------¿Ese «quedamos» es real? ------preguntó Mariana en tono burlón, pero era cierto.

Estaban guapísimas. El vestido de Kimberley era de un majestuoso raso color vino, muy ajustado a la cintura y que caía en forma de pliegues desde la cadera. Llevaba la oscura melena suelta sobre su espalada. Y Paola, cuando se levantó y fue a reunirse con sus amigas frente al espejo, era como una resplandeciente muñequita en seda rosa y lentejuelas negras.

Respecto a ella misma..., Mariana examinó su imagen con ojo experto y volvió a pensar: «El vestido está padre». La única otra frase que vino a su mente fue violetas escarchadas. Su abuela había tenido un frasco de esas, flores sumergidas en azúcar cristalizado y congeladas.

Bajaron la escalera juntas, como lo habían hecho para cada baile desde séptimo curso; sólo que Sheilalin siempre las había acompañado. Mariana reparó con vaga sorpresa en que ni siquiera sabía con quién iba a ir Sheilalin esa noche.

La madre de Mariana y su padre estaban en la sala con Cynthia, que tenía puesto su pijama.

------Chicas, se ven preciosas ------dijo su madre, agitada y nerviosa como si ella misma fuera a asistir al baile.

Besó a Mariana, y Cynthia levantó los brazos para abrazarla.

------Estás muy bonita ------dijo con la sencillez de sus 10 años.

De pronto sonó el timbre de la puerta. Yuchun estaba en la entrada, con su acostumbrada chamarra deportiva azul. Con él iban Juan Sánchez, el acompañante de Kimberley, y Ricardo Hernández, el acompañante de Paola. Mariana buscó a Junsu.

------Probablemente ya esté allí ------dijo Yuchun, interpretando su veloz mirada------. Escucha, Mariana...

Pero lo que estaba a punto de decir quedó interrumpido en medio de la charla de las otras parejas. Paola y Ricardo fueron con ellos en el carro de Yuchun, y no dejaron de intercambiar comentarios durante todo el trayecto hasta la escuela.

La música salía por las puertas abiertas del auditorio. Tan pronto bajó del vehículo, una curiosa certeza embargo a Mariana. Algo ibas a suceder, comprendió, contemplando la masa cuadrada del edificio escolar. La tranquila velocidad inicial de las últimas semanas estaba a punto de pesar a la marcha rápida.

Estoy lista, dé dijo. Y esperó que fuera cierto.

Adentro, todo era un caleidoscopio de color y actividad. Yuchun y ella se vieron asediados nada más entrar, y a ambos les cayó una lluvia de cumplidos. El vestido de Mariana..., su cabello..., sus flores. Yuchun era una leyenda de potencia: otro Joe Montana, una apuesta segura para una beca deportiva.

En medio de aquel vertiginoso remolino que debería haberlo sido todo para ella, Mariana no dejaba de buscar una cabellera negra.

Patrick Mendieta respiraba pesadamente sobre ella, oliendo a licor y a chicle de menta, mientras su acompañante lucía una expresión asesina. Mariana hizo caso omiso de él, con la esperanza de que la dejara en paz.

El señor Rodolfo pasó frente a ellos con un empapado vaso de papel y aspecto de estar ciento estrangulado por el cuello de su camisa. Nicol Arriaga la otra princesa de último curso de la fiesta, se acercó veloz y empezó a alabar su vestido. Paola estaba ya en la pista de baile, brillando bajo las luces. Pero Mariana no vio a Junsu por ninguna parte.

Otra bocanada más de chicle de menta y vomitaría. Le dio un codazo a Yuchun y huyeron a la mesa de los refrescos, don el entrenador Roberto se animó a hacer un estudio crítico del partido.

Parejas y grupos se acercaban a ellos, se quedaban unos cuantos minutos y después se retiraban para dejarles sitio a los que esperaban su bebida. «Como si deberás fuéramos de la realiza», pensó Mariana entusiasmada. Miró de soslayo para ver si Yuchun compartía su regocijo, pero él tenía la mirada fija a su izquierda.

Ella siguió su mirada. Y allí, medio oculta detrás de un grupo de jugadores de fútbol, estaba la cabeza oscura que había estado buscando. Inconfundible, incluso bajo aquella tenue luz. Un estremecimiento la recorrió, más de dolor que otra cosa.

------¿Ahora qué? ------preguntó Yuchun con expresión dura------. ¿Lo amarro de pies y manos?

------No, voy a pedirle que baile conmigo, eso es todo. Aguardaré hasta que nosotros hayamos bailado primero, si quieres.

Él negó con la cabeza, y ella caminó en dirección a Junsu entre la multitud.

Pieza por pieza, Mariana fue registrando información sobre él mientras se aproximaba. Su saco negro tenía un corte sutilmente distinto de los que llevaban los otros muchachos, más elegante, y usaba un suéter blanco de lana debajo de esté. Se mantenía muy quieto, un poco apartado de los grupos que lo rodeaban. Y, aunque sólo podía verlo de perfil, reparó en que no llevaba puestos los lentes de sol.

Se los quitaba para jugar fútbol, desde luego, pero ella nunca lo había visto de cerca sin ellos. Aquello la hizo sentir mareada y emocionada, como si aquél fuera un baile de disfraces y hubiera llegado el momento de quitarse las máscaras. Se concentró en su hombro, en la línea de la mandíbula, y entonces él empezó a voltear hacia ella.

En ese instante, Mariana se dio cuenta de que era hermosa. No era sólo el vestido o el modo en que llevaba peinado el cabello. Era hermosa en sí misma: Esbelta, regia, un objeto hecho de seda y fuego interior. Vio que los labios de él se abrían ligeramente, de forma refleja, y entonces levantó la vista para mirarla a los ojos.

-----Hola.

¿Era ésa su propia voz, tan sosegada y segura de sí misma?

Él tenía los ojos cafés oscuros.

-----¿La estás pasando bien? ------preguntó.

«En este momento, sí». Él no lo dijo, pero ella supo que era lo que pensaba; lo veía en el modo en que la miraba fijamente. Jamás había estado tan seguro de su poder. Sólo que, en realidad, no tenía aspecto de estarla pasando bien; parecía acongojado, lleno de dolor, como si no pudiera soportar ni un minuto más aquello.

La banda empezaba a tocar un baile lento. Él seguía contemplándola fijamente, empapándose de ella. Aquellos ojos cafés castaños oscureciéndose, volviéndose negros de deseo... Tuvo la repentina sensación de que podría acercarla a él bruscamente y besarla con fuerza, sin decir ni una palabra en ningún momento.

-----¿Te gustaría bailar? -----preguntó en voz baja.

«Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo», pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos castaños le hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara «peligro». Algún instinto más antiguo que la civilización de le decía que corriera, que huyera.

No se movió. La misma fuerza que la aterraba, la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era normal no sensato. Pero ya no se podía detener, e incluso aterrorizada lo disfrutaba. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemplarla, como hipnotizado, y ella como un rayo de calor. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.

Y entonces todo se hizo pedazos.

-----Caray, Mariana, qué encantadora estás -----dijo una voz, y la visión de Mariana quedó deslumbrada por reflejos dorados.

Era Sheilalin, los cabellos de un castaño-rojizo intenso y lustroso, y la piel luciendo un bronceado perfecto. Llevaba un vestido confeccionado totalmente en tela dorada que mostraba una increíble atrevida extensión de aquella piel perfecta.

Deslizó un brazo desnudo alrededor del de Junsu y le sonrió con indolencia. Resultaban deslumbrantes juntos, como una pareja de modelos internacionales que va a divertirse a un baile de la escuela preparatoria, mucho más glamorosos y sofisticados que cualquier otra persona en la sala.

-----Y ese vestido es taaan lindo... -----prosiguió Sheilalin con antipatía, mientras la mente de Mariana seguía funcionando en automático.

Aquel brazo informalmente posesivo unido al de Junsu se lo decía todo: dónde había estado Sheilalin a la hora de la comida aquellas últimas semanas, qué había estado tramando durante todo aquel tiempo.

-----Le dije a Junsu que teníamos que pasar por aquí un ratito, pero no vamos a quedarnos mucho tiempo. Así que no te importará que me lo quede para los bailes, ¿verdad?

Mariana estaba extrañamente tranquila ahora, su mente era un vació zúmbate. Respondió que no, que no le importaba en lo absoluto, y contempló cómo Sheilalin se alejaba, una sinfonía en castaño-rojizo y oro. Junsu se marchó con ella.

Había un círculo de rostros alrededor de Mariana; les dio la espalda y se topó con Yuchun.

-----Sabías que venía con ella.

-----Sabía que ella quería que lo hiciera. Lo ha estado siguiendo por todas partes a la hora de la comida y después de clases, e imponiéndole más o menos su presencia. Pero...

-----Ya veo.

Sumida aún en aquella curiosa calma artificial, escudriñó la multitud y vio a Paola que iba hacia ella, y a Kimberley abandonado su mesa. Lo habían visto, entonces. Probablemente todo el mundo lo había visto. Sin decirle una palabra a Yuchun, fue hacia ellas, encaminándose instintivamente hacia el baño de las mujeres.

Estaba lleno de cuerpos femeninos, y Kimberley y Paola se mantuvieron haciendo comentarios alegres y superficiales mientras la miraban con preocupación.

-----¿Viste ese vestido? -----dijo Paola, oprimiendo los dedos de Mariana a escondidas-----. La parte delantera debe estar sujeta con adhesivo de contacto. Y ¿qué se pondrá para el siguiente baile? ¿Papel de aluminio?

-----Película auto adherente para envolver -----repuso Kimberley, y añadió en voz baja-----: ¿Estás bien?

-----Sí.

Mariana pudo ver en el espejo que sus ojos estaban demasiado brillantes y que tenía una mancha colorada ardiendo en cada mejilla. Se arregló los cabellos y se apartó.

La habitación se vació, dejándolas solas. Paola jugueteaba nerviosamente con el listón de lentejuelas que llevaba en la cintura.

-----Quizá no sea tan mal asunto después de todo -----dijo con calma-----. Me refiero a que nos has pensando en otra cosa que no fuera él durante semanas. Casi un mes. Y así, tal vez esto sea conveniente para que puedas dedicarte a otras cosas ahora, en lugar de..., bueno, perseguirlo.

«¿También tú, Bruto?», pensó Mariana.

-----Muchas gracias por tu apoyo -----dijo en voz alta.

-----Ya bájale, Mariana, no seas así -----intervino Kimberley-----. No intenta herirte, sólo piensa que...

-----Y supongo que tú también lo piensas. Bueno, eso es estupendo. Sencillamente saldré y buscaré otras cosas a las que dedicarme. Como otras mejores amigas.

Las dejó a ambas contemplándola atónitas mientras se alejaba.

Afuera, se arrojó al remolino de color y música. Se mostró más radiante de lo que había estado nunca en ningún baile. Bailó con todo el mundo, riendo en voz demasiado alta, coqueteando con todos los chicos que se cruzaban en su camino.

La llamaron para que subiera y la coronaran, y permaneció de pie sobre el escenario, contemplando las figuras multicolores del piso. Alguien le entregó unas flores; alguien colocó una tiara sobre su cabeza. Sonaron los aplausos. Todo transcurrió como en un sueño.

Coqueteó con Patrick porque era quien estaba más cerca cuando descendió del escenario. Luego recordó lo que él y Richard le habían hecho a Junsu y extrajo una de las rosas del ramo y se la dio. Yuchun observaba desde la barrera, con los labios apretados. La olvidada acompañante de Patrick estaba hecha un mar de lágrimas.

Mariana olió alcohol mezclado con menta en el aliento de Patrick, y vio que el muchacho tenía el rostro colorado. Sus amigos la rodeaban, una pandilla que gritaba y reía a carcajadas, y vio que Richard vertía algo de una bolsa de papel marrón en su vaso de ponche.

Nunca antes había estado con aquel grupo, y éste la recibió con una calurosa acogida, admirándola, los muchachos disputándose se atención. Los chistes volaban de una lado a otro, y Mariana reía incluso cuando no tenían sentido. El brazo de Patrick le rodeó la cintura, y ella se limitó a reírse aún más. Con el rabillo del ojo vio que Yuchun meneaba la cabeza y se alejaba. Las chicas empezaban a mostrarse estridentes, los muchachos, alborotadores. Patrick le besuqueaba el cuello.

-----Tengo una idea -----anunció éste al grupo, abrazando a Mariana con más fuerza contra él-----. Vayamos a algún lugar más divertido.

Alguien gritó:

-----¿Adónde, Patrick? ¿A casa de tu padre?

Patrick sonreía de oreja a oreja, una sonrisa borracha y temeraria.

-----No, me refiero a alguna parte donde podamos dejar nuestra marca. Como el cementerio.

Las chicas lanzaron grititos, los chicos se dieron codazos entre sí y fingidos puñetazos.

La acompañante de Patrick seguía allí de pie, fuera del círculo.

-----Patrick, eso es una locura -----dijo con voz aguda y débil-----. Ya sabes lo que le sucedió a aquel viejo. No iré allí.

-----Estupendo, entonces quédate aquí. -----Patrick sacó unas llaves del bolsillo y las agitó frente al resto de las pandilla-----. ¿Quién no tiene miedo? -----preguntó.

-----Eh, yo estoy dispuesto a ir -----dijo Richard, y se escuchó un coro de aprobación.

-----Yo, también -----dijo Mariana con voz clara y desafiante.

Le dedicó una sonrisa a Patrick, y éste prácticamente alzó a Mariana del piso.

Y acto seguido, ella y Patrick conducían a un ruidoso y alborotador grupo hacia la zona de estacionamiento, donde todos se amontonaron en los vehículos. Y después Patrick bajó la capota de su carro deportivo y ella se introdujo, con Richard y una chica llamada Raíza Mendieta, hermana de Patrick, apretujándose en el asiento trasero.

-----¡Mariana! -----gritó alguien, muy lejos, desde la entrada iluminada de la escuela.

-----Vámonos -----le dijo a Patrick, quitándose la tiara, y el motor se puso en marcha.

Arrancaron dejando las marcas de las llantas en el piso del estacionamiento, y el frío viento nocturno azotó el rostro de Mariana


 autora : a.r. mendez

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CONFUSION Y CONFLICTO CAP5




La luna llena brillaba a plenitud cuando Junsu regresó a la casa de huéspedes. Estaba mareado, casi tambaleante, tanto por la fatiga como por el exceso de sangre que había consumido. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que se había permitido alimentarse tan abundantemente. Pero el estallido de Poder en bruto junto al cementerio lo había contagiado de su frenesí, echando por tierra su ya debilitado control. Seguía sin saber con seguridad de dónde había salido el Poder. Había estado observado a las muchachas humanas desde su puesto entre las sombras cuando éste estalló por detrás de él, haciendo huir a las jóvenes, y se había visto atrapado entre el temor de que éstas fueran a caer al rió y el deseo de sondear aquel Poder y descubrir su procedencia. Al final, la había seguido a ella, incapaz de arriesgarse a que resultara herida.

Algo negro había volado en dirección a los árboles mientras las humanas alcanzaban las protección del puente, pero ni siquiera los sentidos nocturnos de Junsu pudieron descifrar de qué se trataba. Había vigilado mientras y las otras dos caminaban en dirección de la cuidad, Luego había regresado al cementerio.

Estaba vació entonces, libre de aquello que había estado allí. Sobre el suelo yacía un fino listón de tela que a unos ojos comunes les habría parecido gris en la oscuridad. Pero él vio su auténtico color, y mientras lo arrugaba entre los dedos, alzándolo despacio hasta tocar sus labios, olio el aroma de los cabellos de la muchacha.

Los recuerdos lo asaltaron, De por sí era bastante terrible cuando se hallaba fuera de su vista, cuando el sereno resplandor de su mente sólo martirizaba los confines de su conciencia. Pero estar en la misma aula que ella en la escuela, sentir su presencia detrás de él, oler la embriagadora fragancia de su piel a su alrededor, era más de lo que podía soportar.

Había escuchado cada sonido de la respiración de la joven, sintiendo su calidez irradiándose hacia su espalda, percibió cada latido de su melodioso pulso. Y finamente, con gran horror por su parte, se había encontrado cediendo ante ello. Su lengua se había deslizado arriba y abajo sobre sus colmillos, deleitándose con el placer-dolor que crecía allí, alentándolo. Había espirado su olor por la nariz de un modo deliberado, y dejado que las visiones acudieran, imaginándolo todo. Lo suave que sería su cuello, y cómo sus labios irían a su encuentro con igual suavidad al principio, depositando diminutos besos aquí y allí, hasta que alcanzaran el blanco hueco de su garganta. Cómo se acurrucarían allí, en el lugar donde el corazón de la joven latía con tanta fuerza contra la delicada piel. Y cómo por fin sus labios se abrirían, se apartarían de los ansiosos dientes afilados como pequeñas dagas y...

No. Había salido de su trance con una sacudida, su propio pulso latiendo irregularmente, el cuerpo estremecido. Habían dado por finalizada la clase, a su alrededor todo era movimiento, y sólo podía esperar que nadie lo hubiera estado observando con demasiada atención.

Cuando ella le había hablado, había sido incapaz de creer que pudiera mirarla a la cara mientras sus venas ardían y su mandíbula suspiraba por ella. Por un momento había temido que su control se quebraría, que la sujetaría por los hombros y tomaría delante de todos ellos. No tenía idea de cómo había podido escapar, sólo sabía que un poco más tarde estaba canalizado su energía en forma de duro ejercicio, vagamente consciente de que no debía utilizar los Poderes. No importaba; incluso si ellos eran en todos los aspectos superiores a los muchachos mortales que competían con él en el campo de fútbol. Su visión era más aguda, los reflejos más veloces, los músculos, más fuertes. En seguida, una mano le había palmeado la espalda, y la voz de Yuchun había sonado en sus oídos.

------¡Felicidades! ¡Bienvenido al equipo!

Al contemplar aquel rostro franco y sonriente, Junsu se había sentido invadido por la vergüenza. «Sí supieras lo que soy, no me sonreirías ------había pensado sombrío------, Gané esta competición mediante engaños. Y a la chica a la que amas..., porque la amas, ¿verdad?, está en mis pensamientos ahora mismo.»

Y había permanecido en ellos toda la tarde, a pesar de sus esfuerzos por desterrarla. Había ido a dar al cementerio a ciegas, arrancando del bosque por una fuerza que no comprendía. Una vez allí. La había vigilado, luchando consigo mismo, luchado contra su ansia, hasta que el estallido de Poder la había hecho huir, a ella y a sus amigas. Y luego había regresado a su casa..., pero no después de alimentarse. Después de haber perdido el control.

Era incapaz de recordar cómo había sucedido exactamente, cómo había permitido que sucediera, Aquella llamarada de Poder lo había provocado, despertando cosas en su interior que era mejor dejar que durmieran. La necesidad de cazar. El ansia por la caza, por el olor a miedo, y el salvaje triunfo de caer sobre la presa. Hacía años ------siglos------que no sentía el ansia con tanta fuerza. Sus venas habían empezado a arder como el fuego. Y todos sus pensamientos se habían tornado rojos: era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el cálido sabor cuproso, la efervescencia vital de la sangre.

Con aquella excitación rugiendo aún en su interior, había dado un paso o dos atrás de las muchachas. ¿Qué podría haber sucedido si no se hubiera cruzado en su camino el anciano? Era mejor no pensarlo. Cuando llegó al final de puente, sus orificios nasales se habían ensanchado ante el olor fuerte y característico a carne humana.

Sangre humana. El elixir supremo, el vino prohibido. Más embriagador que cualquier licor, la humeante esencia de la vida misma. Y estaba tan cansado de oponerse al ansia...

Había habido un movimiento en la orilla, al agitarse un montón de trapos viejos. Y al instante siguiente, Junsu había aterrizado con un movimiento grácil y felino junto a él. La mano salió despedida hacia el frente y retiró los harapos, dejando al descubierto un rostro arrugado y parpadeante encima de su cuello esquelético. Sus labios se echaron hacia atrás.

Y a continuación todo lo que escuchó fue un sonido de succión.

En aquellos momentos, mientras ascendía tambaleando por la escalera principal de la casa de huéspedes, intentó no pensar en ello y no pensar en ella..., en la muchacha que lo tentaba con su calidez, con su vida. Ella era la que realmente deseaba, pero a partir de aquel momento debía poner freno a aquello, debía matar cualquier pensamiento semejante antes de que iniciara. Él era su peor pesadilla hecha realidad, y ella ni siquiera lo sabía.

------¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, muchacho? ------gritó, aguda, una voz cansada.

Una de las puertas del segundo piso se abrió, y una cabeza canosa asomó por ella.

------Sí, señora...., Señora Flores. Siento haberla molestado.

------Ah, se necesita más que el crujido de una tabla del piso para perturbarme. ¿Cerraste la puerta con llave al entrar?

------Sí, señora. Está a salvo.

------Eso está bien. Necesitamos estar seguros aquí. Uno nunca sabe lo que podría salir de los bosques, ¿verdad?

El muchacho dirigió una veloz mirada hacia el pequeño rostro sonriente rodeado de mechones grises, hacia los ojos brillantes que se movían de un lado a otro. ¿Ocultaban algún secreto?

------Buenas noches, señora.

------Buenas noches, muchacho. ------La mujer cerró la puerta. Ya en su propia habitación, Junsu se dejó caer sobre la cama y permaneció tumbado con los ojos fijos en el techo bajo e inclinado.

Por lo general tenía un sueño intranquilo por las noches; no era su hora actual de dormir. Pero esa noches estaba cansado. Requería mucha energía para enfrentarse a la luz del sol. Y la comida pesada no hacía más que contribuir a su letargo. Pronto, aunque sus ojos no se cerraron, dejó de contemplar el techo encalado.

Fragmentos desordenados de recuerdos flotaron por su mente, Naony, tan encantadora aquella noche junto a la fuente, la luz de la luna tiñendo de plata sus pálidos cabellos dorados. Qué orgulloso se había sentido de estar sentado con ella, de ser quien compartiera su secreto...

-----Pero ¿no puedes salir nunca a la luz del sol?

-----Sí puedo, siempre y cuando lleve esto puesto. -----Levantó una pequeña mano blanca, y la luz de la luna brilló el anillo de lapislázuli que llevaba en ella-----. Pero el sol me cansa mucho. Nunca he sido tan fuerte.

Junsu la contempló, contempló la delicadeza de sus facciones y la delgadez de su cuerpo. Era casi tan incorpórea como el cristal. No, jamás debió ser fuerte.

-----De niña, a menudo estaba enferma -----dijo en voz muy baja, los ojos fijos en el juego del agua en la fuente.

-----La última vez, el doctor me dijo que moriría. Recuerdo que mi papá lloraba y recuerdo estar tumbada en mi enorme cama, demasiado débil para moverme. Incluso respirar era un esfuerzo excesivo. Me entristecía mucho abandonar el mundo y tenía tanto frío, tantísimo frío… -----Se estremeció y luego sonrió.

-----Pero, ¿Qué sucedió?

-----Desperté en plena noche y encontré a Gudren, mi sirvienta, de pie junto a mi cama. Y entonces se hizo a un lado, y vi al hombre que había traído. Sentí miedo. Su nombre era Klaus, y había escuchado a la gente del pueblo decir que era malvado. Le pedí a gritos a Gudren que me salvara, pero ella se limitó a permanecer allí de pie, observando. Cuando él acercó la boca a mí cuello, pensé que me iba a matar.

Hizo una pausa. Junsu la miraba con horror y compasión y ella le dedico una sonrisa reconfortante.

------No fue tan terrible después de todo. Hubo un poco de dolor al principio, pero desapareció rápidamente. Y luego la sensación fue agradable en realidad. Cuando él me dio a beber de su sangre, me sentí más fuerte de lo que había estado durante muchos meses. Y luego esperamos juntos que transcurrieran las horas hasta que llegó el amanecer. Cuando vino el doctor, no podía creer que yo pudiera incorporarme en la cama y hablar. Papá dijo que era un milagro y volvió a llorar, pero de alegría. -----Su rostro se nublo-----, Tendré que abandonar a mi padre pronto. Un día de estos advertirá que desde aquella enfermedad no me he envejecido ni una hora.

-----¿Y jamás lo harás?

-----No. ¡Eso es lo más maravilloso de todo esto, Junsu! -----Alzó los ojos hacia él con infantil júbilo-----. ¡Seré joven eternamente, y nunca moriré! ¿Puedes imaginarlo?

Él no podía imaginarla de otro modo que lo que era en aquel momento: adorable, inocente, perfecta.

-----Pero…, ¿no te pareció aterrador al principio?

-----Al principio, un poco. Pero Gudren me mostró qué debía hacer, Fue ella quien me dijo que encargara este anillo, con una piedra que me protegería de la luz solar. Mientras estuve en la cama, me trajo sustanciosas bebidas calientes, Más tarde, me trajo pequeños animales que su hijo atrapaba.

-----¿No… personas?

Se escucho su risa.

-----Por supuesto que no. Puedo obtener todo lo que necesito en una noche de una paloma. Gudren dice que si deseo ser poderosa, debería tomar sangre humana, pues la esencia vital de los humanos es más fuerte. Y Klaus también solía invitarme a hacerlo; quería volver a intercambiar sangre. Pero yo le digo a Gudren que no quiero poder. Y en cuanto a Klaus…

Se interrumpió y bajó los ojos, de modo que las espesas pestañas descansaron sobre la mejilla. Su voz era muy baja cuando prosiguió:

-----No creo que sea una cosa que deba hacerse a la ligera. Tomaré sangre humana sólo cuando haya encontrado a mi compañero, aquel que estará junto a mí durante toda la eternidad.

-----Levanto la mirada hacia él con expresión seria.

Junsu le sonrió, sintiéndose aturdido y pletórico de orgullo. Apenas consiguió contener la felicidad que sintió en

aquel momento.

Pero eso fue antes de que su hermano Jaejoong regresara de la universidad. Antes de que Jaejoong volviera y contemplara los ojos azules como joyas de Naony.

Sobre su cama, en la habitación de techo bajo, Junsu gimió. Entonces la oscuridad lo atrajo más profundamente, y nuevas imágenes empezaron a parpadear en su mente.

Eran visiones dispersas del pasado que no formaban una secuencia coherente. Las vio como escenas brevemente iluminadas por relámpagos. El rostro de su hermano, crispado en una máscara de furia inhumana. Los ojos azules de Naony, centelleando y danzando mientras giraba y saltaba con su nuevo vestido blanco. El fugaz atisbo de algo blanco atrás de un limonero. El contacto de una espada en su mano; la voz de Hyung joong gritando desde la distancia: el limonero, no debía darle la vuelta al limonero. Volvió a ver el rostro de Jaejoong, pero en esa ocasión su hermano se reía como loco. Reía sin parar, con un sonido parecido al crujido del cristal roto. Y el limonero estaba más cerca ya...

-----¡Jaejoong…. Naony… no!

Estaba sentado totalmente tieso en la cama.

Se pasó la manos temblorosas por los cabellos serenó su respiración.

Un sueño terrible. Hacía mucho tiempo que no se había visto torturado por sueños como aquél; mucho tiempo, era cierto, desde la última vez que soñó algo. Los últimos segundos pasaron una y otra vez por su mente, y volvió a ver el limonero y escuchó la risa de su hermano.

Resonó en su mente casi con excesiva claridad. De improviso, sin ser consciente de tomar la decisión de moverse, Junsu se encontró ante la ventana abierta. Sintió el frió aire nocturno sobre las mejillas al mirar las oscuridad plateada.

«¿Jaejoong?». Envió el pensamiento en una oleada de Poder, rastreando. Después se sumió en una inmovilidad total, escuchando con todos sus sentidos.

No sintió nada, ninguna ondulación como respuesta. A poca distancia, una pareja de aves nocturnos alzaron el vuelo. En la ciudad, muchas mentes dormía; en el bosque, los animales nocturnos se dedicaban a sus ocupaciones avitualles.

Suspiro y volvió a girar hacia la habitación. A lo mejor sabía equivocado respecto a la risa; a lo mejor había estado equivocado sobre la amenaza en el cementerio. México estaba silencioso y tranquilo, y él debería imitarla. Necesitaba dormir.

5 de septiembre (en realidad, primeras horas del 6 de septiembre... sobre la 1 de la madrugada)

Querido diario:

Debería regresar a la cama enseguida. Hace unos pocos segundos desperté pensando que alguien gritaba, pero ahora la casa está en silencioso. Han sucedido tantas cosas extrañas esta noche, que tengo los nervios alterados, supongo.

Al menos desperté sabiendo exactamente qué voy hacer respecto a Junsu. Todo el asuntó más o menos se me ocurrió de repente. El plan B, fase uno, iniciara mañana.

Los ojos de Lidia llameaban, y tenía las mejillas coloradas mientras se aproximaba a la tres muchachas sentadas ante la mesa.

-------¡Mariana tienes que escuchar esto!

Mariana le sonrió educada mente, pero sin demasiada familiaridad. Lidia bajó la cabeza.

-------Quiero decir..., ¿Puedo sentarme con ustedes? A cabo de enterarme de la cosa más absurda respecto a Kim Junsu.

-------Siéntate -------indicó Mariana con deferencia-------. Pero ------- añadió untando mantequilla en un panecillo------- no estamos realmente interesadas en la noticia.

-------¿Usted no...? -------Lidia se le quedó mirando fijamente; miró a Kimberley después a Paola-------. Eso una broma, ¿verdad? -------En absoluto. ------- Kimberley ensartó un ojete con el tenedor y lo observó con suspicacia-------. Tenemos otras cosas en la cabeza hoy.

-------Exactamente -------indicó Paola tras un repentino sobresaltó-------. Junsu es un poquito pasado, ¿sabes? Ya no interesa. -------Se inclinó y frotó el tobillo.

Lidia miró a Mariana suplicante.

-------Pero pensaba que querías saber todo respecto a él.

-------Curiosidad -------repuso Mariana-------. Al fin y al cabo es un visitante, y quería darle la bienvenida a México. Pero, por supuesto, debo mantenerme fiel a Luis Duarte.

-------¿Luis Duarte?

-------Luis Duarte -------dijo Kimberley, en enarcando las cejas y suspirando.

-------Luis Duarte -------repitió Paola con entusiasmo.

Delicadamente, con el pulgar y el índice, Mariana sacó una foto de su mochila.

-------Aquí está de pie frente a la casita en la que nos alojábamos. Justamente después me regalo una flor y dijo... bueno -------sonrió misteriosamente-------, no debería repetirlo.

Lidia contemplaba con atención la foto que mostraba a un hombre joven, sin camisa, de pie frente a una buganvilia y sonriendo con timidez.

-------Es mayor que tú, ¿verdad? -------dijo con respeto. -------Tiene veintiuno. Por su puesto... -------Mariana miró por encima del hombro-------, Mi madre jamás lo aceptaría, de modo que se lo estamos ocultando hasta que me gradué. Tenemos que escribirnos en secreto.

-------Que romántico... -------musitó Lidia-------. No se lo diré a nadie, lo prometo. Pero respecto a Junsu...

Mariana le dedico una sonrisa de superioridad.

-------Sí tengo que optar para la comida mexicana -------dijo-------, prefiero la mexicana a la coreana, siempre. -------Volteó la cabeza hacia Kimberley-------. ¿No te parece?

-------Mm... Hm. Siempre. -------Kimberley y Mariana se sonrieron una a otra con complicidad, después voltearon hacia Lidia-------. ¿No estás de acuerdo?

-------Pues sí -------respondió ella apresuradamente-------. Yo también. Siempre.

Sonrió de manera cómplice también asintió varias veces mientras se levantaba y marchaba.

Cuando desapareció, Paola dijo con voz lastimera:

-------Esto me va a matar. Mariana, me moriré si no me entero del chisme.

-------Ah, ¿eso? Yo te lo puedo contar -------respondió Mariana con calma-------. Iba a decir que existe un rumor por ahí de que Junsu es un agente antinarcóticos.

-------¿Un qué? -------Paola la miró fijamente, y luego prorrumpió en carcajadas-------. Pero eso es ridículo. ¿Qué agente antinarcóticos se vestiría así y llevaría lentes oscuros? Quiero decir, ah hecho todo lo posible para llamar la atención... -------Su voz se apagó, y sus ojos castaños se abrieron más-------.Pero entonces, ése, puede ser el motivo por lo que lo hace. ¿Quién sospecharía de alguien tan obvio? Y vive solo, y es terriblemente reservado... ¡Mariana! ¿Y si fuera cierto?

-------No lo es -------dijo Kimberley.

-------¿Como sabes?

-------Porque yo lo inventé. -------Al ver la expresión de Paola, sonrió de oreja a oreja y añadió-------: Mariana me dijo que lo hiciera.

-------Ahhh. -------Paola le dirigió una mirada de admiración a Mariana-------. Eres perversa. ¿Puedo decirle a la gente que tiene una enfermedad terminal?

-------No, no puedes. No quiero una fila de flores claveles esperando su turno para sostenerle la mano. Pero le puedes contar a la gente lo que quieras sobre Luis Duarte.

Paola agarró la fotografía.

------¿Quién era realmente?

------El jardinero. Estaba loco por las buganvilias. También estaba casado, y con dos hijos.

------Una lástima ------comentó Paola en tono serio------. Y tú le dijiste a Lidia que no le hablara a nadie de él...

------Exacto. ------Mariana consultó su reloj------. Lo que significa que sobre las, ah, digamos dos en punto, debería saberlo toda la escuela.

Al terminar las clases, las muchachas fueron a la casa de Paola. Las recibieron en la puerta principal unos ladridos agudos, y cuando Paola abrió la puerta, un fresh pull muy viejo y gordo intentó escapar. Se llamaba Puppy, y estaba tan malcriado que nadie excepto la madre de Paola lo soportaba. Mordisqueó el tobillo de Mariana cuando ésta pasó a su lado.

La sala estaba oscura y abarrotada por numerosas piezas de mobiliario muy ornamentado y cortinas gruesas en las ventanas. La hermana de Paola, Mary, estaba allí, quitándose las pinzas que le sujetaban una cofia sobre los ondulados cabellos rojos. Tenía sólo dos años más que Paola y trabajaba en el consultorio médico de México.

------Ah, Paola ------saludó------, me alegró de que estés de regreso. Hola, Mariana, Kimy.

Mariana y Kimberley dijeron «hola».

------¿Que sucede? Pareces cansada ------dijo Paola.

Mary dejo caer la cofia sobre la mesa de centro. En lugar de responder, fue ella quien hizo una pregunta.

------Anoche, cuando llegaste a la casa tan alterada, ¿dónde dijiste que habían estado?

------Allá en el... Allá abajo, por el puente Libertad.

------Eso fue lo que pensé ------Mary aspiró con fuerza------. Ahora escúchenme, Paola Montiel. No vuelvas a ir allá, y especialmente sola, y de noche. ¿Entendiste?

------Pero ¿por qué no? ------inquirió Paola, absolutamente desconcertada.

------Porque anoche atacaron a alguien allí, ése es el porqué no. ¿Y sabes dónde lo encontraron? Justamente debajo del puente.

Mariana y Kimberley se quedaron mirándola con incredulidad, y Paola agarró con fuerza el brazo de Mariana.

------¿Atacaron a alguien debajo del puente? ¿Quién era? ¿Qué sucedió?

------No lo sé. Esta mañana uno de los trabajadores del cementerio lo descubrió allí tendido. Supongo que era alguna persona sin hogar y que probablemente iba a dormir debajo del puente cuando la atacaron. Pero estaba medio muerto cuando lo trajeron, y aún no ha recuperado el conocimiento. Podría morir.

------¿Qué quieres decir con atacado? ------inquirió Mariana, tragando saliva.

------Quiero decir ------respondió Mary con claridad------ que casi le habían desangrado totalmente la garganta. Perdió una increíble cantidad de sangre. Al principio pensaron que podría haber sido un animal, pero ahora el doctor dice que fue una persona. Y la policía cree que quienquiera que lo haya hecho podría ocultarse en el cementerio. ------Mary miró a cada una de ella por turno, con la boca convertida en una línea recta------. De modo que si estuvieron allí cerca del puente... o en el cementerio, Mariana Ferreti..., entonces esa persona podría haber estado cerca de ustedes. ¿Entendieron?

------No tienes que asustarnos más ------dijo Paola con voz débil------. Ya lo comprendimos, Mary.

------Perfecto. Estupendo. ------Mary sumió los hombros y se frotó la nuca con gesto cansado------. Tengo que descansar un rato. No era mi intención regañarlas ------dijo mientras abandonaba la sala.

Una vez a solas, las tres muchachas se miraron entre sí.

------Podría haber sido una de nosotras ------dijo Kimberley con calma------. En especial tú, Mariana; tú fuiste allí sola.

Mariana sentía comezón por toda la piel, el mismo sentimiento doloroso de alerta que había experimentado en el viejo cementerio. Podía sentir la frialdad del viento y ver las hileras de lápidas a su alrededor. La luz del sol y el Green Land School jamás habían parecido tan lejanos.

------Paola ------dijo despacio------, ¿viste a alguien allí? ¿A eso te referías cuando dijiste que alguien me estaba esperando?

En la habitación oscura, Paola la contempló sin comprender.

------¿De qué hablas? Yo no dije eso.

------Sí, lo dijiste.

------No, no lo hice. Jamás dije eso.

------Paola ------invirtió Kimberley------, las dos te escuchamos. Te quedaste morando fijamente hacia las viejas lápidas, y después le dijiste a Mariana...

------No sé de qué están hablando, yo no dije absolutamente nada. ------Paola tenía el rostro congestionado por la rabia y había lágrimas en sus ojos------. No quiero seguir hablando de esto.

Mariana y Kimberley se miraron una a otra, impotentes. En el exterior, el sol se ocultó detrás de una nube.
 
autora:A.R mendez 
 
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lunes, 5 de mayo de 2014

CONFISION Y CONFLICTO CAP 4




Cap. 4

Para cuando llegó a su locker, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en la escuela, se dijo, no ibas hacerlo. Luego de cerrar su locker, se encaminó a la salida principal.

Por segundo día consecutivo, regresaba a su casa de la escuela nada más sonar la última campana, y sola. Su madre madre no podría soportar eso. Pero cuando Mariana llegó a su casa, el carro de su padre no estaba en la entrada; él, su madre y Cynthia debían de haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando Mariana abrió la puerta.

Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero por otra parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Dejó caer la mochila sobre el piso del vestíbulo y entró despacio a la sala.

Era una habitación hermosa e impotente, la única parte de la casa, además del dormitorio de Mariana, que pertenecía a la construcción original. La primera casa se había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue la habitación, con su elaborada chimenea enmarcada con moldaduras en forma de caracol, y el gran dormitorio del piso superior. El bisabuelo del padre de Mariana había construido una nueva casa, y los Ferreti habían vivido en ella desde entonces.

Mariana volteó a mirar por una de las ventanas que ibas desde el piso hasta el techo. El cristal era antiguo y grueso, y mostraba ondulaciones, de modo que todo en el exterior quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente oblicuo. Recordó la primera vez que su abuelo le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era más joven aun que Cynthia en la actualidad.

La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían sin acudir. Todo en su interior era contradictoria. No quería compañía, y a la vez se sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de un búho blanco. «Un búho blanco... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Yuchun.

De nuevo sintió comezón en los ojos. Pobre Yuchun. Lo había herido, pero él había aceptado muy bien el asunto. Incluso había sido amable con Junsu.

Junsu. Su corazón dio un vuelco, violento, arrancando de sus ojos dos lágrimas ardientes. Buen, por fin lloraba. Lloraba de rabia, de humillación y frustración..., ¿ y qué más? ¿Qué había perdido realmente ese día? ¿Qué sentía realmente por ese desconocido, aquel Kim Junsu? Era un desafío, sí, y eso lo hacía ser distinto, interesante. Junsu era exótico..., excitante.

Resultaba curioso, pero algunos chicos le habían dicho a veces a Mariana que ella era eso precisamente. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigos o hermanas, de lo nerviosas que estabas antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A Mariana esas historias siempre le habían parecido divertidas. Ningún chavo de los que había conocido a los largo de su vida la había puesto nerviosa.

Pero el hablar con Junsu hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían estado apunto de boblársele. Había tenido las palmas húmedas. Y no había sentido mariposas en estómago..., había sentido murciélagos.

¿Le interesaba el muchacho porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se dijo. De hecho, era una muy mala razón. Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus rodillas se doblaran por algo que nada tenía que ver con el nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura atractiva, aquellas piernas largas..., y aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se sintiera totalmente empeñada en tenerlo. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablarle al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si podría volverse misteriosa y oscura también, y como sonaría pronunciando su nombre, susurrando su nombre...

------¡Mariana!

Mariana se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Kim Junsu quien la llamaba, era su madre, que abría la puerta estrepitosamente.

------¿Mariana? ¡Mariana! ------Y aquella voz era de Cynthia, con voz gritona y aguda------. ¿Estás en casa?

La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su madre ni la alegría inocente de Cynthia en aquellos momentos. No con pestañas húmeda y nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera, mientras la principal se cerraba de golpe.

Cuando llegó al patio, vaciló. No quería tropezarse con nadie desconocido. Pero ¿Adónde podía ir para estar sola?

La respuesta llegó casi al instante. Por supuesto. Iría a ver a su abuela y a su abuelo.

Era un caminata bastante larga, casi hasta afueras de la cuidad, pero durante los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para Mariana. Cruzó al otro lado del puente Libertad y ascendió por la colina, pasando frente a la iglesia en ruinas. Luego descendió hacia el pequeño valle situado abajo.

Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; sólo la parte antigua permanecía en un estado ligeramente silvestre. Aquí la hierba estaba pulcramente cortada, y los ramos de flores ofrecían un paisaje de vívidos colores. Mariana se sentó junto a la gran lápida de mármol que tenía la palabra «Ferreti» labrada en la parte frontal.

------Hola, abuela. Hola, abuelo ------murmuró.

Se inclino sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido por el camino. Luego dobló las piernas debajo de su cuerpo y se quedó sentada.

Había ido allí a menudo después del accidente. Cynthia sólo tenía 4 años en el momento en que ocurrió el accidente de automóvil, y lo cierto era que no los recordaba mucho. Pero Mariana sí. Dejó que su mente retrocediera para visualizar sus recuerdos, y el nudo de su garganta aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de menos... Su abuela, tan joven y hermosa, y su abuelo, con una sonrisa que le hacía arrugar los ojos.

Tenía suerte de contar con sus padres, ciertamente. Ellos viajaban en el mismo automóvil cuando pasó aquel trágico accidente. Ellos sobrevivieron.

Pero Mariana recordaba a sus abuelos. En ocasiones, poco después del funeral, había acudido allí para enfurecerse con ellos, reclamarles por haber sido tan estúpidos como para matarse. Mariana se crió y creció a lado de sus abuelos, sus padres, siempre habían estado de viaje; no tenían mucho tiempo para Mariana y su pequeña hermana. Al morir, ellos sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.

¿Adónde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil: Allí, en México, donde había vivido toda su vida. Pero la últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar que reconocería en seguida y llamaría hogar.

Una sombra cayó sobre su persona, y abrió los ojos sobresaltada. Por un instante, las dos figuras que estaban de pie atrás de ella le resultaron extrañas, desconocidas, vagamente amenazadoras. Las volteo haber fijamente paralizada.

-----Mariana -----dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las caderas-----, a veces realmente me preocupo por ti, de veras.

Mariana pestañeó y luego soltó una breve carcajada. Eran Kimberly y Paola.

------¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad en este sitio? ------preguntó mientras ellas se sentaban.

------Decirnos que nos vayamos ------sugirió Kimberly, pero Mariana se limitó a encogerse de hombros.

Kimberly y Paola habían acudido allí a menudo en su busca, los meses siguientes al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida con ambas. Aunque no existiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó que supieran que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Paola le ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un rato, observando como el viento alborotaba los árboles que rodeaban el cementerio.

------Siento lo que sucedió está mañana ------dijo Paola, por fin, en voz baja------.Fue realmente terrible.

------Y tu nombre es «Tacto» ------Dijo Kimberly------. No pudo haber sido peor, Mariana.

------No estabas allí,------ Mariana se sintió enrojecer ante aquel recuerdo------. Sí que fue terrible. Pero ya no importa ------añadió categóricamente, desafiante------. Termine con él. Ya no lo quiero.

------¡Mariana!

------No quiero, Paola. Evidentemente, piensa que es demasiado bueno para..., para los mexicanos. Así que puede agarrar sus lentes de sol de marca y... ------Se escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. Mariana se sonó la nariz y negó con la cabeza------. De todos modos ------dijo, cambiando decididamente de teme------, al menos Tanner parecía estar de mejor humor humor.

Paola adoptó una expresión mártir.

------¿Sabías que me obligó a anotarme para ser la primera en presentar la exposición oral? De todos modos, no me importa. Voy hacer el mío sobre los druidas, y...

------¿Sobre los que?

------Los druidas, Esos viejos raros que hacían magia y cosas así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.

Kimberly lanzó un resoplido, pero Mariana contempló con el entrecejo arrugado la brizna de pasto que retorcía entre los dedos.

------Paola, ¿realmente viste algo en la palma de mi mano? ------preguntó súbitamente.

La muchacha vaciló.

------No lo sé ------dijo por fin------. Creí ver algo. Pero a veces la imaginación se me desborda.

------Sabía que estabas aquí ------dijo Kimberly inesperadamente------. Pensé en ir a buscarte a la cafetería, pero Paola dijo: «Está en el cementerio»

------¿Yo dije eso? ------Paola pareció levemente sorprendida e impresionada------. Bien, ya lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también. Siempre se salta una generación.

------Y descendiente de los druidas ------dijo Kimberly con voz solemne.

------¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. Ne creerías algunas cosas que hace mi abuela. Conoce un método para averiguar con quien te vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriré joven.

------¡Paola!

------De veras. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creen que eso es apasionante?

------No, no lo creo. Creo que es repugnante ------replico Mariana.

Las sombras se alargaban y el viento se tornaba fresco.

------Por fin, ¿con quien te vas a casar, Paola? ------Kimberly cambió de tema con habilidad.

------No lo sé. Mi abuelo me contó sobre el ritual que hay que hacer para averiguarlo, pero jamás lo intenté. Por supuesto ------Paola adoptó una pose sofisticada------, tiene que ser escandalosamente rico y guapísimo. Como nuestro misterioso desconocido pálido, por ejemplo. En especial, si nadie más lo quiere, ------Le dirigió una mirada traviesa a Mariana.

Mariana no le siguió el juego.

------¿Qué me dicen de Patrick Mendieta? ------murmuró inocentemente------. Su padre es, desde luego, bastante rico.

------Y no es feo ------admitió Kimberly en todo solemne------. Eso, desde luego, si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...

Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas. Paola le arrojó un puñado de hierba a Kimberly, que la sacudió de encima y la arrojó un diente de león como respuesta. En algún momento, mientras sucedía todo esto, Mariana comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no era una desconocida, sino Mariana Ferreti, la reina de la preparatoria Green Las School. Se quitó el listón color crema y sacudió su cabellera alrededor del rostro.

------Ya decidí que voy hacer en mi exposición oral ------dijo contemplando con los ojos entrecerrados cómo Paola se pasaba los dedos por los rizos para quitarse la hierba.

------¿Qué será?

Mariana levantó la barbilla para contemplar el cielo rojo y morado sobre la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspenso creciera durante un instante. Luego dijo con indiferencia:

------El Renacimiento coreano.

------Paola y Kimberly la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y prorrumpieron en carcajadas otra vez.

------¡Ajá! ------dijo Kimberly cuando se recuperaron------. Así que el tigre regresa.

Mariana le dedicó una mueca de ferocidad. Su conmocionada seguridad en sí misma había regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa; no iba a dejar que Kim Junsu se le escapara incólume.

------De acuerdo ------indicó con vivacidad------. Ahora, escúchenme bien. Nadie más debe saber esto, o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Sheilalin le encantaría tener cualquier excusa para hacer quedar como una ridícula. Pero todavía quiero que sea mío, y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacer como sí él no existiera.

-----¿Vamos?

-----Sí, vamos. No puedes tenerlo, Paola; es mío. Y tenemos que poder confiar en ti completamente.

-----Espera un minuto -----Dijo Kimberly, con un brillo en los ojos. Se quitó de la blusa un broche esmaltado y luego, levanto el dedo pulgar, le dio un veloz piquete.

-----Paola, Dame tu mano.

-----¿Por qué? -----Preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.

-----Porque quiero casarme contigo, ¿para que crees, idiota?

-----Pero… pero… Está bien. ¡Ay!

-----Te toca, Mariana. -----Punzo con eficacia el dedo de su amiga, y luego lo apretó para conseguir sacarle una gota de sangre-----. Ahora -----prosiguió, mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros-----, todas juntamos los pulgares y juramos. Especialmente tú, Paola. Jura guardar el secreto y hacer todo lo que Mariana pida en relación con Junsu

-----Oigan, jurar con sangre es peligroso -----protestó Paola en tono serio-----. Significa que tienes que mantener tu promesa, suceda lo que suceda, sin importar qué cosa sea, Kimberly.

-----Ya lo sé -----respondió inflexible-----. Por eso te digo que lo hagas. Acuérdate lo que pasó con Julio Cesar.

Paola hizo un gesto.

-----Eso fue hace años, y cortamos en seguida de todos modos y… Bueno juraré -----Cerrando sus ojos, dijo-----: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo que Mariana me pida respecto a Junsu.

-----Kimberly repitió el juramento. Y Mariana, con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares en medio de creciente oscuridad, aspiró una larga bocanada de aire y dijo en voz baja:

-----Y yo juro no descansar hasta que sea mío.

Una ráfaga de viento frío atravesó el bosque, echando hacia atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolver las hojas secas del suelo. Paola lanzó una exclamación ahogada y retrocedió; todas miraron a su alrededor, y luego emitieron risitas nerviosas.

-----Ya oscureció -----Observo Mariana, sorprendida.

-----Será mejor que regresemos a casa -----Dijo Kimberly, volviendo a sujetarse el broche.

También Paola se puso de pie, introduciéndose la punta del pulgar en la boca.

-----Adiós -----dijo Mariana en voz baja, de cara hacia el cielo. Luego les hizo una seña con la cabeza a Kimberly y a Paola.

-----Vámonos.

En silencio, ascendieron la colina que conducía hasta la iglesia en ruinas. El juramento echo con sangre les había dejado a todas una sensación de solemnidad, y al pasar ante la iglesia derruida, Paola se estremeció. Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y soplaba fuerte viento. Cada ráfaga de viento emitía susurros entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran ruidosamente sus oscilantes hojas.

-----Estoy helada -----comentó Mariana, deteniéndose un instante frente al agujero negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada hacia el paisaje situado a sus pies.

La luna no había salido todavía, y apenas se distinguían el bosque y el puente Libertad más allá.

-----Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir -----comentó con voz vacilante.

No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para vivos.

-----Podríamos ir por el camino largo -----propuso Kimberly-----. Pero eso significaría otros 20 minutos de camino.

-----No importa ir por aquí -----dijo Paola, tragando saliva con fuerza-----. Siempre he dicho que quiero que me entierren ahí, en el viejo cementerio.

-----¡Quieres dejar de hablar de tu entierro! -----La regaño Mariana, e inicio el descenso por la colina.

Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía. Aflojó el paso hasta que Kimberly y Paola la alcanzaron. Cuando se acercaban a la primera luz, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero sentía un cosquilleo por toda la piel y sintió erizarse el fino vello de sus brazos. Entre ráfagas de viento, cada sonido perecía amplificado de un modo horrible; el crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba ensordecedor.

La iglesia en ruinas ya era una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero conducía por entre las lápidas recubiertas de líquenes, muchas de las cuales eran más altas que Kimberly. Bastante grandes como para que algo se ocultara detrás, pensó Mariana con inquietud. Algunas tumbas eras escalofriantes, como la que tenía un querubín que parecía un auténtico bebé, pero su cabeza se había desprendido y habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en par carecían de expresión. Mariana no podía apartar los ojos de ella, y su corazón empezó a latir violentamente.

-----¿Por qué nos detenemos? -----Preguntó Kimberly.

-----Yo sólo… Lo siento -----Murmuro Mariana, pero cuando se obligó a voltear la cara, se quedó petrificada al instante-----.¿Paola? -----dijo-----. Paola, ¿Qué sucede? -----Paola tenía la vista fijada en el interior del bosque, con los labios entre abiertos y los ojos tan desorbitados e inexpresivos como el de un querubín de piedra. El miedo oprimió el estomagó de Mariana-----. Paola, deja de hacerle al cuento. ¡Ya! No es divertido.

Paola no contestó.

-----¡Paola! -----Llamó Kimberly.

Kimberly y Mariana se miraron, y de repente Mariana comprendió que tenía que salir corriendo de ese lugar. Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero escuchó una voz desconocida a su espalda, y volteó sobresaltada.

-----Mariana -----dijo la voz

No era la voz de Paola, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad, Paola seguía con la mirada fija en el bosque. Su rostro carecía totalmente de expresión.

-----Mariana -----repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Paola se volvía hacia ella-----, hay alguien esperándote ahí afuera.

Mariana nunca supo exactamente qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció moverse entre las oscuras ramas encorvadas, agitándose y alzándose entre ellas. Mariana gritó y Kimberly lanzó otro alarido, y acto seguido las dos corrían ya, y Paola con ellas, gritando también.

Los pies de Mariana golpeaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones de tierra. Paola sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ellas, y Kimberly, la tranquila y cínica Kimberly, jadeaba violentamente, se escuchó una repentina agitación y un chillido en un roble que alzaba por encima de ellas, y Mariana descubrió que podía correr aún más de prisa.

-----Hay algo detrás de nostras -----gritó Paola con voz aguda-----. Oh, Dios, ¿Qué está sucediendo?

-----Hay que llegar al puente -----jadeó Mariana, entre el fuego que sentía en los pulmones.

No sabía el motivo, pero sentía que debían llegar hasta allí.

-----¡No te detengas Paola! ¡No mires hacia atrás!

Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.

-----No puedo hacerlo -----sollozó Paola, llevándose una mano al costado mientras aflojaba el paso.

Sí, claro que puedes -----rugió Mariana, volviendo agarrar la manga de Paola obligándola a seguir en movimiento-----. Vamos. ¡Vamos!

Vio el destello plateado del agua frente a ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y el puente más allá. A Mariana le flaqueaban las piernas y la respiración le vibraba en la garganta, pero no pensaba quedarse atrás. Ya veía las tablas de madera del puente, que estaba a seis metros, a tres, un metro y medio de ellas.

-----¡Lo conseguimos! -----Jadeó Kimberly mientras sus pies retumbaban en la madera.

-----¡No se detengan! ¡Crucen el otro lado!

El puente crujió mientras lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas resonaron sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la rodilla, Mariana soltó por fin la manga de Paola y dejó que sus piernas se detuvieran dando un traspié.

Kimberly tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre sus muslos, y respiraba fatigosamente. Paola lloraba.

-----¿Qué era? ¿Qué era? -----inquirió-----. ¿Todavía nos sigue?

-----Pensaba que tú eras la experta -----dijo Kimberly con voz insegura-----. Por el amor a Dios, Mariana, vámonos de aquí.

-----No, ya paso todo -----susurró Mariana.

Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente que sintió sobre su nuca había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas eran un tumulto oscuro.

-----No puede seguirnos hasta aquí -----añadió.

Kimberly la miro fijamente, luego miro la otra orilla tupida de robles, a continuación miro a Paola. Se humedeció los labios y soltó una breve carcajada.

-----Seguro. No puede seguirnos, Pero vámonos a casa de todos modos, ¿sale? A menos de que tengan ganas de pasar la noche aquí afuera.

Una sensación indescriptible recorrió a Mariana, como un estremecimiento.

-----No, gracias -----contestó, y rodeó con un brazo a Paola, que seguía gimoteando-----. Ya paso Paola. Estamos a salvo. Vámonos.

Kimberly volvió a voltear hacia el otro lado del río.

-----¿Sabes?, no veo nada ahí atrás -----dijo con la voz más tranquila-----. A lo mejor no había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida que tenemos aquí.

Mariana no dijo nada cuando empezaron a caminar, manteniéndose muy juntas, por el sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
 
 AUTORA:A.R. MENDEZ
 
NOTA:Por favor, es muy importante para mi que compartas tu opinión. Gracias por unirte y ser mi lectora...

CONFUNSION Y CONFLICTO CAP3



Cap. 3

La primera luz del amanecer teñía la noche de rosa y del verde más pálido. Junsu la observó desde la ventana de su habitación en la casa de huéspedes. Había alquilado aquel cuarto específicamente debido a que tenia una trampilla en el techo, una abertura, que conducía a la plataforma de observación del tejado situado encima. En aquel momento, la trampilla estaba abierta, y un viento fresco y húmedo descendía por la escalera situada abajo. Junsu estaba totalmente vestido, pero no era por que hubiera madrugado. No se había acostado.

Acababa de regresar del bosque y llevaba algunos restos de hojas húmedas pegadas a un lado de la bota. Los retiró meticulosamente. Los comentarios de los estudiantes del día anterior no le habían pasado por alto y sabía que se habían fijado en sus ropas. Siempre se había vestido con lo mejor, no sólo por vanidad, si no porque era lo correcto. Su tutor la había dicho a menudo: «Un aristócrata debería vestir como corresponde a su posición. Si no lo hace, muestra desprecio por los demás».

¿Por qué se dedicaba a pensar en aquellas cosas? Claro, debería haber comprendido de hacer el papel de un estudiante era probable que recordara sus propios días como alumno. En aquellos momentos, los recuerdos le llegaban copiosamente, como si hojeara las páginas de un diario, los ojos capturando una anotación aquí y otra allá. Una apareció fugazmente ante él: el rostro de su padre cuando Jaejoong había anunciado que abandonaba la universidad. Jamás olvidara eso. Jamás había visto a su padre tan enojado.

------¿Qué quieres decir con que no vas a regresar? ------ Hyung joong por lo general era un hombre justo, pero tenía mal genio, y Jaejoong por lo general hacía aflorar la violencia que había en él. En aquel preciso momento, ese hijo se tocaba ligeramente sus labios con un pañuelo de seda color mostaza.

------Había pensando que incluso tú podrías entender una frase tan simple, padre. ¿Deseas que te la repita en Coreano o en latín? ¿Que te parece en japonés o en chino? ¿Quizás inglés? ------Dijo Jaejoong con sarcasmo.

------Jaejoong... ------empezó Junsu con severidad, consternando ante aquella falta de respeto.

Pero su padre lo interrumpió.

------¿Me estás diciendo que yo, Kim Hyung joong, tendré que presentarme ante mis amigos sabiendo que mi hijo es un babo? ¿Un bueno para nada? ¿Un inútil que no aporta ninguna contribución a Corea?

Los criados se iban alejando lentamente a medida en que Hyung joong se encolerizada más.

Jaejoong ni siquiera pestañeó.

------Aparentemente. Si puedes llamar amigos a esos que te halagan con la esperanza de que les prestes dinero.

------manghal gisaengchung !------Gritó Hyung joong, levantándose de su silla------. ¿No es bastante malo que cuando estás en la escuela malbarates tu tiempo y mi dinero? Ah, sí, lo sé todo sobre el juego, las apuestas y las mujeres. Y sé que de no ser por tu secretario y tus tutores suspenderías todos los cursos. Pero ahora tienes toda la intención de deshonrarme totalmente. ¿Y por qué? ¿Por qué? ------Su enorme mano se alzó veloz para agarrar la barbilla de Jaejoong------. ¿Para poder regresar a tus cacerías y tu cetrería?

Junsu tuvo que hacerle justicia a su hermano; Jaejoong ni siquiera se echó para atrás. Se mantuvo firme, casi reclinado en la mano de su padre que lo sujetaba, un anarquista de pies a cabeza, desde la gorra elegantemente sencilla sobre la oscura cabeza pasando por la capa ribeteada de armiño, hasta llegar a los suaves zapatos de piel. Su labio superior estaba curvado en un gesto de absoluta arrogancia.

«Has ido demasiado lejos está vez ------pensó Junsu, observando a los dos hombres, que se miraban fijamente a los ojos------. Ni siquiera tú serás capaz de salir de todo esto usando tus encantos».

Pero en ese momento sonaron pasos suaves en la entrada del estudio. Junsu volteó la cabeza y se quedó encandilado con unos ojos de color lapislázuli enmarcados por largas pestañas doradas. Era Naony. Su padre, el barón Von Swartzschild, la había traído desde las frías tierras de los príncipes alemanes a la campiña coreana, con la esperanza de que esto ayudaría a que se recuperara de una larga enfermedad. Y desde el día de su llegada, todo había cambiado para Junsu.

-----Les ofrezco disculpas. No era mi intención molestar.

Su voz era suave y nítida. Efectúo un leve gesto como para marcharse.

-----No, no te vayas. Quédate -----se apresuro a decir Junsu. Quiso decir más, tomarle la mano…, pero no se atrevió. No en presencia de su padre. Todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente los ojos azules, como gemas, dirigidos hacía él.

-----Sí, quédate -----dijo Hyung joong, y Junsu vio que la expresión furiosa de su padre se había ablandado y que había soltado a Jaejoong.

El noble se adelantó, arreglándose los gruesos pliegues de la larga capa con aplicaciones de piel.

-----Tu padre debería estar de regreso hoy de sus negocios en la cuidad, y le encantara verte. Pero tus mejillas están pálidas, pequeña Naony. Espero que no vuelvas a enfermarte.

-----Ya sabe que siempre estoy pálida, señor. No utilizo rubor como las atrevidas muchachas italianas.

-----No lo necesitas -----Dijo Junsu sin poder contenerse, y ella le sonrió.

Era tan hermosa… El muchacho sintió un dolor en el pecho.

-----Y te veo demasiado poco durante el día -----siguió su padre-----. Casi nunca nos concedes el placer de tu compañía antes del crepúsculo.

-----Llevo acabó mis estudios y mis oraciones en mis propios aposentos, señor -----respondió Naony con voz queda, bajando las pestañas.

Junsu sabía que no era cierto, pero no dijo nada; jamás traicionaría el secreto de Naony. La muchacha volvió a dirigir los ojos hacia el padre de Junsu.

-----Pero ahora estoy aquí. Señor.

-----Sí, sí, eso es cierto. Y debo ocuparme de que está noche tengamos una comida muy especial para celebrar el regreso de tu padre.

Junsu volteó hacia Naony con deleite. Casi nunca podían conversar sin la presencia de su padre o de Gudren, la imperturbable sirvienta alemana de la joven.

Pero lo que Junsu vio fue como un puñetazo en el estómago, Naony sonreía…, aquella leve sonrisa reservada que tan a menudo había compartido con él. Pero no lo miraba a él. Miraba a Jaejoong.

Junsu odio a su hermano en aquel momento, odió la belleza pálida y la gracia y la sensualidad de Jaejoong, que atraían a las mujeres hacia él como mariposas a la luz. Quiso en ese momento golpear a Jaejoong, hacer pedazos aquella belleza. Pero tuvo que permanecer allí y contemplar cómo Naony avanzaba despacio hacia su hermano, paso a paso, con su vestido de brocado dorado susurrando sobre el piso adoquinado.

Y mientras él observaba, Jaejoong extendió una mano hacia Naony y sonrió con la cruel sonrisa del triunfo…

Junsu se apartó de la ventana rápidamente.

¿Por qué volvía a abrir viejas heridas? Pero, incluso mientras lo pensaba, sacó la delgada cadena de oro que llevaba debajo de la camisa. Su pulgar y un índice acariciaron el anillo que colgaba de ella y luego lo alzó hacia la luz.

El pequeño aro exquisitamente labrado en oro, y cinco siglos no habían amortiguado su lustre. Llevaba engarzada una única piedra, un lapislázuli del tamaño de la uña de su meñique. Junsu lo contempló, luego miró el grueso anillo de plata, el también con lapislázuli engarzado, de su propia mano. En el pecho sintió una opresión familiar.

No podía olvidar el aspado, y en realidad no deseaba hacerlo. Pese a todo lo que había sucedido, atesoraba el recuerdo de Naony. Pero había un recuerdo que realmente no debía perturbar, una página del diario que no debía voltear. Si tenía que revivir aquel horror, aquella... abominación, se volvería loco. Como había enloquecido aquel día, aquel último día, cuando había contemplado su propia condenación.

Se apoyo en la ventana, con la frente presionada sobre su frescor. Su tutor también le había dicho: «El mas jamás encontrará la paz. Puede que triunfe, pero jamás encontrará la paz».

¿Por qué había tenido que venir a México?

Había esperado hallar la paz aquí, pero eso era imposible. Jamás lo aceptarían, jamás descansaría. Porque era malvado. No podía cambiar lo que era.

Mariana se levantó más temprano de lo habitual esa mañana y escuchó a su madre dando vueltas por su habitación, preparándose para tomar el baño. Cynthia dormía aún profundamente, enroscada igual que un ratoncito en su cama. Mariana pasó frente a la puerta entreabierta de su hermana menos sin hacer ruido y continuó por el pasillo hasta abandonar la casa. El aire era fresco y limpio esa mañana; el árbol de membrillo estaba habitado únicamente por los acostumbrados arrendajos y gorriones. Mariana, que se había acostado con un terrible dolor de cabeza, levantó el rostro hacia el limpio cielo azul y respiró profundamente.

Se sentía mucho mejor de lo que se había sentido el día anterior. Había prometido encontrase con Yuchun antes de ir a clases y, aunque no le entusiasmaba demasiado, estaba segura de que todo iría bien.

Yuchun vivía a sólo dos calles de la escuela. Era una sencilla casa de madera, como todas las demás en aquella calle, excepto que quizá el columpio del jardín estaba un poco más deslucido, y la pintura un poco más despostillada. Yuchun estaba ya en el exterior, y durante un momento el corazón de la muchacha se aceleró ante la familiar visión.

Realmente era apuesto. De eso no cabía duda. No del mundo deslumbrante, casi perturbador, de... alguna persona, sino de un saludable modo Sur Coreano. Park Yuchun era típicamente Sur Coreano. Llevaba el pelo café oscuro muy corto por la temporada de fútbol y tenía la piel bronceada debido al trabajo al aire libre en la granja de sus abuelos. Sus ojos cafés oscuros eran honestos y francos. Y precisamente hoy, mientras extendía los brazos para abrazarla con suavidad, estaban algo tristes.

------¿Quieres entrar?

------No. Limitémonos a caminar ------dijo Mariana.

Caminaron uno junto al otro sin tocarse. Hayas y nogales negros bordeaban aquella calle, y el aire tenía aún una quietud matutina. Mariana contempló sus pies sobre la húmeda banqueta, sintiendo se repentinamente indecisa. Después de todo, seguía sin saber cómo empezar.

------No me has contado cómo te fue en Lóndres ------dijo él.

------Ah, estupendo ------respondió Mariana, y lo miró de soslayo; también el miraba la banqueta------. Todo resulto fantástico ------continuó, intentando dar un poco de entusiasmo a su voz------. La gente, la comida, todo. Realmente fue... ------Su voz se apagó, y lanzó una carcajada nerviosa.

------Sí, ya sé. Estupendo ------completó él la frase de ella.

Yuchun se detuvo y se quedó mirando hacia el piso, a sus gastados tenis. Mariana vio que eran los del año anterior. La familia de Yuchun apenas conseguía ir pasándola; tal vez no había podido comprarse unos nuevos. La joven levantó la vista y se encontró aquellos ojos cafés fijos en su rostro.

------¿Sabes?, tienes un aspecto hermoso en este momento ------dijo él.

Mariana abrió la boca con consternación, pero él volvía a hablar.

------E imagino que tienes algo que decirme.

Mariana lo miró fijamente, y él sonrió, con una sonrisa forzada y triste. Luego volvió a tenderle los brazos.

------Yuchun------dijo ella, abranzándolo con fuerza; después se aparto para mirarlo a la cara------. Yuchun, eres el chavo más lindo que he conocido nunca. No te merezco.

------Ah, entonces por eso me cortas ------dijo él, mientras continuaban caminando------. Porque soy demasiado bueno para ti. Debería haberme dado cuenta antes.

Ella le dio un puñetazo en el brazo.

------No, no es por eso, y tampoco te estoy cortando. Seremos amigos, ¿de acuerdo?

------Desde luego. Por supuesto.

------Porque eso es lo que he comprendido que somos.------ Se detuvo, volviendo a levantar la mirada hacia él------. Buenos amigos. Sé honesto ahora, Yuchun, ¿no es eso lo que realmente siente por mí?

Él la miró y luego alzó los ojos al cielo.

------¿Puedo acogerme a la Quinta Enmienda respecto a eso? ------dijo y al ver que Mariana le ponía mala cara, añadió------: no tiene nada que ver con ese chavo nuevo, ¿verdad?

------No ------respondió ella tras una vacilación, y luego añadió con rapidez------, ni siquiera lo conozco aún. No sé quien es.

------Pero quieres conocerlo. No, no lo digas. ------La rodeó con un brazo y la hizo girar con suavidad------. Vente, vámonos a la escuela. Si tenemos tiempo, incluso te compraré una dona.

Mientras caminaba, algo se agitó violentamente en la copa del nogal que esta sobre sus cabezas. Yuchun lanzó un silbido y señaló con el debo.

------¡Mira eso! Es el cuervo más grande que he visto nunca.

Mariana miró, pero ya había desaparecido.

Aquel día, la escuela fue sólo el lugar adecuado para que Mariana repasara su plan.

Por la mañana había despertado sabiendo qué hacer. Y durante el día reunió toda la información que pudo acerca de Kim Junsu. Lo que no resultó difícil, porque todo el mundo en Green Land School hablaba de él.

Todo el mundo sabía quien había tenido alguna especie de roce con la funcionaria de admisiones el día anterior. Y hoy lo habían llevado a la oficina del director. Algo relacionado con sus papeles. Pero el director lo había enviado de regreso al aula (tras, se rumoreaba, una llamada de larga distancia a Corea... ¿o era China?), y todo parecía arreglado ya. Oficialmente al menos.

Cuando Mariana llegó a su clase de Historia Europea aquella tarde, la saludó un suave chiflido en el pasillo. Richard Martínez y Patrick Mendieta andaban echando relajo por allí. Un par de imbéciles de lo peor, se dijo, haciendo caso omiso del chiflido y las miradas fijas. Pensaban que ser pateador y defensa en el equipo de fútbol americano de la escuela los convertía en unos tipos sensacionales. Mantuvo un ojo puesto en ellos mientras también ella pasaba el rato en el pasillo, aplicándose una nueva capa de pintalabios y jugueteaba con la polvera, había dado a Paola instrucciones especiales, y el plan estaba listo para ponerlo en práctica en cuanto a Junsu apareciera. El espejo de la polvera le proporcionaba una visión espuenda del pasillo a su espalda.

De cualquier modo, no lo vio llegar. Apreció a su lado repentinamente, y ella cerró la polvera de golpe mientras él pasaba. Su intención era detenerlo, pero algo sucedió antes de que pudiera hacerlo. Junsu se puso tenso... o, al menos, algo le ocurrió que lo hizo adoptar una actitud cautelosa de improviso. En ese instante Richard y Patrick se colocaron frente a la puerta del aula de historia, impidiéndole el paso.

Imbéciles de talla mundial, se dijo Mariana. Echado chispas, los miró iracunda por encima del hombro de Junsu.

Disfrutaban con el jueguito, apoyados contra la puerta mientras fingían estar totalmente ciegos a la presencia de Junsu allí de pie.

------Con permiso.

Era el mismo tono de voz que había usando con el profesor de historia. Sosegada, distante.

Richard y Patrick se miraron uno a otro, luego a su al rededor, como si escucharan voces fantasmales.

------¿Escuuzi? ------dijo Patrick con voz de falsete------. ¿Escuuzi a mí? ¿A mí escuuzi? ¿Jacuzzi?

Los dos rieron.

Mariana vio cómo los músculos se tensaban bajo la playera que tenía delante. Aquello era totalmente injusto; los dos molestaban al joven, y la espalda de Richard era casi del doble de ancha.

------¿Sucede algo?

Mariana se sobresaltó tanto como los dos muchachos ante la nueva voz que se escuchó a su espalda. Dio media vuelta y se encontró con Yuchun. Sus ojos cafés tenían una mirada dura.

Mariana mordió los labios para contener una sonrisa mientras Patrick y Richard se apartaban despacio, con resentimiento. El bueno de Yuchun, se dijo. Pero ahora el bueno de Yuchun entraba en en aula acompañando a Junsu, y ella se tenía que resignar a seguirlos, observando la parte posterior de dos playeras. Cuando se sentaron, se deslizó en el pupitre situado detrás de Junsu, desde donde podía observarlo sin que la viera. Su plan tendría que esperar hasta que finalizara la clase.

------Eh, oye ------empezó por fin, incómodo------. Esos chavos, ya sabes...

Junsu rió. Fue un sonido amargo.

------¿Quién soy yo para juzgar?

Había más emoción en su voz de la que Mariana había oído antes, incluso cuando le había hablado al señor Tanner. Y aquella emoción era infelicidad total.

------De todos modos, ¿por qué tendría que ser bienvenido aquí? ------finalizó, casi para sí mismo.

------¿Por qué no deberías serlo? ------Yuchun había estado mirando fijamente a Junsu, y en ese momento su mandíbula se irguió con determinación------. Oye ------dijo------, ayer hablaste sobre el fútbol. Bien, a nuestro mejor receptor abierto se le rompió un ligamento, y necesitamos un sustituto. Entrenaremos esta tarde. ¿Qué te parece? ------¿Yo? ------Junsu parecía sorprendido------. Ah... No sé si podría.

------¿Sabes correr?

------¿Correr...?

Junsu se medio giró hacia Yuchun, y Mariana vio cómo un leve atisbo de sonrisa curvaba sus labios.

------Sí.

------Eso es todo lo que un receptor abierto tiene que hacer. Yo soy el portero. Si puedes atrapar lo que yo tire y correr con ello, puedes jugar.

------Entiendo.

Lo cierto era que Junsu casi sonreía, y aunque la boca de Yuchun tenía una expresión seria, sus ojos cafés estaban risueños. Sorprendida de sí misma, Mariana advirtió que estaba celosa. Había una cordialidad entre los dos muchachos que la excluía completamente.

Pero al siguiente instante, la sonrisa de Junsu desapareció.

------Gracias..., pero no. Tengo otros compromisos.

En ese momento, Paola y Sheilalin llegaron y empezó la clase.

Durante toda la lección de Tanner sobre Europa, Mariana no dejó de repetirse: «Hola, me llamo Mariana Ferreti. Estoy en el comité de bienvenida del último curso y me designaron para que te muestre la escuela. Seguramente no querrás ponerme en apuros, ¿verdad?, impidiendo que haga mi trabajo». Eso último, con ojos muy abiertos y melancólicos..., pero sólo si daba la impresión de que él intentara zafarse. Era un plan infalible. Seguro no podría resistírsele a una dama en apuros.

Cuando estaban a la mitad de la clase, la chava sentada a su derecha le pasó una nota. Mariana la abrió reconoció la letra redonda en infantil de Paola. Decía: Mantuve a S. alejada todo el tiempo que pude. «¿Qué sucedió? ¿Funciono?».

Mariana levantó la vista y vio a Paola volteada hacia atrás en su asiento en primera fila. Mariana señaló la nota y negó con la cabeza, articulando con los labios: «Después de clases».

Pareció que transcurría un siglo antes de que Tanner diera las últimas instrucciones sobre exposiciones orales y los dejara ir. Entonces todos el mundo se levantó de golpe. «Ahí vamos», pensó Mariana, y con el corazón latiéndole con fuerza, se colocó directamente en el camino de Junsu, impidiéndole el paso por el pasillo, de modo que no pudiera esquivarla.

Igualito que Richard y Patrick, se dijo, sintiendo un irresistible impulso de reírse como tonta. Levantó la mirada y se encontró con sus ojos a la altura de la boca del muchacho.

Su mente se quedó en blanco. ¿Qué era lo que se suponía que tenía que decir? Abrió la boca y de algún modo las palabras que había estado ensayando brotaron atropelladamente.

------Hola, soy Mariana Ferreti, y estoy en el comité de bienvenida del último curso y me designaron para...

------Lo siento; no tengo tiempo.

Por un momento no pudo creer que él estuviera hablando, que no fuera a darle siquiera la oportunidad de terminar. Su boca siguió pronunciando el discurso.

------.... que te muestre la escuela...

------Lo siento. No puedo. Tengo que... tengo que ir al entrenamiento de fútbol americano.------ Junsu volteó la cabeza hacia Yuchun, que se mantenía al margen con expresión atónita ------. Dijiste que seria después de clases, ¿verdad?

------Sí ------dijo éste lentamente------, pero...

------Entonces será mejor que me ponga en marcha. Tal vez podrías mostrarme el camino.

Yuchun miró a Mariana con expresión de impotencia y luego se encogió de hombros.

------Bueno..., claro. Vamos.

Echó un vistazo hacia atrás mientras se iban. Junsu, no.

Mariana se encontró paseando la mirada por un circulo de observadores, incluida Sheilalin, que le dedicaba una clara sonrisita de suficiencia. La muchacha sintió un aturdimiento en doto el cuerpo y una sensación de ahogo en la garganta. No podía soportar seguir allí ni un segundo más. Dio la vuelta y abandonó el pasillo tan aprisa como pudo.
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AUTORA: A.R MENDEZ