lunes, 5 de mayo de 2014

CONFISION Y CONFLICTO CAP 4




Cap. 4

Para cuando llegó a su locker, el aturdimiento se disipaba ya y el nudo en su garganta intentaba disolverse en lágrimas. Pero no lloraría en la escuela, se dijo, no ibas hacerlo. Luego de cerrar su locker, se encaminó a la salida principal.

Por segundo día consecutivo, regresaba a su casa de la escuela nada más sonar la última campana, y sola. Su madre madre no podría soportar eso. Pero cuando Mariana llegó a su casa, el carro de su padre no estaba en la entrada; él, su madre y Cynthia debían de haber ido al mercado. La casa estaba silenciosa y tranquila cuando Mariana abrió la puerta.

Agradeció la quietud; quería estar sola en aquellos momentos. Pero por otra parte, no sabía exactamente qué hacer consigo misma. Ahora que finalmente podía llorar, descubrió que las lágrimas no acudían. Dejó caer la mochila sobre el piso del vestíbulo y entró despacio a la sala.

Era una habitación hermosa e impotente, la única parte de la casa, además del dormitorio de Mariana, que pertenecía a la construcción original. La primera casa se había construido antes de 1861 y se había quemado casi por completo durante la guerra de Secesión. Todo lo que se pudo salvar fue la habitación, con su elaborada chimenea enmarcada con moldaduras en forma de caracol, y el gran dormitorio del piso superior. El bisabuelo del padre de Mariana había construido una nueva casa, y los Ferreti habían vivido en ella desde entonces.

Mariana volteó a mirar por una de las ventanas que ibas desde el piso hasta el techo. El cristal era antiguo y grueso, y mostraba ondulaciones, de modo que todo en el exterior quedaba distorsionado, con un aspecto ligeramente oblicuo. Recordó la primera vez que su abuelo le había mostrado aquel viejo cristal con ondulaciones, cuando ella era más joven aun que Cynthia en la actualidad.

La sensación de ahogo había regresado a su garganta, pero las lágrimas seguían sin acudir. Todo en su interior era contradictoria. No quería compañía, y a la vez se sentía dolorosamente sola; realmente quería pensar, pero ahora que lo intentaba, los pensamientos la esquivaban como ratones huyendo de un búho blanco. «Un búho blanco... ave de presa... devorador de carne... cuervo», pensó. «El cuervo más grande que he visto nunca», había dicho Yuchun.

De nuevo sintió comezón en los ojos. Pobre Yuchun. Lo había herido, pero él había aceptado muy bien el asunto. Incluso había sido amable con Junsu.

Junsu. Su corazón dio un vuelco, violento, arrancando de sus ojos dos lágrimas ardientes. Buen, por fin lloraba. Lloraba de rabia, de humillación y frustración..., ¿ y qué más? ¿Qué había perdido realmente ese día? ¿Qué sentía realmente por ese desconocido, aquel Kim Junsu? Era un desafío, sí, y eso lo hacía ser distinto, interesante. Junsu era exótico..., excitante.

Resultaba curioso, pero algunos chicos le habían dicho a veces a Mariana que ella era eso precisamente. Y más tarde se enteraba por ellos, o por sus amigos o hermanas, de lo nerviosas que estabas antes de salir con ella, cómo se les ponían sudorosas las palmas de las manos y sentían el estómago lleno de mariposas. A Mariana esas historias siempre le habían parecido divertidas. Ningún chavo de los que había conocido a los largo de su vida la había puesto nerviosa.

Pero el hablar con Junsu hoy, su pulso se había acelerado y las rodillas habían estado apunto de boblársele. Había tenido las palmas húmedas. Y no había sentido mariposas en estómago..., había sentido murciélagos.

¿Le interesaba el muchacho porque la ponía nerviosa? No era una buena razón, se dijo. De hecho, era una muy mala razón. Pero estaba también aquella boca. Aquella boca tan perfecta que hacía que sus rodillas se doblaran por algo que nada tenía que ver con el nerviosismo. Y aquellos cabellos negros como la noche; sus dedos ansiaban entretejerse en su suavidad. Aquel cuerpo ágil de musculatura atractiva, aquellas piernas largas..., y aquella voz. Fue su voz lo que la había decidido el día anterior, haciendo que se sintiera totalmente empeñada en tenerlo. Su voz había sido serena y desdeñosa al hablarle al señor Tanner, pero extrañamente persuasiva a pesar de todo. Se preguntó si podría volverse misteriosa y oscura también, y como sonaría pronunciando su nombre, susurrando su nombre...

------¡Mariana!

Mariana se sobresaltó, la ensoñación hecha pedazos. Pero no era Kim Junsu quien la llamaba, era su madre, que abría la puerta estrepitosamente.

------¿Mariana? ¡Mariana! ------Y aquella voz era de Cynthia, con voz gritona y aguda------. ¿Estás en casa?

La desdicha volvió a embargar a la muchacha, y paseó la mirada por la cocina. No estaba en condiciones de enfrentarse a las preguntas preocupadas de su madre ni la alegría inocente de Cynthia en aquellos momentos. No con pestañas húmeda y nuevas lágrimas amenazando con aparecer en cualquier instante. Tomó una decisión relámpago y se escabulló en silencio por la puerta trasera, mientras la principal se cerraba de golpe.

Cuando llegó al patio, vaciló. No quería tropezarse con nadie desconocido. Pero ¿Adónde podía ir para estar sola?

La respuesta llegó casi al instante. Por supuesto. Iría a ver a su abuela y a su abuelo.

Era un caminata bastante larga, casi hasta afueras de la cuidad, pero durante los últimos tres años se había convertido en algo acostumbrado para Mariana. Cruzó al otro lado del puente Libertad y ascendió por la colina, pasando frente a la iglesia en ruinas. Luego descendió hacia el pequeño valle situado abajo.

Aquella parte del cementerio estaba bien cuidada; sólo la parte antigua permanecía en un estado ligeramente silvestre. Aquí la hierba estaba pulcramente cortada, y los ramos de flores ofrecían un paisaje de vívidos colores. Mariana se sentó junto a la gran lápida de mármol que tenía la palabra «Ferreti» labrada en la parte frontal.

------Hola, abuela. Hola, abuelo ------murmuró.

Se inclino sobre el lugar para depositar una flor violeta que había recogido por el camino. Luego dobló las piernas debajo de su cuerpo y se quedó sentada.

Había ido allí a menudo después del accidente. Cynthia sólo tenía 4 años en el momento en que ocurrió el accidente de automóvil, y lo cierto era que no los recordaba mucho. Pero Mariana sí. Dejó que su mente retrocediera para visualizar sus recuerdos, y el nudo de su garganta aumentó y las lágrimas salieron con más facilidad. Todavía los echaba mucho de menos... Su abuela, tan joven y hermosa, y su abuelo, con una sonrisa que le hacía arrugar los ojos.

Tenía suerte de contar con sus padres, ciertamente. Ellos viajaban en el mismo automóvil cuando pasó aquel trágico accidente. Ellos sobrevivieron.

Pero Mariana recordaba a sus abuelos. En ocasiones, poco después del funeral, había acudido allí para enfurecerse con ellos, reclamarles por haber sido tan estúpidos como para matarse. Mariana se crió y creció a lado de sus abuelos, sus padres, siempre habían estado de viaje; no tenían mucho tiempo para Mariana y su pequeña hermana. Al morir, ellos sentía que ya no había ningún lugar en la tierra al que perteneciera.

¿Adónde pertenecía ahora?, se preguntó. La respuesta fácil: Allí, en México, donde había vivido toda su vida. Pero la últimamente la respuesta fácil parecía equivocada. Últimamente sentía que debía existir algo más allá para ella, algún lugar que reconocería en seguida y llamaría hogar.

Una sombra cayó sobre su persona, y abrió los ojos sobresaltada. Por un instante, las dos figuras que estaban de pie atrás de ella le resultaron extrañas, desconocidas, vagamente amenazadoras. Las volteo haber fijamente paralizada.

-----Mariana -----dijo nerviosamente la figura más pequeña, con las manos en las caderas-----, a veces realmente me preocupo por ti, de veras.

Mariana pestañeó y luego soltó una breve carcajada. Eran Kimberly y Paola.

------¿Qué tiene que hacer una persona para conseguir un poco de intimidad en este sitio? ------preguntó mientras ellas se sentaban.

------Decirnos que nos vayamos ------sugirió Kimberly, pero Mariana se limitó a encogerse de hombros.

Kimberly y Paola habían acudido allí a menudo en su busca, los meses siguientes al accidente. De repente se sintió complacida por ello, y agradecida con ambas. Aunque no existiera nada más, tenía amigas que se preocupaban por ella. No le importó que supieran que había estado llorando, aceptó el pañuelo de papel arrugado que Paola le ofreció y se secó los ojos. Las tres permanecieron sentadas en silencio durante un rato, observando como el viento alborotaba los árboles que rodeaban el cementerio.

------Siento lo que sucedió está mañana ------dijo Paola, por fin, en voz baja------.Fue realmente terrible.

------Y tu nombre es «Tacto» ------Dijo Kimberly------. No pudo haber sido peor, Mariana.

------No estabas allí,------ Mariana se sintió enrojecer ante aquel recuerdo------. Sí que fue terrible. Pero ya no importa ------añadió categóricamente, desafiante------. Termine con él. Ya no lo quiero.

------¡Mariana!

------No quiero, Paola. Evidentemente, piensa que es demasiado bueno para..., para los mexicanos. Así que puede agarrar sus lentes de sol de marca y... ------Se escucharon resoplidos de risa procedentes de sus compañeras. Mariana se sonó la nariz y negó con la cabeza------. De todos modos ------dijo, cambiando decididamente de teme------, al menos Tanner parecía estar de mejor humor humor.

Paola adoptó una expresión mártir.

------¿Sabías que me obligó a anotarme para ser la primera en presentar la exposición oral? De todos modos, no me importa. Voy hacer el mío sobre los druidas, y...

------¿Sobre los que?

------Los druidas, Esos viejos raros que hacían magia y cosas así en la antigua Inglaterra. Desciendo de ellos; por eso soy médium.

Kimberly lanzó un resoplido, pero Mariana contempló con el entrecejo arrugado la brizna de pasto que retorcía entre los dedos.

------Paola, ¿realmente viste algo en la palma de mi mano? ------preguntó súbitamente.

La muchacha vaciló.

------No lo sé ------dijo por fin------. Creí ver algo. Pero a veces la imaginación se me desborda.

------Sabía que estabas aquí ------dijo Kimberly inesperadamente------. Pensé en ir a buscarte a la cafetería, pero Paola dijo: «Está en el cementerio»

------¿Yo dije eso? ------Paola pareció levemente sorprendida e impresionada------. Bien, ya lo ves. Mi abuela de Edimburgo tiene el don de la clarividencia, y yo también. Siempre se salta una generación.

------Y descendiente de los druidas ------dijo Kimberly con voz solemne.

------¡Bueno, es cierto! En Escocia mantienen las viejas tradiciones. Ne creerías algunas cosas que hace mi abuela. Conoce un método para averiguar con quien te vas a casar y cuándo vas a morir. Me dijo que moriré joven.

------¡Paola!

------De veras. Seré joven y hermosa dentro de mi ataúd. ¿No creen que eso es apasionante?

------No, no lo creo. Creo que es repugnante ------replico Mariana.

Las sombras se alargaban y el viento se tornaba fresco.

------Por fin, ¿con quien te vas a casar, Paola? ------Kimberly cambió de tema con habilidad.

------No lo sé. Mi abuelo me contó sobre el ritual que hay que hacer para averiguarlo, pero jamás lo intenté. Por supuesto ------Paola adoptó una pose sofisticada------, tiene que ser escandalosamente rico y guapísimo. Como nuestro misterioso desconocido pálido, por ejemplo. En especial, si nadie más lo quiere, ------Le dirigió una mirada traviesa a Mariana.

Mariana no le siguió el juego.

------¿Qué me dicen de Patrick Mendieta? ------murmuró inocentemente------. Su padre es, desde luego, bastante rico.

------Y no es feo ------admitió Kimberly en todo solemne------. Eso, desde luego, si te gustan los animales. Todos esos enormes dientes blancos...

Las muchachas intercambiaron miradas y luego prorrumpieron en carcajadas. Paola le arrojó un puñado de hierba a Kimberly, que la sacudió de encima y la arrojó un diente de león como respuesta. En algún momento, mientras sucedía todo esto, Mariana comprendió que iba a estar bien. Volvía a ser ella misma, no estaba perdida, no era una desconocida, sino Mariana Ferreti, la reina de la preparatoria Green Las School. Se quitó el listón color crema y sacudió su cabellera alrededor del rostro.

------Ya decidí que voy hacer en mi exposición oral ------dijo contemplando con los ojos entrecerrados cómo Paola se pasaba los dedos por los rizos para quitarse la hierba.

------¿Qué será?

Mariana levantó la barbilla para contemplar el cielo rojo y morado sobre la colina. Aspiró pensativa y dejó que el suspenso creciera durante un instante. Luego dijo con indiferencia:

------El Renacimiento coreano.

------Paola y Kimberly la miraron fijamente, luego se miraron entre sí y prorrumpieron en carcajadas otra vez.

------¡Ajá! ------dijo Kimberly cuando se recuperaron------. Así que el tigre regresa.

Mariana le dedicó una mueca de ferocidad. Su conmocionada seguridad en sí misma había regresado, y aunque no lo comprendía ni ella misma, sabía una cosa; no iba a dejar que Kim Junsu se le escapara incólume.

------De acuerdo ------indicó con vivacidad------. Ahora, escúchenme bien. Nadie más debe saber esto, o seré el hazmerreír de la escuela. Y a Sheilalin le encantaría tener cualquier excusa para hacer quedar como una ridícula. Pero todavía quiero que sea mío, y lo será. Aún no sé cómo, pero lo conseguiré. No obstante, hasta que se me ocurra un plan, vamos a hacer como sí él no existiera.

-----¿Vamos?

-----Sí, vamos. No puedes tenerlo, Paola; es mío. Y tenemos que poder confiar en ti completamente.

-----Espera un minuto -----Dijo Kimberly, con un brillo en los ojos. Se quitó de la blusa un broche esmaltado y luego, levanto el dedo pulgar, le dio un veloz piquete.

-----Paola, Dame tu mano.

-----¿Por qué? -----Preguntó ésta, contemplando el alfiler con suspicacia.

-----Porque quiero casarme contigo, ¿para que crees, idiota?

-----Pero… pero… Está bien. ¡Ay!

-----Te toca, Mariana. -----Punzo con eficacia el dedo de su amiga, y luego lo apretó para conseguir sacarle una gota de sangre-----. Ahora -----prosiguió, mirando a las otras dos con centelleantes ojos oscuros-----, todas juntamos los pulgares y juramos. Especialmente tú, Paola. Jura guardar el secreto y hacer todo lo que Mariana pida en relación con Junsu

-----Oigan, jurar con sangre es peligroso -----protestó Paola en tono serio-----. Significa que tienes que mantener tu promesa, suceda lo que suceda, sin importar qué cosa sea, Kimberly.

-----Ya lo sé -----respondió inflexible-----. Por eso te digo que lo hagas. Acuérdate lo que pasó con Julio Cesar.

Paola hizo un gesto.

-----Eso fue hace años, y cortamos en seguida de todos modos y… Bueno juraré -----Cerrando sus ojos, dijo-----: Juro mantener esto en secreto y hacer todo lo que Mariana me pida respecto a Junsu.

-----Kimberly repitió el juramento. Y Mariana, con la vista fija en las sombras pálidas de sus pulgares en medio de creciente oscuridad, aspiró una larga bocanada de aire y dijo en voz baja:

-----Y yo juro no descansar hasta que sea mío.

Una ráfaga de viento frío atravesó el bosque, echando hacia atrás los cabellos de las muchachas y haciendo revolver las hojas secas del suelo. Paola lanzó una exclamación ahogada y retrocedió; todas miraron a su alrededor, y luego emitieron risitas nerviosas.

-----Ya oscureció -----Observo Mariana, sorprendida.

-----Será mejor que regresemos a casa -----Dijo Kimberly, volviendo a sujetarse el broche.

También Paola se puso de pie, introduciéndose la punta del pulgar en la boca.

-----Adiós -----dijo Mariana en voz baja, de cara hacia el cielo. Luego les hizo una seña con la cabeza a Kimberly y a Paola.

-----Vámonos.

En silencio, ascendieron la colina que conducía hasta la iglesia en ruinas. El juramento echo con sangre les había dejado a todas una sensación de solemnidad, y al pasar ante la iglesia derruida, Paola se estremeció. Con la puesta del sol, la temperatura había descendido bruscamente, y soplaba fuerte viento. Cada ráfaga de viento emitía susurros entre la hierba y hacía que los viejos robles agitaran ruidosamente sus oscilantes hojas.

-----Estoy helada -----comentó Mariana, deteniéndose un instante frente al agujero negro que en el pasado había sido la puerta de la iglesia y dirigiendo una mirada hacia el paisaje situado a sus pies.

La luna no había salido todavía, y apenas se distinguían el bosque y el puente Libertad más allá.

-----Tiene un aspecto distinto, ¿verdad? En la oscuridad, quiero decir -----comentó con voz vacilante.

No sabía cómo decir lo que en realidad quería indicar: que no era un lugar para vivos.

-----Podríamos ir por el camino largo -----propuso Kimberly-----. Pero eso significaría otros 20 minutos de camino.

-----No importa ir por aquí -----dijo Paola, tragando saliva con fuerza-----. Siempre he dicho que quiero que me entierren ahí, en el viejo cementerio.

-----¡Quieres dejar de hablar de tu entierro! -----La regaño Mariana, e inicio el descenso por la colina.

Pero cuanto más avanzaba por el estrecho sendero, más incómoda se sentía. Aflojó el paso hasta que Kimberly y Paola la alcanzaron. Cuando se acercaban a la primera luz, su corazón empezó a latir con fuerza. Intentó no hacer caso, pero sentía un cosquilleo por toda la piel y sintió erizarse el fino vello de sus brazos. Entre ráfagas de viento, cada sonido perecía amplificado de un modo horrible; el crujido de los tres pares de pies sobre el sendero cubierto de hojas resultaba ensordecedor.

La iglesia en ruinas ya era una silueta negra detrás de ellas. El angosto sendero conducía por entre las lápidas recubiertas de líquenes, muchas de las cuales eran más altas que Kimberly. Bastante grandes como para que algo se ocultara detrás, pensó Mariana con inquietud. Algunas tumbas eras escalofriantes, como la que tenía un querubín que parecía un auténtico bebé, pero su cabeza se había desprendido y habían colocado con cuidado junto a su cuerpo. Los ojos de granito abiertos de par en par carecían de expresión. Mariana no podía apartar los ojos de ella, y su corazón empezó a latir violentamente.

-----¿Por qué nos detenemos? -----Preguntó Kimberly.

-----Yo sólo… Lo siento -----Murmuro Mariana, pero cuando se obligó a voltear la cara, se quedó petrificada al instante-----.¿Paola? -----dijo-----. Paola, ¿Qué sucede? -----Paola tenía la vista fijada en el interior del bosque, con los labios entre abiertos y los ojos tan desorbitados e inexpresivos como el de un querubín de piedra. El miedo oprimió el estomagó de Mariana-----. Paola, deja de hacerle al cuento. ¡Ya! No es divertido.

Paola no contestó.

-----¡Paola! -----Llamó Kimberly.

Kimberly y Mariana se miraron, y de repente Mariana comprendió que tenía que salir corriendo de ese lugar. Giró en redondo para empezar a descender por el sendero, pero escuchó una voz desconocida a su espalda, y volteó sobresaltada.

-----Mariana -----dijo la voz

No era la voz de Paola, pero procedía de la boca de ésta. Pálida en la oscuridad, Paola seguía con la mirada fija en el bosque. Su rostro carecía totalmente de expresión.

-----Mariana -----repitió la voz, y añadió, a la vez que la cabeza de Paola se volvía hacia ella-----, hay alguien esperándote ahí afuera.

Mariana nunca supo exactamente qué sucedió en los minutos siguientes. Algo pareció moverse entre las oscuras ramas encorvadas, agitándose y alzándose entre ellas. Mariana gritó y Kimberly lanzó otro alarido, y acto seguido las dos corrían ya, y Paola con ellas, gritando también.

Los pies de Mariana golpeaban el estrecho sendero, tropezando con rocas y terrones de tierra. Paola sollozaba intentando recuperar el aliento detrás de ellas, y Kimberly, la tranquila y cínica Kimberly, jadeaba violentamente, se escuchó una repentina agitación y un chillido en un roble que alzaba por encima de ellas, y Mariana descubrió que podía correr aún más de prisa.

-----Hay algo detrás de nostras -----gritó Paola con voz aguda-----. Oh, Dios, ¿Qué está sucediendo?

-----Hay que llegar al puente -----jadeó Mariana, entre el fuego que sentía en los pulmones.

No sabía el motivo, pero sentía que debían llegar hasta allí.

-----¡No te detengas Paola! ¡No mires hacia atrás!

Agarró la manga de la muchacha y la obligó a darse la vuelta.

-----No puedo hacerlo -----sollozó Paola, llevándose una mano al costado mientras aflojaba el paso.

Sí, claro que puedes -----rugió Mariana, volviendo agarrar la manga de Paola obligándola a seguir en movimiento-----. Vamos. ¡Vamos!

Vio el destello plateado del agua frente a ellas. Y allí estaba el claro entre los robles, y el puente más allá. A Mariana le flaqueaban las piernas y la respiración le vibraba en la garganta, pero no pensaba quedarse atrás. Ya veía las tablas de madera del puente, que estaba a seis metros, a tres, un metro y medio de ellas.

-----¡Lo conseguimos! -----Jadeó Kimberly mientras sus pies retumbaban en la madera.

-----¡No se detengan! ¡Crucen el otro lado!

El puente crujió mientras lo cruzaron en una carrera tambaleante, las pisadas resonaron sobre el agua. En cuanto saltó sobre la tierra apisonada de la rodilla, Mariana soltó por fin la manga de Paola y dejó que sus piernas se detuvieran dando un traspié.

Kimberly tenía el cuerpo doblado, con las manos sobre sus muslos, y respiraba fatigosamente. Paola lloraba.

-----¿Qué era? ¿Qué era? -----inquirió-----. ¿Todavía nos sigue?

-----Pensaba que tú eras la experta -----dijo Kimberly con voz insegura-----. Por el amor a Dios, Mariana, vámonos de aquí.

-----No, ya paso todo -----susurró Mariana.

Tenía lágrimas en los ojos y temblaba de pies a cabeza, pero el aliento caliente que sintió sobre su nuca había desaparecido. El río se extendía entre ella y aquello; las aguas eran un tumulto oscuro.

-----No puede seguirnos hasta aquí -----añadió.

Kimberly la miro fijamente, luego miro la otra orilla tupida de robles, a continuación miro a Paola. Se humedeció los labios y soltó una breve carcajada.

-----Seguro. No puede seguirnos, Pero vámonos a casa de todos modos, ¿sale? A menos de que tengan ganas de pasar la noche aquí afuera.

Una sensación indescriptible recorrió a Mariana, como un estremecimiento.

-----No, gracias -----contestó, y rodeó con un brazo a Paola, que seguía gimoteando-----. Ya paso Paola. Estamos a salvo. Vámonos.

Kimberly volvió a voltear hacia el otro lado del río.

-----¿Sabes?, no veo nada ahí atrás -----dijo con la voz más tranquila-----. A lo mejor no había nada detrás de nosotras, al fin y al cabo; a lo mejor, sencillamente nos entró el pánico y nos asustamos sin motivo. Con un poco de ayuda de la sacerdotisa druida que tenemos aquí.

Mariana no dijo nada cuando empezaron a caminar, manteniéndose muy juntas, por el sendero de tierra. Pero se hacía preguntas. Se hacía muchas preguntas.
 
 AUTORA:A.R. MENDEZ
 
NOTA:Por favor, es muy importante para mi que compartas tu opinión. Gracias por unirte y ser mi lectora...

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