viernes, 10 de enero de 2014

CONFUCION Y CONFLICTO CAP 1





Cap. 1

4 de septiembre

Querido Diario:

Algo terrible va a suceder hoy.
No sé por qué escribí eso. Es cosa de locos. No hay motivo alguno para que me sienta inquieta y todos para que sea feliz, pero... Pero aquí estoy a las 5:30 de la mañana, despierta y asustada. No hago más que decirme que simplemente sucede que estoy confundida debido a la diferencia horaria entre Lóndres y México. Pero eso no explica el porque me siento tan asustada. Tan perdida.
Anteayer, mientras mi madre, Cynthia y yo regresábamos del aeropuerto en automóvil, tuve una sensación muy extraña. Cuando dimos vuelta en nuestra calle, pensé de repente: «Mi abuela y mi abuelo nos están esperando en casa. Apuesto a que estarán en la entrada o en la sala de estar mirando por la ventana. Deben de haberme echado mucho de menos».
Lo sé. Es cosa de locos.
Pero incluso cuando vi la casa y la entrada vacía seguí sintiendo lo mismo. Subí los escalones y toqué con la aldaba. Y cuando mi mamá abrió con su llave me precipité adentro y simplemente me quedé en el vestíbulo escuchando, esperando escuchar a mi abuela bajar por la escalera con su bastón, o mi abuelo llamándome desde el estudio.
En ese momento, mi mamá soltó ruidosamente una maleta en el piso, detrás de mí, lanzó un enorme suspiro y dijo: «Estamos en casa». Cynthia rió. Y me invadió la sensación más horrible que he tenido jamás. Nunca me he sentido tan total y completamente perdida.
Casa. Estoy en casa. ¿Porque suena eso como una mentira? Nací aquí en México. Siempre he vivido en esta casa, siempre. Ésta es mi recámara de toda la vida, conserva una leve marca de quemadura en las tablas del piso donde Sheilalin y yo intentamos esconder unos cigarros cuando íbamos en tercer grado de Preparatoria y estuvimos apunto de asfixiarnos. Puedo mirar desde la ventana el enorme árbol de membrillo por el que Yuchun y los otros chavos se treparon para “colarse” en la pijamada que organicé por mi cumpleaños número veinte hace dos años. Ésta es mi cama, mi silla, mi tocador.
Pero en estos momentos todo me parece extraño, como si yo no perteneciera aquí. Soy yo la que está fuera de lugar. Y lo peor es que siento que hay algún lugar al que pertenezco, solo que no logró encontrarlo.
Ayer estaba demasiado cansada para ir a mi orientación escolar. Kimberly recogió mi programa, pero no tuve ganas de hablar con ella por teléfono. Mi mamá les dijo a todos los que llamaban que tras el viaje padecía estrés y dormía, pero me observo durante la cena con una curiosa expresión en el rostro.
Tengo que ver a mi pandilla hoy, no obstante. Se supone que debemos encontrarnos en el estacionamiento de la preparatoria antes de entrar a clases. ¿Estoy asustada por eso? ¿Les tengo miedo?
Mariana Ferreti dejó de escribir. Contempló fijamente la última línea que había recatado y luego negó con la cabeza, con la pluma apuntando hacia el pequeño libro con tapa de terciopelo azul. Después, con un gesto repentino, alzó la cabeza y arrojó pluma y libro contra el gran ventanal, donde rebotaron inofensivamente y aterrizaron sobre el tapizado asiento interior que estaba debajo de la ventana.
Todo era tan totalmente ridículo...
¿Desde cuándo, Mariana Ferreti, había tenido miedo de reunirse con la gente? Cuándo la había asustado algo? Se puso de pie y, llena de coraje, introdujo los brazos en una bata de seda roja. Ni siquiera echó una ojeada al trabajado espejo victoriano que estaba sobre el tocador de madera de cerezo; sabía lo que vería. Mariana Ferreti, blanca, esbelta y fantástica, la que marcaba tendencias, la alumna de último curso de preparatoria, la chica que todos los chavos deseaban, y que todas las muchachas deseaban ser. La chica que justamente en aquellos momentos mostraba una cara de pocos amigos y tenía los labios apretados.
«Un baño caliente y un poco de café y me tranquilizaré»
Pensó. El ritual matutino de darse un baño y vestirse resultó relajante y se lo tomo con parsimonia, revisando los nuevos conjuntos traídos de Lóndres. Finalmente eligió un conjunto de top rojo y short blanco de lino que le daban un aspecto muy atractivo. «Bastante apetitosa», pensó, y el espejo mostró una muchacha con una sonrisa inescrutable. Sus anteriores temores se habían desvanecido, olvidados.
------¿Mariana? ¿Dónde estás? ¡Vas a llegar tarde a la escuela! ------la voz ascendió débilmente desde abajo.
Mariana volvió a pasar el cepillo por su larga cabellera castaña sedosa y la sujetó con un listón rojo intenso. Luego agarro su mochila y descendió la escalera
En la cocina, Cynthia, su hermana menor, de 10 años, comía cereal sentada en la mesa, y su mamá cocinaba algo en la estufa. La madre de Mariana era la clase de madre que siempre parecía ruda y enérgica, pero tenía un rostro delgado y afable, y un cabello oscuro y ondulado echado hacia atrás descuidadamente. Mariana le dio un beso en la mejilla.
------¡Buenos días a todo el mundo! Lamento no tener tiempo para desayunar.
------Pero, Mariana, no debes salir así, sin comer. Necesitas proteínas...
------Comeré una dona antes de entrar a clases ------respondió con vivacidad.
Deposito un beso en la clara cabellera de Cynthia y se dio la vuelta para marcharse.
------Pero, Mariana...
------Y probablemente iré a casa de Paola o Kimberly después de clases. De modo que no me esperen para comer. ¡Adiós!
------Mariana...
Mariana estaba ya en la puerta principal. La cerró tras ella, cortando las distantes protestas de su madre, y se detuvo en la entrada de la casa.
Todas la malas sensaciones de la mañana volvieron a abalanzarse sobre ella. La ansiedad, el miedo. Y la certeza de que algo terrible estaba a punto de ocurrir.
La calle Maple estaba desierta. Las altas casas parecían extrañas y silenciosas, como si todas estuvieran vacías por dentro, como las casas de un set cinematográfico. Parecían vacías de gente, pero llenas de extrañas cosas vigilantes.
Eso era: algo la vigilaba. El cielo sobre su cabeza no era azul, sino lechoso y opaco, como un tazón gigante colocado boca abajo. El aire era sofocante, y Mariana tuvo la seguridad de que habían ojos observándola.
Vio algo oscuro entre las ramas del viejo árbol de membrillo que estaba frente a la casa. Era un cuervo, tan inmóvil cómo las hojas teñidas de amarillo que tenía alrededor. Y era la cosa que la observaba.
Intentó decirse que era ridículo, pero en cierto modo lo sabía. Era el cuervo más grande que había visto nunca, gordo y brillante, con el arco iris destallando en sus plumas negras. Podía ver cada detalle con claridad: las ávidas garras oscuras, el afilado pico, el singular y centelleante ojo negro.
Estaba tan quieto que podría haber sido una figura de cera de un ave colocada allí. Pero mientras lo contemplaba fijamente, Mariana se sintió enrojecer poco a poco, el calor ascendido en oleadas por la garganta y las mejillas. Porque… la miraba a ella.
La miraba del modo en la que la miraban los chicos cuando llevaba traje de baño o una blusa muy escotada. Como si la desvistiera con los ojos.
Antes de darse cuenta de lo que hacia, ya había soltado la mochila y levanto una piedra de la entrada.
-----¡Fuera de aquí! -----dijo, y escuchó su voz temblorosa cólera de su propia voz-----. ¡Órale! ¡Vete!
Hubo una explosión de hojas, pero el cuervo retomó el vuelo indemne. Las alas eran enormes y hacían tanto ruido como una bandada de cuervos. Mariana se agacho, repentinamente presa del pánico, cuando el ave aleteó por encima de su cabeza alborotando sus cabellos castaños con el viento producido por las alas.
Pero volvió a remontar él vuelo abruptamente y describió un círculo, una silueta negra recortada en el cielo blanco como papel. Luego, con una graznido ronco, giró y se marchó en dirección al bosque.
Mariana se irguió despacio, luego miró a su alrededor, cohibida. No podía creer lo que acababa de hacer. Pero ahora que el pájaro se había ido, él cielo volvía a parecer normal. Un leve viento agitó las hojas, y Mariana aspiró profundamente. Calle abajo, una puerta se abrió y varios niños salieron en tropel, riendo. Mariana les sonrió y volvió a tomar aire, sintiendo que una sensación de alivio la inundaba cómo la luz solar. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Era un día hermoso, que prometía mucho, y nada malo iba suceder.
Nada malo iba a suceder, excepto que llegaría tarde a la escuela. Toda la pandilla estaría esperándola en el estacionamiento.
Lo que podría contarles a todos es que se había detenido para arrojarle piedras a un fisgón, se dijo, y casi soltó una risita divertida. Eso sí les daría algo en que pensar.
Sin dirigir siquiera una mirada hacia atrás, al árbol de membrillo, empezó a caminar tan de prisa como pudo calle abajo.
El cuervo se abrió paso violentamente por entre la copa de un roble enorme, y la cabeza de Junsu se alzó de golpe, de un modo reflejo. Cuando vio que no era más que un pájaro, se relajó.
Sus ojos descendieron hasta la blanca figura flácida que tenía en sus manos, notó que el rostro se le crispaba con pesar. No había querido matarlo. Había cazado algo mayor que un conejo de haber sabido lo hambriento que estaba. Pero, claro, eso era precisamente lo que lo asustaba: no saber nunca lo intensa que sería el hambre, o qué tendría que hacer para satisfacerla. Tenía suerte de haber matado sólo a un conejo en esa ocasión.
Se puso de pie bajo los viejos robles, con la luz del sol filtrándose hasta sus cabellos lacios. Vestido con pantalón y camisa de vestir negras, Kim Junsu tenía todo el aspecto de ser un alumno normal y corriente de preparatoria.
No lo era.
Se había internado en lo más profundo del bosque, donde nadie podría verlo, para alimentarse, y en aquellos momentos se pasaba la lengua a conciencia por ansías y labios, para asegurarse de que no había ninguna mancha en ellos. No quería correr riesgos. Ya iba ser bastante difícil, de por sí, llevar a cabo aquella farsa.
Por un momento se pregunto, una vez más, si no debería dejarlo por la paz. Quizá debería regresar a Corea, de vuelta a su escondite. ¿Qué le hacía pensar que podía reincorporarse al mundo de la luz diurna?
Pero estaba cansado de vivir entre las sombras. Estaba cansado de la oscuridad y de las cosas que vivían en ella. Sobre todo, ya estaba cansado de estar solo.
No estaba seguro de por qué había escogido México para vivir. Era una cuidad joven, según su criterio; los edificios más antiguos los habían levantado hacía sólo un siglo y medio. Pero los recuerdos y fantasmas de la segunda guerra mundial todavía vivían allí, tan reales como los supermercados y los restaurantes de comida rápida.
Junsu apreciaba el respeto por el pasado y pensaba que podría llegar a gustarle la gente de México. Y tal vez -----sólo tal vez------ podría encontrar un lugar entre ella.
Jamás lo aceptarían por completo, desde luego. Una amarga sonrisa curvo sus labios ante la idea. Sabía bien que no podía esperar eso. Jamás habría un lugar al que pudiera pertenecer por completo, donde pudiera ser realmente él.
A menos que eligiera pertenecer a las sombras...
Desechó la idea violentamente. Había renunciado a la oscuridad; había dejado atrás las sombras. Estaba borrando todos aquellos largos años y empezando otra vez, hoy.
Advirtió que todavía sostenía el conejo. Con suavidad, lo depositó sobre el lecho de hojas secas del roble. A lo lejos, demasiado lejos para que el oído humano lo captara, reconoció los sonidos de un zorro.
«Apresúrate, camarada cazador -------pensó entristecido------. Te espera el desayuno»
Al colocarse la gabardina sobre sus hombros, reparó en el cuervo que lo había perturbado antes. Seguía posando en el roble y parecía observarlo. Había algo que resultaba impropio en él. Empezó a lanzar un pensamiento de sondeo en su dirección, para examinar al ave, y se detuvo. «Recuerda tu promesa ------pensó-----. No usaras los poderes a menos que sea absolutamente necesario. No a menos que no haya otra posibilidad». Moviéndose casi en silencio por entre las hojas y las ramitas secas, se encaminó hacia el límite del bosque. Su carro estaba estacionado allí. Miró hacia atrás una vez y vio que el cuervo había abandonado las ramas y saltando hacia el conejo.
Había algo siniestro en el modo en que extendía las alas sobre el cuerpo blanco y flácido, algo siniestro y triunfal. A Junsu se le hizo un nudo en la garganta y estuvo a punto de regresar para ahuyentar al pájaro. Después de todo, tenía tanto derecho a comer como el zorro, se dijo.
Tanto derecho como el mismo.
Si volvía a tropezarse con el ave, echaría una mirada en su mente, decidió. Por el momento, apartó los ojos de él y corrió a través del bosque, con expresión decidida. No quería llegar tarde a la preparatoria Green Land School.

Titulo: Confusión & Conflicto (Confusion and conflict) Compartido por: Fansfic in the world Creditos Adicionales: Lisa Janet Smith 
 Horario: Sábado 
Autora: Ana R. Mendez 


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cap2: http://fansficinthewolrd.blogspot.com/2014/01/confucion-y-conflicto-cap-2.html 

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